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Stephen Colbert, el cómico antitrumpista cuyo despido supone el fin de una era en televisión

El presentador del programa nocturno de la CBS, demócrata y católico, siempre ha sido muy crítico con el presidente, pero en su cancelación también entran en juego cuestiones económicas alrededor de uno de los formatos más legendarios

Stephen Colbert, en Nueva York en diciembre de 2019.
María Porcel

A Stephen Colbert su padre, James, le enseñó a dudar. O a pensar, si es que acaso no son la misma cosa. Le dio las bases que marcarían su vida: el amor por la familia, por los libros (adora El señor de los anillos), por la religión, por el estudio. Pero también le dio la oportunidad de decidir si eso era lo que quería. Le enseñó que criticar no es malo. Colbert, nacido en Washington D. C. hace 61 años, apenas tuvo 10 para aprenderlo todo de su padre, médico, que moriría junto a dos de sus 10 hermanos, entonces adolescentes, en un accidente de avión a mediados de los setenta.

Colbert no tenía claro si ir a la universidad. Cuando se lanzó, lo hizo nada menos que por la Filosofía; después, se licenció en teatro. Católico practicante, monaguillo de niño, ha sido duro con la Iglesia siempre que lo ha visto necesario. Progresista declarado (“Oye, la papeleta es secreta. Sí, soy demócrata”, bromeó hace años en una entrevista), ha criticado a cada presidente, a cada candidato, de todos los colores. Y ahora se enfrenta a otra de las grandes disyuntivas de su vida: ver cómo se desvanece el programa que le ha colocado en el mayor pico de popularidad de su carrera, cómo la cadena CBS, que lleva una década apostando por él —como presentador y como socio y productor—, decide ahora y casi por sorpresa no solo prescindir de sus servicios, sino eliminar su programa nocturno, el de más audiencia de su franja; poca, pero el que más. Todo sin saber si él es incómodo, caro (con un salario de unos 15 millones de dólares anuales, barato no es) o ambas cosas. Y, además, seguir manteniendo las risas del respetable durante casi un año más.

La magnitud de la cancelación de The Late Show with Stephen Colbert es difícil de calcular fuera de Estados Unidos; igual que el gran país del entretenimiento ha sabido exportar a superhéroes, refrescos y estrellas del pop, no lo ha hecho con tanta finura con sus llamados late night shows, los programas de altas horas de la noche (léase, las diez y media de la noche). El carisma y la importancia de nombres como los del propio Colbert, coetáneo de los Jimmys, Fallon y Kimmel, de James Corden y Conan O’Brien; o de clásicos como Jay Leno o David Letterman (a quien Colbert sustituyó en su Late Show, que se emite desde 1993) no han calado en lo global. Y de todos ellos probablemente el de Colbert menos. Porque es el menos pop, mucho menos que Kimmel, que para eso graba en el corazón de Hollywood —en el mismísimo Paseo de la Fama— o que Fallon, que no duda en mover las caderas con Karol G o en cantar Hello con Adele y unos instrumentos musicales de juguete.

George Clooney fue el primer invitado de 'The Late Show with Stephen Colbert', el 8 de septiembre de 2015.

Colbert, aunque tan popular como para darle su nombre a un helado o una especie de libélula, o como para grabar un disco cómico navideño y ganar un Grammy, es más político, y cada vez más. Sus análisis son amables y educados —sigue refiriéndose al público con un “Damas y caballeros” o un “Mis compatriotas americanos”—, pero profundos y afilados. De ahí que su adiós, anunciado por él mismo, haya sido un jarro de agua fría para colegas, políticos, medios, para el público. Y también para Colbert, encargado de comunicárselo a los 200 trabajadores del programa y, en directo, a la audiencia. Dicen quienes vieron esa grabación en directo que su esposa y socia, Evelyn, se emocionó escuchándole.

Él, como siempre, fue inteligente en el uso de las palabras, y en esta ocasión quiso quedarse corto. No habló de motivos, sino que agradeció a CBS el camino andado de la mano. Dejó la pelota en su tejado. Y la cadena salió al paso insistiendo en que los motivos son económicos, y nada más que económicos. Lo afirman en público y también en privado, en entrevistas anónimas con medios como CNN o Variety, que han tratado de indagar qué de político tiene este abrupto final.

Porque, como bien dijo él, con sencillez y elegancia, será el final, también para los programas de noche en CBS. Al menos, por ahora. Con Colbert acaba una saga de grandes nombres (y, en general, grandes hombres; las mujeres brillan por su ausencia en los formatos nocturnos) que han moldeado la televisión estadounidense: “No nos van a reemplazar. Todo esto desaparece”.

La respuesta oficial es la económica, pero la primera que se viene a la cabeza es la política, que si se analiza es, al fin y al cabo, también económica. Ahora mismo el presidente Donald Trump está en guerra abierta con CBS, y hace un par de semanas logró que la cadena le pagara 16 millones de dólares —minucias, teniendo en cuenta que pedía 20.000— tras sus protestas por la edición, a su juicio incorrecta, de una entrevista con Kamala Harris, la candidata demócrata, en periodo electoral. Ello ha causado una oleada de críticas, entre ellas la de Colbert. El presentador estaba de vacaciones. El mismo lunes 14, a su regreso, habló. “Como alguien que siempre ha sido un orgulloso empleado de esta cadena, me siento ofendido”, criticó. “Y no sé si algo reparará alguna vez mi confianza en esta empresa. Pero, solo haciendo una apuesta, diría que 16 millones de dólares ayudarían”, comentó, medio en broma, medio en serio.

De ahí que ahora Trump no haya tardado en criticarle, alegrándose de la decisión de CBS. “Me gusta muchísimo que lo despidan. Su talento era aún menor que su audiencia”, comentaba en Truth, ampliando sus deseos de despido a Jimmy Kimmel y Fallon y alabando, claro, a Greg Gutfeld, de la afín Fox News. No siempre el talento le pareció tan menor, porque fue a su programa al poco de empezar, en septiembre de 2015. “Tengo que disculparme por todas las cosas que he dicho de ti en estos años, algunas quizá imperdonables”, le decía Colbert. “Casi, casi imperdonables. Pero algunas bonitas”, bromeaba el entonces empresario. “No me acuerdo”, reía Colbert, “pero espero que me aceptes las disculpas”. “Las acepto”, afirmaba, pasando a defender ya, hace 10 años, la deportación de inmigrantes y el muro.

Colbert ha sido crítico con el republicano desde el principio: lo fue en aquella charla de 2015, lo fue en los periodos electorales y lo es con él en el Despacho Oval. E incluso desde antes de llegar a él. “Donald Trump parece una aberración monstruosa de nuestra historia política”, dijo de él apenas un par de días de que le ganara a Hillary Clinton en 2016 (con quien no fue especialmente halagador), cuando se refirió a él en un podcast de la radio pública como “un cadáver en llamas arrastrándose hacia nosotros”: “Probablemente no deberíamos tocar esa cosa; mira, es rabioso. No lo toques”.

La animadversión no ha cesado. Tanto, que muchos se plantean si la dureza de Colbert con su presidente no le habrán costado el puesto y el sueldo. De nuevo, parece primar la cuestión económica. Paramount, en la que se enmarca CBS, busca una fusión con otra gran empresa de medios, lo que la obliga a dos cosas: a llevarse bien con la Administración de Trump, pues tiene que aprobar la unión de ambas; pero sobre todo a sanear cuentas. Y los programas nocturnos están entre los espacios menos rentables de las cadenas de televisión.

Jimmy Fallon y Stephen Colbert, en la gala del Museo Metropolitano de Nueva York, en mayo de 2018.

La tele ya no es lo que era, tampoco para sus estrellas. Los chistes que Colbert lleva contando desde 2015 hoy los ven apenas un par de millones de personas, una minucia en un mar de 340 millones de habitantes. Su divertido Colbert Questionert, un test de 15 absurdas preguntas que hace a sus invitados (desde si prefieren las manzanas o las naranjas, entre las que él prefiere las primeras, por poder untarlas con mantequilla de cacahuete; hasta que definan su vida en cinco palabras o expliquen qué piensen que hay tras la muerte: “Nos convertimos en sopa. Sopa humana”, respondía Cate Blanchett), ya se ve más en clips de Instagram o TikTok que en directo. Sus entrevistas se trocean y se digieren con el café de la mañana. Hay menos público, hay menos anuncios, hay menos dinero.

Mantener a 200 empleados es muy caro, y la cadena no podía esperar hasta agosto a renovarlos, porque los contratos se hacen de año en año desde ese mes, y eso habría implicado pagar hasta agosto de 2026. No podían aguantar tanto. En mayo ya se plantearon cerrar, pero han tomado la decisión ahora, al regreso de Colbert. Desde CBS insisten en lo monetario: si fuera político, la cabeza de Colbert ya habría rodado. Y el problema de audiencia es real: ha caído un 20% desde 2020. Y los beneficios: de 76 millones en 2022 a 58 en 2024, según el portal de análisis iSpot.tv.

Stephen Colbert y Michelle Obama, en un programa en septiembre de 2016.

Cuando Colbert empezó su andadura, tras salir de Northwestern en el Chicago de principios de los noventa, junto a los cómicos Amy Sedaris y Paul Dinello y con el apoyo de Steve Carell, lo hizo en pequeños shows coescritos por él mismo, como el premiado Exit 57. Ahí fue saltando y creciendo hasta llegar en 1997 a The Daily Show, con el prestigioso Jon Stewart como padrino. Fue hasta 2005, cuando se marchó a crear su The Colbert Report, otros 10 años, hasta tomar las riendas del nocturno en 2015. Por entonces, un presentador como el propio Stewart o Jay Leno ganaban unos 30 millones de dólares anuales. Hoy, esas cifras son impensables. En solo seis años, de 2018 a 2024, los programas nocturnos estadounidenses han pasado de ingresar 440 millones de dólares a 220, la mitad, según el medidor Guideline. Además, Colbert nunca ha sido dado a hacer promociones, anuncios o a empujar un ingreso extra para la cadena con una barra de bar patrocinada en el plató, como llegó a hacer James Corden. Y con una fusión a las puertas, había que eliminar a los más caros. El programa logró unos 70,2 millones en ingresos publicitarios en 2024, pero según medios como Deadline, costó más de 75... más el salario de Colbert, que es de unos 15-17 millones.

En los últimos años, el oficio de presentador nocturno parece haber perdido caché, no solo económico (y no es que esté mal pagado), sino social. Otros como el propio Corden, Conan O’Brien o Trevor Noah decidieron marcharse hace un par de años; Stewart solo hace un programa a la semana. Un año le queda a Jimmy Kimmel (de 57 años) para renovar contrato, si es que lo hace; tres a Fallon (50 años). Hacer chistes tras una mesa no tiene el prestigio de antes. Contaba Elizabeth, una de las hermanas de Colbert, en una entrevista con Oprah Winfrey que de pequeña a ella y otras dos hermanas les gustaba ver la televisión por la noche con él. Cuando arrancaba Johnny Carson —pionero de los shows nocturnos—, el niño se acercaba a la pantalla y se colocaba entre ellas, muy atento, “desde pequeñito, aprendiendo a andar”. ¿A quién verá ahora Colbert cuando encienda la tele por las noches?

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Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.
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