San Fermín, la verdadera vergüenza de TVE
El maltrato animal no debería tener cabida en una sociedad moderna y mucho menos contar con un espacio en la televisión pública


Los sanfermines son una válvula de escape, un tiempo para disfrutar con la familia, una canción, gastronomía, encuentros y disfrute. No lo digo yo, lo dice un anuncio difundido por el Ayuntamiento de Pamplona en el que a lo largo de minuto y medio vemos parejas de enamorados, cabezudos, bailes tradicionales, chefs de prestigio y sana algarabía.
Lo que no aparece en el spot son toros; no hay ni rastro de los desgraciados protagonistas involuntarios de la fiesta navarra. No vemos morlacos huyendo espantados de una multitud ruidosa, creyendo que al final de su huida desesperada hallarán refugio, ajenos a que lo que encontrarán pocas horas después será una final horrendo. No hay sangre, suciedad ni presagios de muerte. Esconden el asedio que sufren unos animales tan imponentes como nobles, y en esa ausencia solo encuentro una explicación: que al consistorio pamplonica le da vergüenza su propia celebración. Sería lógico, tratándose de un gobierno que se tiene por progresista, pero sé que esto no va de colores políticos; el maltrato animal hermana a derecha e izquierda. Ahí están los repugnantes bous a la mar de Dénia, cuya continuidad ya ha garantizado su alcalde socialista, y tantas otras fiestas veraniegas con el hostigamiento de astados como cabeza de cartel. Miserables sin complejos.
A quienes no avergüenza enseñar el asedio a los toros es a TVE, que un año más les regala un lugar privilegiado a ese engendro llamado Vive San Fermín, algo paradójico cuando los protagonistas de su retransmisión están condenados a morir antes de que acabe el día. Me sorprende que esos profesionales que salieron en tromba a defender las esencias del Ente con manifiestos contra La familia de tele, los trabajadores que denunciaron que aquello no era servicio público o los espectadores que bramaron que con sus dineros no iba Belén Esteban a darle más pollo a Andreíta, no alcen la voz ahora, cuando sus cuartos se utilizan para algo mucho menos constructivo que las efímeras desventuras de Patiño y compañía.
El acoso diario de unos toros que van a ser salvajemente torturados y asesinados debería consternarlos más que un programa cutre y fallido como tantos que entran y salen de la parrilla sin que nadie se mese los cabellos y se tizne el rostro. El maltrato animal no debería tener cabida en una sociedad moderna y mucho menos contar con un espacio en la televisión pública.
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