‘Traitors España’ es el mejor ‘reality’ que nadie ha visto

La edición de Traitors España que acaba de terminar en Antena 3 ha tenido de todo: villanos que no han dudado en apuñalar por la espalda a sus propios compañeros de bando; traidores que se veían superados por su mala conciencia; jugadores perdidos que no se enteraban de la misa la mitad... Y tensión, intriga y muchos giros. Hasta el capítulo final guardaba decisiones sorprendentes y un desenlace imprevisto.

Si el programa ha tenido un aspecto negativo es que apenas nadie lo ha visto y ha sido complicado encontrar alguien con quien comentar lo sucedido semana a semana. Es una exageración, claro que lo ha visto gente: ha tenido una media de 645.000 espectadores y un 8,5% de cuota (a falta del dato de la final); pero no son buenas cifras para una cadena acostumbrada a liderar. Es un formato que se habría merecido buenos resultados y que despertara conversación semana a semana, tenía todos los ingredientes para ello. Lo bueno es que es un programa muy disfrutable en maratón, y ahora está disponible al completo para degustar al ritmo que se desee en Atresplayer.

Quien se anime a darle una oportunidad este verano, lo primero que tiene que saber es que debe tener algo de paciencia. Los dos primeros episodios, especialmente el primero, con sus presentaciones de personajes y las primeras alianzas, se hacen cuesta arriba. Pero una vez que el espectador ya tiene a los participantes ubicados, una vez que han destacado los primeros protagonistas y que se han eliminado algunos jugadores, el formato toma velocidad de crucero y no para hasta el final.

Para quien no haya visto nunca Traitors, ni en su edición con famosos de HBO Max (con un concepto de la palabra famoso casi tan laxo como el de Supervivientes que incluía desde la política Cristina Cifuentes hasta la jugadora de póker Leo Margets o la windsurfista Blanca Manchón), ni en esta entrega con participantes desconocidos, aquí va un pequeño resumen. Un grupo de personajes que no se conocen entre ellos se reúnen para convivir (y jugar) unos días en un pintoresco lugar, que en esta ocasión es el Monasterio de Piedra de Zaragoza (por cierto, ese es otro aliciente del formato, sus impresionantes localizaciones). Al llegar, se les asigna un rol: traidores o fieles. Habrá tres traidores cuya identidad es secreta para los fieles y que cada noche se juntan para decidir a qué fiel eliminan. Y cada día, todos los jugadores se encuentran alrededor de una mesa redonda para exponer sus teorías y tratar de expulsar a un traidor, votando cada uno a una persona. Aquí puede caer alguien de cualquiera de los dos bandos. El objetivo es llegar a la final: si llega un traidor, se llevará los 50.000 euros del premio; si los fieles consiguen eliminar a los traidores, se repartirán el dinero entre los supervivientes.

Los episodios discurren entre teorías aleatorias de quienes no tienen realmente nada en que basarse más allá de su pura intuición y maniobras conscientes de los traidores, los únicos que realmente saben cuál es el rol de cada uno. Es un juego de manipulación, de estrategia, y un poco de azar. Un juego que puede sacar a la luz la vertiente más retorcida de la personalidad de algunos y la mala conciencia de otros. Hay villanos que ningún espectador puede entender cómo no son descubiertos por sus compañeros. Hay fieles obligados a cambiar de bando y que tienen que modificar la forma en la que se comportan. Incluso hay una madre y una hija en competición que mantienen en secreto (o casi) su relación. Y luego están Charo y Marhya, dos grandes personajes televisivos, la revelación de la temporada.

Traitors España, producido por Gestmusic y presentado, con mucha retranca, por Juanra Bonet, es un formato cuidado tanto en su montaje como en el acabado formal y visual. Es un concurso de estrategia pero se puede consumir perfectamente como si de una serie de ficción se tratara, solo que el contenido, en lugar de estar guionizado a priori, se organiza a posteriori. Marhya, de hecho, no para de analizar cada paso como si de una novela de misterio se tratara.

Es sorprendente lo adictivo que resulta pese a que, básicamente, consiste en ver a gente hablando y lanzando teorías. Traitors es un reality en el que las rencillas de la convivencia no entran en juego, nadie tendrá que superar grandes pruebas de resistencia física, no están expuestos a la votación del público ni su popularidad influirá en lo lejos que lleguen. Aquí entra en juego la capacidad para generar confianza e incluso la inteligencia de desconfiar de los demás: ya se sabe, piensa mal y acertarás. Traitors es entretenimiento del bueno, del saludable (hay traiciones y mentiras, sí, pero como en cualquier juego de estrategia) y que mantiene al espectador atento y activo. Esta ha sido una buena edición con un final de lo más inesperado. Una gran opción para las noches veraniegas. Como decía Bonet en las promos, a quienes no lo hayan visto, feliz asesinato.