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RTVE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Futuro imperfecto’: Buenafuente, el de siempre, ha vuelto a la tele. Y bendita vuelta

El nuevo programa de La 1 esun monólogo largo, bien hilvanado y trufado de frases-estilete sobre los asuntos de enjundia contra los que es necesario usar el arma del sarcasmo

ANdreu Buenafuente, furuto imperfeco, tve

Andreu Buenafuente regresó anoche a la televisión, a TVE, con Futuro imperfecto, que en realidad era un monólogo largo que atravesaba el programa, bien hilvanado y trufado de frases-estilete sobre los asuntos de enjundia contra los que es necesario usar el arma del sarcasmo, de la ironía; de bromas diversas de las suyas que son marca de la casa, y de apariciones insólitas y de relumbrón: esa Melody interpretada por una gloriosa Silvia Abril, la única cómica rotunda que ha salido de la factoría de El Terrat. Y cómo no, Raúl Cimas: la química que tienen los dos, y que se trabajaron durante los años de Late motiv, en Movistar+, sigue inundando los platós y los teatros cada vez que se sientan juntos frente a las cámaras.

Vimos al Andreu de siempre, arropado por el equipo de siempre. Que no se olvide eso, que es un comunicador rodeado de los amigos con los que creó su factoría, que no trabaja solo, que no se escribe sus guiones, (para eso están los guionistas del audiovisual, un colectivo que no hay que dejar nunca de reivindicar), que sabe lo que sí puede hacer y lo que no.

Le vimos jaleado por un público que le quiere y que llenaba el teatro, haciendo lo que mejor sabe hacer, lo que le hemos visto hacer siempre. Y qué bien que así sea. Yo espero siempre sus apariciones televisivas con entusiasmo: a veces me rio a carcajadas, a veces solo sonrío, a veces nada, pero siempre sé que no va a defraudarme. Son muchos años viéndole llevar una línea recta en su carrera. Sin lanzarse a rocambolescas nuevas maneras, ni buscarse compañías estrafalarias, con la excusa de crear contenidos surrealistas o pop, que parece tan de moda ahora mismo.

Lo volvió a demostrar anoche, igual que lo hace en los monólogos que cada Navidad emite en TV3, su primera casa. Y yo lo agradezco de corazón. Y a juzgar por los comentarios anoche de Twitter (no, no voy a llamarlo de otra manera porque no me da la gana), otros tantos espectadores, también. A veces lo clásico es un clásico por algo, a veces apostar por un formato ya veterano, bien engrasado, que lleva un currazo por detrás de años, es una buena opción.

No he entendido nunca a los que le reclamaban que innovara, (Jimmy Fallon, David Letterman, Johnny Carson, ¿hola?) que hiciera otra cosa. Sobre todo, cuando se quedaba sin programa, cuando pasaba un tiempo en el dique seco y ciertos ejecutivos, siempre tan sagaces, le daban por amortizado.

Recuerdo a un productor andaluz (de un programa nefasto en el que yo trabajaba, en Canal Nou) que cada vez que alabábamos el trabajo del presentador catalán, vaticinaba su fin: “Siempre hace lo mismo, está acabado, en la tele hay que innovar. No puedes estar siempre abriendo tu programa con un monólogo. Además, se le nota mucho que es catalán…”, decía él con marcadísimo acento del sur, que nadie le cuestionó nunca.

No sé dónde anda ese tipo ahora mismo, creo que se fue a una tienda de neumáticos, pero sé dónde andaba anoche Buenafuente. En TVE, haciendo lo que sabe hacer bien, clavando un monólogo que abordó todo lo abordable: las pullas a la iglesia y al papado, a Trump, al poder de diversos tipos. E incluso a la propia cadena en la que se alojaba: como en pantalla se había visto que se perdía al entrar al teatro de la localidad catalana de Terrassa, donde se grababa el espacio, se excusó diciendo que “estaba más desubicado que Kiko Matamoros en la tele pública”. No se puede decir más con menos palabras.

Arrancó la cosa con una reconfortante declaración de intenciones:

“Este programa tiene una misión muy clara que es reírnos de todo, de nosotros mismos para empezar. El objetivo es reír, es satirizar, es utilizar la libertad de expresión desde una televisión pública para tratar de desentrañar un mundo que, no nos engañemos, cada vez está más encabronado”, aseguró.

Y ahí que nos dejamos llevar una vez más por el cómico catalán que más talentos para la comedia ha descubierto (nunca le agradeceré lo suficiente que nos descubriera a Berto, a Marc Giró o a Maldonado, a Évole, etc, todos ellos ya con su afortunada vida propia). De pronto, tras mofarse del apagón, llegó otra frase: “ese día nos quedamos incomunicados y sin luces, nos hicimos un Carlos Mazón”. Por supuesto sonó el aplauso en el teatro y digo yo que en las casas de muchos valencianos como yo.

Hubo a mi juicio un momento valle, y de verdad que lamento mucho resaltarlo. Reclamo y celebro siempre más presencia femenina en las pantallas, pero franqueza, ante todo: el programa decayó cuando dio paso a una nueva colaboradora que presentaba un informativo satírico. No sé si fallaba el guion o la cómica o ambas cosas, o si simplemente se cumplía la máxima esta de que Buenafuente tiene más química, más olfato, más todo, con ellos que con ellas. Esto es así. Lo he visto intentar que encajaran las cómicas en cada nuevo programa que arrancaba en diferentes cadenas, y solo he observado un triunfo sin paliativos con Silvia Abril. Tanto que ya sabemos cómo acabó de bien el asunto…

Carles Francino, director de La ventana y amigo personal de Buenafuente, me dijo una vez, hablando del cómico, “Cada uno se dedica a lo que sabe hacer. Y Andreu es el triunfo de la sencillez; es el socarrón tranquilo. Divertido, pero no graciosillo; ocurrente pero no repelente. Y curioso, muy curioso. Un escéptico no amargado. Es el Joan Capri del siglo XXI”. Anoche fue todo eso también.

Como yo soporto cada vez menos a los escépticos, a los que están de vuelta y a los cínicos, me quedo con una frase de anoche, que creo que está pidiendo mármol: “El odio tiene mejor márquetin que la bondad, pero el humor es más fuerte que el odio. Vamos a hacer lo que nos dé la gana. Nosotros y nuestro sentido común”.

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