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David Jiménez: “El periodismo está hoy más corrompido que la política”

El periodista, director de ‘El Mundo’ durante un año hasta ser despedido en 2016, se ha reconvertido en ‘youtuber’ y productor audiovisual tras el éxito de ventas de su libro ‘El director’, que le supuso el boicot de buena parte de la profesión por revelar entresijos del oficio

Luz Sánchez-Mellado

Reportero, corresponsal y escritor, David Jiménez, de 54 años, solo ejerció como director del diario El Mundo durante un año, “366 portadas”, pero, la publicación, dos años después, de su libro El director, donde describía el ambiente, las presiones que sufría y los enjuagues presenciaba en su periódico, le ha permitido añadir la coletilla de “director” a todo cuanto ha hecho desde entonces. Así se llama el podcast que ha creado en YouTube, donde se acerca a personajes y temas de actualidad, y así se llamará la película que, sobre su libro, se rodará el año próximo. Jiménez cita en su casa, un confortable chalé en una zona acomodada de Madrid, en cuyo luminoso y vivido salón se encuentra el viejo sofá chester donde entrevista a sus invitados.

No se quita El director de encima. ¿Uno es director vitalicio, como los toreros y los presidentes del Gobierno?

Yo soy un reportero sobre el terreno, un corresponsal y un escritor, quizá. Director es lo que menos he sido y soy. Estuve un año, 366 portadas, las tengo muy grabadas. En realidad, tengo una relación de amor-odio con ese libro y con ese cargo. Antes de El director, había escrito tres, y después de ese, otros tres. Pero es el que más se ha vendido y por el que me conoce la gente. Hasta mis amigos, cuando salimos, me dicen: pídete unas cañas, director. Así que, cuando decidí montar un podcast, no quería llamarlo así. pero una amiga me dijo que era idiota, que esa era mi marca, y le hice caso.

Bueno, ahí habrá también su poquito de ego.

No voy a ser tampoco un falso modesto. Es cierto que la marca funciona y está muy vinculada a quienes se atreven a contar la verdad, incluso pagando las consecuencias. Creo que parte del éxito de mi podcast viene por ahí.

¿Qué consecuencias pagó usted?

El director lo cambió todo. Se convirtió inmediatamente en un best seller y parte de la profesión se me echó encima. Para muchos, soy el traidor que desvela los secretos de la prensa. Hay una prensa que está muy cómoda cuando se revelan todos los secretos de los demás, menos los suyos. Me echaron de todos sitios. De Onda Cero. De Antena 3. Tuve que empezar de cero. Pero creo que, pasado el tiempo, el deterioro se ha tamizado. Una persona de mi periódico me dijo: “La mitad de tu libro es cierta, y la otra, verdad”. Me amenazaron con 200 demandas, pero no recibí ni una. La verdad es muy difícil de demandar.

Bueno, yo le he visto en tertulias televisivas hasta hace poco.

Me rescató Xabier Fortes, a quien se lo agradezco, para Televisión Española. Ahora que está de moda meterse con ella, tengo que decir que tuve libertad absoluta. He podido criticar tanto a Pedro Sánchez como a la derecha. Pero estar dos horas debatiendo sobre el fango de la política española se me hizo insoportable. Ese fango nos ha arrastrado a todos a un debate inútil, tóxico y que no aporta nada. Nunca me he sentido más aburrido ni incómodo que en una tertulia.

¿Por qué?

Las tertulias son como una trinchera. Se polariza el debate: colocan a dos a la derecha y dos a la izquierda, para que no haya dudas. A mí me decían: “Nunca sabemos dónde ponerte”, y lo consideré un piropo. Yo viví como director de El mundo la fase de corrupción insoportable del PP y ahora veo con vergüenza los koldos y los ábalos. Si cuando el PP gobierna se corrompe, y cuando lo hace el PSOE, también, igual es el sistema el que está corrompido. Siempre he defendido la necesidad de una reforma estructural. Se requiere lanzar una bomba nuclear sobre el sistema: regenerarlo, cambiarlo. Nos hace falta una tercera transición.

¿Y en el periodismo, qué hace falta?

Habrá de todo, pero, y esto lo digo con dolor, creo que el periodismo está hoy más corrompido que la política. Respecto a los políticos, los jueces actúan. Hemos visto a Rodrigo Rato y a Urdangarín en la cárcel, y muchos de los que ahora vemos en los titulares acabarán en la cárcel. Pero en el periodismo de hoy se practica el chantaje a empresas para que pongan publicidad, se manipula y se destruyen reputaciones por dinero, se vive de subvenciones, tanto de empresas del IBEX como de gobiernos, y nunca tiene consecuencias porque los periodistas nos protegemos por esa especie de inmunidad que nos da el que no se puede atacar a la libertad de prensa. En El director cuento cómo funciona la corrupción en los medios.

¿Es usted el único ser puro del oficio? ¿El resto de los directores de medios traga?

Por supuesto que no todos los directores son corruptos, pero creo que el sistema hace que los medios, en un momento de debilidad y crisis como el que llevamos viviendo tantos años, tengan hoy mucha menos capacidad de resistir las presiones. El periodismo de este país ha traicionado la confianza que la gente puso en él. Esa es la gran causa de que la gente se está yendo a buscar información a otro sitio. Muchas veces a sitios peores. El mundo digital está lleno de mierda también, y la gente está perdida. Lo que más me pregunta la gente en los comentarios del podcast es qué puede ver, escuchar o leer para que no le engañen.

¿Quién escucha su podcast?

Lo que más me ha sorprendido es la gran cantidad de gente joven que lo ve, y no le encuentro una explicación: que tengan interés en lo que tenga que decir un señor cincuentón. Y luego me ha pasado una cosa muy extraña: después de 20 años de reportero, uno de director y siete libros, solo ahora que soy youtuber me para gente por la calle, casi siempre chavales, y me dicen: “Tú eres el director”. Es más, mis hijos empiezan a pensar que su padre es alguien desde que me entrevistó [el youtuber] Jordi Wild.

¿Por qué cree que los jóvenes no leen periódicos convencionales?

Dos cosas: los periodistas, que debemos tomar el pulso a los cambios, no supimos verlo. Las redacciones se han anquilosado, siempre vieron Internet como una amenaza, y hemos perdido tiempo. Si hay una razón por la que los periodistas estamos perdiendo la batalla de la verdad, y la mentira está ganando, es porque los periodistas no estamos dando la batalla en los sitios donde esta esa audiencia joven.

¿TikTok? ¿YouTube? ¿Instagram?

En todos esos, claro. Hay que llevar el mejor periodismo, el de siempre, con sus códigos de rigor y honestidad. No le podemos decir a la audiencia dónde tiene que consumir la información. Va a ir donde quiera, y tenemos que estar ahí, porque si se pierde la batalla, vamos a un mundo muy oscuro. Ya lo estamos viendo: los bárbaros están ganando la batalla de la verdad y están desmontando democracias a través de la mentira.

¿Por qué triunfan los bulos?

Porque quienes los difunden no tienen complejos, ni escrúpulos y, esto es muy importante, han encontrado como aliados a unos tipos millonarios de Silicon Valley que están haciendo fortunas explotando los peores instintos del ser humano: el odio, la intolerancia,la violencia. Se están forrando enfrentándonos en la redes. Esa oligarquía digital que ahora está de rodillas ante Trump ha logrado destruir la convivencia en muchos lugares mientras amasaba la mayor fortuna que han visto los tiempos.

Es un boomer reconvertido en youtuber. ¿Esa es su aportación al triunfo de la verdad?

Yo soy un privilegiado. Yo no he conocido la precariedad en el periodismo. Empecé con el bum de la prensa. Me fui de corresponsal en Asia en una época en que casi éramos periodistas-diplomáticos: te ponían la casa, tenías los viajes pagados, podías hacer las historias que querías. Tengo la fortuna de escoger los proyectos que quiero hacer. He montado una productora de television para hacer lo. Escribo lo que me apetece. Si mis hijos estuvieran debajo de un puente tendría que hacer...

¿...tertulias?

Tertulias y lo que fuera. Una vez, me dijo una compañera que cómo dejaba las tertulias, si era lo más fácil del periodismo. Y es verdad, pero me aburrí. No fue un gesto de máximo coraje el dejarlas. Entonces, como estoy en esa posición de privilegio, creo que tambien tengo un deber y, viendo la mierda que se hace y que le está llegando a muchos jóvenes: que escuchan que la culpa de todo la tienen los inmigrantes, que los sistemas autoritarios son mejores, y su frustración puede llevarlos a comprar el discurso, pensé: vamos a intentar darles otras cosas también. Me divierte hacerlo. Creo en otra forma de comunicar, en otro periodismo, en dar voz a gente moderada, con rigor y credibilidad que aporte datos.

Confieso que leí su libro con interés y también con morbo. ¿Cuánta gente le dejo de hablar tras El director?

Aunque El director me generó muchos enemigos, fue más duro perder algunos amigos. Aunque uno no puede hacer periodismo sin aceptar esa verdad. Eso fue lo peor. Ha mejorado con el tiempo, pero la reacción inicial fue furibunda, lo cual, tengo que decirlo, también me vino estupendo para vender libros. Ahora que vamos a rodar la película basada en él, me vendría bien algún escándalo.

Lo de poner motes y descripciones reconocibles a sus colegas en El mundo no fue muy elegante.

Si hubiera sido un banquero y hubiera retratado las miserias y secretos de la banca, los periodistas me hubieran aplaudido. Sin embargo, como es sobre nosotros, no se puede contar. Nunca he entendido ese doble rasero. En el libro también se dicen cosas buenas de gente que mostro un coraje increíble en un periódico al borde de la ruina y soportando toda la corrupción del PP. Y sobre lo de los motes, son arquetipos. Hay gente así en tu periódico y en ABC, me lo han dicho colegas nuestros. Era una forma de que el libro se pudiera leer entonces y en cualquier época. De hecho, se siguen vendiendo 10.000 ejemplares al año. Lo cual, ya he dicho, me encanta y me frustra. Mi novela, Días salvajes, no vende. Puedo decir con absoluta franqueza que he fracasado como novelista.

Usted ha sido corresponsal de guerra. ¿Qué es el miedo?

El miedo es mearte encima en Timor Oriental estando en una pensión de mala muerte con gente fuera con machetes pidiendo muerte al extranjero. Y esa fue mi primera guerra como corresponsal, cuando estuve más cerca de morir. A veces me pregunto por qué seguí haciéndolo.

Dígamelo usted.

Escogí periodismo porque pensé que mi trabajo podía tener un impacto, mejorar la vida de la gente. Esto suena a pastel de culebrón, pero no me metí en esto para ganar dinero. Me acuerdo mucho de Ricardo Ortega, de Julio Fuentes, compañeros que murieron trabajando. Ellos no iban a la guerra para hacerse famosos, porque famoso te haces mucho más en una tertulia. Estoy convencido de que iban con la ilusión de cambiar el mundo. Con el tiempo, esa ilusión se desvanece y lo que queda, al menos en mi caso, es la intención de, al menos, no joderlo más.

LA SOMBRA DEL DIRECTOR

David Jiménez García (Barcelona, 54 años) estudió Periodismo y empezó a trabajar como becario en la sección de Local del diario El mundo. Su primera cobertura fue sobre un desahucio. Al volver a la redacción, su jefe le dijo que escribiera 600 palabras y no sabía ni cómo empezar, confiesa. O sea, que todo lo que sabe del oficio lo ha aprendido trabajando. Después de escribir en la sección de Sociedad, inauguró, en 1998, la primera corresponsalía en Asia, desde donde cubrió como enviado especial guerras, catástrofes naturales y revoluciones sociales. Entre 2015 y 2016, dirigió su propio periódico, antes de ser destituido, en medio de una gran crisis. A pesar de ser autor de siete libros, entre ellos El corresponsal, Diarios del opio y El botones de Kabul, ninguno ha alcanzado las ventas ni la fama de El director, sus memorias del año que pasó como máximo responsable del periódico en el que empezó su carrera, y que puso en el foco los entresijos de las presiones y los acuerdos entre el poder y los medios. Diez años después de su despido, presenta un podcast y ha fundado una productora audiovisual para poder elegir sus propios proyectos periodísticos y de ficción.

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.
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