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Dani Rovira: “Nunca creí que iba caer en una depresión, pensaba que era de gente débil”

El cómico estrena ‘Vale la pena’ en Netflix, un monólogo en el que, desde el humor, da consejos que le han ayudado en su proceso de reconstrucción y anima a ir a terapia: “Después de curarme del cáncer, me pegué el gran hostión”

Dani Rovira en la Cantina de Matadero, en Madrid.
Eva Baroja

La tristeza es como “un chicle que se pega a la suela del zapato”. Y es bueno hablar de ella. Por si, por casualidad, le sirve a alguien. Así piensa Dani Rovira (Málaga, 44 años). Y esta es la gran historia de su vida: la búsqueda constante de sí mismo, la angustia que sintió al perder su anonimato tras Ocho apellidos vascos, el cáncer y todo lo que viene después. Actor, cómico, cuentista desde que escribía poemas en el colegio, solo sabe narrar desnudándose. Aunque sea incómodo. Lo hace en Vale la pena, el espectáculo que acaba de estrenar Netflix. Y también en esta entrevista “de intensidad filosófica”. Una mañana de julio en la cantina de Matadero. Porque quitarse todas las máscaras es la única manera de alcanzar la paz.

Pregunta. ¿Cómo huye del ruido?

Respuesta. Tengo un grupo de gente con la que puedo ser yo. Mi tribu. Con la que echo el fanatismo y el ego a un lado y hago reflexiones por las que públicamente podrían decirme que soy un facha o un comunista, un machista o un feminazi. De eso me alimento y no de poner la tele y ver que ha dicho Sánchez o Feijóo.

P. Pero hay que informarse, ¿no?

R. Sí, cuando son cosas importantes. A través de mi fundación [Ochotumbao] sé cuál es la realidad del mundo y del país. Mi implicación en la sociedad está ahí. Al cómico Bill Burr le preguntaron por política y respondió: “¡Pero si yo soy el bufón de la Corte!”. El éxito no está en la exposición sino en hacer cosas que transformen.

P. ¿El monólogo no es realmente una radiografía de una depresión?

R. Si la tristeza se enquista cabe la posibilidad de que se convierta en eso... Yo caí en una depresión en 2021 y nunca creí que me iba a pasar a mí. Pensaba que era de gente débil y no es así. Al revés. Tiene que ver con cierta valentía. Algunas mañanas no me habría levantado en todo el puto día si no hubiese tenido a la perra. Entras en una espiral, en una tristeza esférica, y químicamente no estás bien porque no segregas endorfinas. Sales gracias a la terapia, a la lectura, a la tribu..., pero las posibilidades de volver a caer en la zanja son muchísimas.

P. Cayó justo un año después de curarse del cáncer [fue diagnosticado con un linfoma de Hodgkin en 2020]...

R. Es que en ese momento estás en la batalla. Es imposible hacer revisión de daños cuando te estás pegando espadazos con todo Dios. Cuando tu cuerpo se enfría y baja la revolución piensas: “Hostia, ¡por lo que he pasado!”. Y ahí es cuando te pegas el gran hostión. Ojalá pudiese vivir todos los días lo que viví cuando me curé. Fue una epifanía brutal, pero es después cuando empiezas a no estar bien...

No soy el mejor cómico, pero lo que cuento es verdad. Lo que sale de aquí [se toca el pecho] llega"

P. ¿Cómo es perderse a uno mismo? ¿Hay señales?

R. La vida te tumba a todos los niveles: salud, emocional, laboral... Y te das cuenta de que hay discordancia entre lo que sientes y lo que dices. La ansiedad es un aviso, un chivatito, de que algo no va bien.

P. En la primera escena de Vale la pena, sale de la consulta del psicólogo...

R. Este espectáculo es una especie de autoinmolación que si interpela a alguien y provoca un clic en su vida ya ha servido. No soy el mejor cómico, pero lo que cuento es verdad. Lo que sale de aquí [se toca el pecho] llega. Y quiero que cuando la gente lo vea, diga: “No sé si necesito un abrazo, un polvo, que me den una hostia o ponerme a correr”.

P. ¿Le molesta si lo etiquetan como un “monólogo de autoayuda”?

R. No, aunque se diga despectivamente. Respeto el derecho de la gente a pensar lo que quiera, pero me puede sudar la santa polla su opinión... También me da igual que digan que soy un crack. No me gusta el reggaetón, pero daría mi vida por defender el derecho a que la gente haga ese género musical. Es más sano decir “esto no es para mí” que opinar que algo es malo.

La paz es ser feliz en una meseta, estés pasando lo que estés pasando. Abrazar lo que venga y aceptar las pérdidas"

P. ¿Estamos normalizando llevar a cómicos a la justicia?

R. El otro día estuve con David Suárez haciendo bromas sobre lo que le pasó [fue absuelto tras ir a juicio por un chiste sobre mujeres con síndrome de Down]. También Héctor de Miguel, Dani Mateo, cantantes... Si te ofende esta manera de hacer humor, te levantas y te vas. Es como cuando criticaban Sálvame. ¡Pues no pongáis ese canal! Mucho quejaros, pero no te veo actividad en Filmin... [Se ríe]. Tengo una buena amiga que le gusta La isla de las tentaciones porque le sirve para desconectar. Es su guilty pleasure.

P. ¿Cuáles son los suyos?

R. Me gusta ver vídeos de fisioterapeutas crujiendo cuellos y espaldas. ¡Hay uno que lo hace con perros! Puedo estar horas... También, soy vegano y como sano, pero me gusta un poco la bollería industrial. ¡Un puto bollycao! Reivindiquemos los placeres culpables.

Cuando me castigo, miro una foto mía de pequeño y pienso que no me tengo que meter tanta caña. Somos muy nazis con nosotros mismos"

P. ¿Qué parte del cáncer no se ve?

R. El proceso de apretar los dientes y hacer entender a tu entorno que ahora la persona más importante eres tú. O detalles pequeñitos. En mi caso, como era pandemia, no me pusieron un Port-a-Cath, una monedita en una arteria para que no te tengan que pinchar siempre cuando te ponen la quimio. Soy muy aprensivo con las agujas y pensaba que teniendo la vía puesta no podía doblar el brazo porque se me iba a clavar. Nadie me lo explicó. Y lo que hay dentro realmente es una canulita de plástico. Recuerdo preguntarle a Ana, la enfermera: “En serio es así?”. Para ellos es una obviedad, pero para ti no.

P. En 2016, decía en un microrrelato de su libro Agujetas en las alas: “Durante toda su vida acostumbró a dejar miguitas de pan por el camino. Cuando decidió volver, se encontró a sí mismo, de niño”.

R. Ese cuento lo escribió mi inconsciente... Ahora me lo lees y me doy cuenta de que ya había algo. Tenemos que abrazar al niño que llevamos dentro porque está herido. En casa, tengo una foto mía de pequeño y cuando me castigo, la miro y pienso que no me tengo que meter tanta caña. Somos muy nazis con nosotros mismos.

P. ¿Cómo era ese niño?

R. Bastante peculiar. Tenía mucho pensamiento mágico. Un pardillo con carisma. Un pagafantas que se enamoraba de su mejor amiga. Me llevaba bien con todos: los empollones, los futbolistas, los repetidores, pero nunca fui de un grupo. Siempre estaba buscando. Me da vergüenza decirlo, pero pensaba que era un niño especial. Me gustaba escribir poesía y había risitas en clase, pero ahí ya se estaba gestando quién era para lo bueno y para lo malo.

En los últimos tiempos, se ha vuelto una persona más ermitaña que disfruta mucho estando en casa.

P. Después de este viaje de renacimiento, ¿se parece más a él?

R. Sí, pero, cuánto más te conoces, más vértigo da. Sigo descubriendo miedos y traumas. Ahí ando. El crecimiento personal pasa por desaprender todo lo que esta cultura nos ha endosado. Es una travesía. Cuando quitas capas, te da la sensación de que estás peor de cuando empezaste. Ahora estoy en la duda todo el rato y busco la paz más que la felicidad.

P. ¿Cuál es la diferencia?

R. La paz es ser feliz en una meseta, estés pasando por lo que estés pasando. Abrazar lo que venga y aceptar las pérdidas. Hay que intentar ser el mejor surfista posible para lanzarte al mar en paz, haya o no haya olas. Si solo esperas a salir cuando haya buenas olas, cuando no haya, va a estar frustrado. El trabajo es ser un buen surfista porque las olas no las puedes cambiar.

P. ¿Cómo está ahora?

R. Estoy en un momento muy agitado. Cuando pase la ola veré cuáles son los daños y a partir de ahí construiré, pero el futuro cada vez me da menos miedo.

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Sobre la firma

Eva Baroja
Periodista de EL PAÍS, periódico en el que realiza entrevistas y reportajes de cultura y sociedad en distintos formatos. Ha dirigido y presentado el documental ‘Miradas del agua’ y varios videopodcasts. Pasó por La Sexta y Onda Cero. Graduada en Periodismo y Filología Hispánica por la Universidad de Navarra, es experta en comunicación política. 
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