Laura Pausini en ‘El hormiguero’: la charanga de una mujer infinita

El brazo de uno de los regidores adquirió vida propia en cuanto se encendieron las luces rojas de las cámaras y arrancó el programa. El bíceps derecho arriba y abajo a una velocidad supersónica. Pidiendo aplausos, vibra, más energía, por el amor de dios, porque El Hormiguero cumplió este lunes 3.000 programas. Y para celebrarlo, hubo muchísimas cosas.

En los primeros minutos, justo antes de la primera pausa de la publicidad, y por este orden, sucedieron: el baile de turno (todo señores y una señora al fondo a la derecha, como los cuartos de baño de los grandes almacenes), una especie de rugido de Pablo Motos al acabar —o quizá era simplemente la previa de Halloween—, el presentador desprendiéndose de su chaqueta y una hormiga diciéndole: “¡Quítatelo todo!”. No se vayan todavía, que aún hay más: un discurso de agradecido y emocionado, un guiño a Jorge Salvador con musiquita (viva Leonardo Dantés) y las carcajadas forzadísimas de algunos colaboradores ante las gracietas de sus pagadores, algo por lo que hemos pasado todas.

La invitada de este lunes fue Laura Pausini. En esa persona que da igual lo que cante y lo que promocione porque es la Sergio Dalma italiana. Cuando no toca material nuevo, se marca una versión de un clásico y punto. Ni un pero a la de Faenza, porque durante mucho tiempo supimos que en los conciertos iba vestida de Giorgio Armani y con eso basta para tenerle respeto. Pero es que encima es una risa viviente.

Habló de caca, tazas de váter, de hacer el amor, de lo poco que le gusta su culo; nos explicó que es muy de horóscopos y que le gustan las personas Virgo, no así tanto los Géminis. Imitó el acento francés y el portugués, se puso picantona, gamberra, cantó Cuando nadie me ve de Alejandro Sanz, contó chascarrillos de caídas en el escenario y encuentros con otras personas famosas —de cuando Jim Carrey le miró las tetas, por ejemplo— y se entregó a la causa porque es la única forma que tiene esta mujer de moverse por el mundo.

Desde el principio tomó las riendas del programa, hizo chistes sobre el robo en el Museo del Louvre, recordó que es maestra de cerámica y amante de los museos y le afeó un poquito a Motos que los dueños de la taza de El Hormiguero Club Infiniti que es el equivalente a haber acudido un montón de veces al programa— solo son hombres. Una de las personas más majas y agradables del mundo, diría.

Cantó en directo un par de estrofas de La historia entre tus dedos, un tema que interpretó Gianluca Grignani hace exactamente 30 años, se apuntó a una charanga final e hizo cierto eso que dice el presentador de El Hormiguero que es la fórmula del éxito: la autenticidad. En esto, también, La Pausini es imbatible. E infinita.