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Series
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Sandman’: La gran obra maestra del cómic se despide de Netflix bajo la sombra de los escándalos de Neil Gaiman

Más allá de su mensaje, la serie hace lo mejor que puede con una adaptación cuya grandeza ya era inalcanzable en origen

Gwendoline Chritie como Lucifer, en la segunda temporada de 'Sandman'.
Eneko Ruiz Jiménez

A veces lo que haga un autor en su vida privada te puede fastidiar una obra. Es conocido el discurso de que hay que separar la obra del artista, vale, pero eso no quita para que sea más difícil digerir sus narraciones, sobre todo si esa creación puede caer directamente en hipocresía con lo perpetrado por el escritor en su vida real. Sandman, en todo caso, y pese a lo que haya hecho Neil Gaiman, siempre será una de las obras más influyentes e importantes del cómic, y también una de las mejores, pero ya su historia nunca se leerá igual.

Lo mismo sucede con su adaptación televisiva. Y Netflix era consciente de ello. Hace solo unos meses, un detallado reportaje en New York Magazine seguía la estela de un podcast donde varias mujeres denunciaban a Gaiman por agresión sexual y trata de personas. El caso de algunas de las escabrosas historias que allí se contaban se dirime ahora en los juzgados, pero los proyectos profesionales del escritor sufrieron. La serie Good Omens transformó su nueva temporada en una película final, mientras que Los detectives muertos y The Graveyard Book fueron canceladas. La segunda temporada de Sandman siguió adelante hasta contar su final, aunque Netflix decidió esconder del radar promocional su estreno este verano, y además hizo desaparecer a su notorio creador de cualquier material promocional. Los mensajes entre contenido y escritor podían chocar.

Umulisa Gahiga y Tom Sturridge como Morfeo, en la segunda temporada de 'Sandman'.

Para entender Sandman hay que acompañar a Morfeo (Tom Sturrigde), rey de los sueños. La serie viaja a través de diversas historias salteadas y casi autocontenidas a lo largo de su épica epopeya, desde su liberación de las garras de un avaricioso villano hasta la representación shakesperiana de El sueño de una noche de verano; desde sus batallas contra dioses como Loki hasta la relación de este Sueño de los Eternos con sus hermanas Muerte y Deseo. Pero, como los propios sueños, Sandman trasciende a su argumento lineal. Es un tebeo que empujó discursos transincluyentes, enarboló una bandera por los marginados, criticó a autores endiosados que se sumían en el machismo violando (literalmente) a sus musas.

Su adaptación sigue ese camino y cambia en pantalla los géneros de personajes tan relevantes como el diablo Lucifer (interpretado por la maravillosa Gwendoline Christie). Sin embargo, hoy todo su feminismo suena a fachada. Y, aun sabiendo todo esto, es de aplaudir que Netflix, en una época en la que la diversidad en Hollywood está retrocediendo para contentar a Trump y sus guerras culturales, la serie no haya escondido todos estos mensajes, e incluso que los haya subrayado más a través del guionista queer Allan Heinberg.

Jack Gleeson como Puck y Freddie Fox como Loki, en la segunda temporada de 'Sandman'.

Más allá de su mensaje, la serie en sí hace lo mejor que puede con una adaptación cuya grandeza ya era inalcanzable en origen. Sandman era una obra que brillaba por el medio que ocupaba, por cómo usaba el lenguaje del cómic. Sus juegos narrativos, las ilustraciones esotéricas, sus saltos estilísticos entre épocas y tonos de la historia, la locura en sus dimensiones astrales… solo se entienden en toda su grandeza desde el tebeo, desde un medio narrado con dibujos que sacaba el máximo partido de ellos.

La serie de televisión es otra cosa. Respeta al máximo su narrativa y personajes, casi hasta el calco (para que no se ofenda ninguno de los fans, con quienes siempre hay que ir con cuidado), pero se desprende de la originalidad de su propuesta visual, bastante vacía y clásicamente televisiva. Un ejemplo: en los cómics, Delirio, otra de las hermanas de Morfeo, es dibujada como una joven punk rodeada de bocadillos de colorines psicodélicos, mariposas y de complexión imposible que trasciende a las viñetas, pero en televisión, más allá del pelo rojo, es un aburrimiento que podría verse cualquier día en Malasaña. Las limitaciones del presupuesto, además, no dejan alcanzar la espectacularidad esotérica e histórica de lo que se narra en viñetas.

Tom Sturridge como Morfeo y Esmé Creed-Miles como Delirio, en la segunda temporada de 'Sandman'.

Sandman quizás sea la mejor adaptación que se podría hacer. Al menos en Netflix y en 2025. Es entretenida y sus personajes están bien escritos, engancha y toca muchas de las historias más interesantes del tebeo, pero su propuesta visual es una que ya hemos visto en otras recientes adaptaciones británicas como Doctor Who, Dirk Gently o la propia Good Omens. Esto es: una serie que introduce un montón de conceptos a la centrifugadora que deberían de ser imposibles de mezclar, y que, pese a todo, funcionan desde la exageración y la variedad cósmica. Hace lo que puede con lo que tiene.

Es la única serie en la que se cruzan un ángel, un asesino despiadado, Caín y Abel, un dios nórdico, un personaje con cabeza de calabaza, Stephen Fry, entidades etéreas y una cazadora de fantasmas, mientras que habla en profundidad sobre la familia, la narrativa de las historias, la muerte, la culpa y la madurez, siempre sin dejar de ser un divertimento bastante familiar (quizás le falte un poco de garra en ese aspecto). Todo converge en un final de fiesta cerrado, épico y muy merecido, antes de un episodio especial de descanso y reflexión reciclado de un guion sobre Muerte (uno de los mejores personajes del tebeo) para la fallida adaptación cinematográfica de Guillermo del Toro.

Kirby Howell-Baptiste, Donna Preston, Adrian Lester, Mason Alexander Park y Esmé Creed-Miles, en 'Sandman'.

Al final, el cine y las series son un arte conjunto. Por lo tanto, sería injusto que pagaran el pato todas las personas que trabajan en una producción, y que, en ocasiones, han podido ser víctimas directas incluso de los hechos denunciados. Sandman cumple su cometido, y se han esforzado en hacerlo lo mejor posible. Queda claro. Pero se hace imposible ya hablar de ella sin recordar a Gaiman, el elefante en la habitación del reino de los sueños.

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Sobre la firma

Eneko Ruiz Jiménez
Se ha pasado años capeando fuegos en el equipo de redes sociales de EL PAÍS y ahora se dedica a hablar de cine, series, cómics y lo que se le ponga por medio desde la sección de Cultura. No sabe montar en bicicleta.
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