León XIV, el desaparecido
A los cuatro meses de su elección, la sensación mediática es que el Papa parece haberse evaporado. Pero es deliberado, busca un gobierno menos solitario y sin protagonismo contra la polarización interna. Esta semana empieza a descubrirse con su primer libro-entrevista


Transcurridos cuatro meses de su elección, el pasado 8 de mayo, el enigma de León XIV sigue en buena parte intacto porque la sensación mediática, más aún fuera de Italia, es que simplemente ha desaparecido. Tiene una intensa agenda, hace discursos casi a diario y se da baños de multitudes en San Pedro en el papamóvil en las audiencias de los miércoles, pero apenas trasciende a los medios, porque casi nunca da titulares y mucho menos anécdotas. Lejos de ser un problema de comunicación, se trata de algo deliberado, muy unido a su idea del papado, tal como la enunció, literalmente, al día siguiente de su elección: “Desaparecer para que quede Cristo, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado”.
Este deseo de centrarse en la esencia del mensaje cristiano y la súbita falta de protagonismo supone un enorme contraste con Francisco, su predecesor, y tampoco es casual, sino precisamente una de las razones para hacerlo. Porque una de las prioridades de Robert Prevost es poner paz en la Iglesia entre facciones hasta ahora muy enfrentadas, algo que pasa también por un modo de gobierno menos solitario y personal. “Este querría que fuera nuestro primer gran deseo: una Iglesia unida, signo de unidad y comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado”, dijo en su homilía de inicio del pontificado del 18 de mayo. Y añadió que gobernaría “sin ceder nunca a la tentación de ser un caudillo solitario o un jefe colocado por encima de los demás”.
El nuevo papa no ha dado motivos a ningún sector para enfadarse, pero tampoco para considerarlo de los suyos. Es observado con mucha atención, y lo sabe. Hace discursos muy meditados y muy claros, no quiere resbalar y no improvisa nunca. Ni siquiera lo hizo en su multitudinario encuentro del jubileo con los jóvenes en Roma en agosto, leyó hasta las respuestas a las preguntas que le hicieron los chavales. “Es el mismo Prevost de Perú, él es así, es una estrategia clarísima, porque es muy inteligente. Pueden tomarle por blando o por mediocre, pero se mueve con mucha astucia, sin hacer ruido y con una agenda muy clara”, confía un prelado que conoce su trayectoria en Perú.
Fuentes consultadas en el Vaticano y el país andino coinciden en que León XIV está en la línea de Francisco, pero con un estilo totalmente distinto. Ha secundado ya con palabras claras, aunque no siempre ha llegado a ser noticia, la lucha contra los casos de pederastia del clero (“No se pueden meter en un cajón, hay que afrontarlos”, dijo la semana pasada), el respaldo a los periodistas que los investigan, la protección del medio ambiente, la defensa incondicional de los inmigrantes y el apoyo al pueblo palestino y la condena de los desplazamientos forzados.

Sobre todo, no tiene prisa y se tomará su tiempo. Este domingo acaba de cumplir 70 años y si no tiene graves problemas de salud es un pontificado que puede ser largo y marcar la Iglesia, después de dos más cortos, el de Benedicto XVI (casi ocho años) y Francisco (12), que murió el pasado mes de abril con 88 años.
“Su prioridad es calmar las aguas, quiere sanar la polarización en la Iglesia. Puede hacerlo porque su perfil ha sido muy bajo, nadie sabe nada de él”, opina Elise Ann Allen, corresponsal en Roma del diario digital estadounidense Crux, que el próximo 18 de septiembre publica un libro con la primera entrevista larga que ha dado Robert Prevost. Se titula León XIV: ciudadano del mundo, misionero del siglo XXI, y sale en castellano en Perú, y en octubre en España. Por primera vez, dará pistas de sus ideas en una conversación coloquial. Este domingo el diario peruano El Comercio ya publicó un extracto del libro.
“Tiene ideas claras, pero estos meses está escuchando, mirando a su alrededor, estudiando el terreno. Quiere hablar con todos porque entiende que él no es la Iglesia, y debe hablar con toda la Iglesia”, explica Allen. “Es flexible y es sincero. No se aferra a sus ideas, cree que él no es el centro, que el centro es la gente y lo que necesita la Iglesia. En mis conversaciones con él le he preguntado varias veces cuál es su plan para tal problema, y me ha respondido que aún no lo sabe, que lo está pensando”. Allen, que entabló amistad con Prevost en Perú en su investigación de los abusos en el grupo ultraconservador Sodalicio, cree que pasará un año sin grandes decisiones ni novedades.
Lo más inminente es un viaje a Líbano y Turquía en noviembre, con motivo del 1.700 aniversario del concilio de Nicea. A inicios de 2026 se prevé un viaje a Argentina (donde nunca fue Francisco, otra herida que quiere cerrar), Uruguay y Perú, según fuentes vaticanas. También está preparando una exhortación apostólica, su primer documento importante. Pero en cuanto a nombramientos, lo más decisivo para dirigir su rumbo, el nuevo Papa dejará que pase el tiempo, que llegue la hora de la jubilación natural de los jefes de dicasterio.
Entretanto, irá formando su propio equipo de confianza, y será entonces cuando alcance velocidad de crucero. “Desde luego no es un conservador pero tampoco un insensato, es muy pragmático y muy culto, es un estadounidense y es matemático”, resume Giovanni Maria Vian, historiador y director del Osservatore Romano, el diario vaticano, del 2007 al 2018.
Pacificar la Curia
Salvo sorpresa, el secretario de Estado, Pietro Parolin, su rival en el cónclave y que había ido siendo relegado por Francisco, aún seguirá en su puesto durante un periodo. Porque es difícil buscarle un hueco sin que suene a una degradación. Los cargos más prestigiosos podrían ser arzobispo de Milán o patriarca de Venecia, su tierra natal, pero a quienes los ocupan actualmente, con 74 y 71 años respectivamente, aún les queda tiempo para el retiro, que llega a partir de los 75.
Al mismo tiempo, la secretaría de Estado ha recuperado su centralidad en la labor diplomática, con la que ha ido corrigiendo la línea de Francisco: se ha acercado más a Ucrania y ha recuperado la relación con Israel. No se ha producido ni por asomo, como se aventuraba con su elección siendo estadounidense, ningún enfrentamiento o siquiera una interlocución del Papa con Donald Trump. León XIV también ha desaparecido del debate político directo.
El pontífice es especialmente cuidadoso con la Curia porque sabe que no le votaron, y además también padeció sus intrigas desde que llegó a Roma en 2023. No quiere sembrar más divisiones y desea pacificarla, tras años de choque con Francisco. Jorge Mario Bergoglio montó una especie de corte paralela y vivió fuera del apartamento del palacio apostólico.
Se da ya por hecho que León XIV regresará a la residencia habitual de los papas, cuando terminen las obras de acondicionamiento, y una de sus primeras audiencias fue con los empleados vaticanos, a los que volvió a dar la tradicional paga extra de 500 euros que siempre se ha otorgado con cada elección de un papa, pero que Francisco suprimió. Y les hizo un guiño claro: “Los papas pasan, la Curia permanece”.
Prevost ha tenido pequeños gestos de este tipo desde el primer día, recibidos con satisfacción por los sectores más conservadores. Cuando se asomó al balcón de San Pedro por primera vez llevaba los hábitos tradicionales, que Francisco descartó al ser elegido, y también habló en latín y cantó, cosas que su predecesor no hacía. La semana pasada dio permiso al cardenal conservador estadounidense Raymond Burke para celebrar una misa en latín en San Pedro en octubre, con motivo de la peregrinación anual Summorum Pontificum, ceremonia que Francisco le había prohibido.
Restablecer las vacaciones en Castel Gandolfo ―Bergoglio dejó de ir porque dijo que los papas no descansaban― fue otra señal de regreso a la rutina de siempre. Estas señales, ha escrito el sacerdote y teólogo estadounidense Robert P. Imbelli, “sugieren que, a diferencia de la propensión de Francisco de adaptar la misión a su persona, León XIV quiere adaptar su persona a la misión”. Una forma más de desaparecer.
Pero León XIV también ha lanzado señales a los sectores más aperturistas. Regala concesiones a unos y otros, deja hacer, pero está atento a que no le usen. Por primera vez ha participado en el jubileo más de un millar de personas del colectivo LGTBIQ+. En mayo nombró a una monja, Tiziana Merletti, nueva secretaria del dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada, ya dirigido por primera vez en la historia por otra religiosa, Simona Brambilla. Este sábado, hasta se celebró el primer concierto pop de la historia en la plaza de San Pedro, con la reguetonera colombiana Karol G entre las invitadas. Era algo bastante anómalo heredado de Francisco que el Papa dejó que sucediera, pero no apareció, se quedó en casa durmiendo.
Lo cierto es que también el ala más progresista, como los más firmes defensores del sínodo, le miran con precaución, no era su primera opción como papa. La reformulación del sínodo que emprendió Francisco, una gran asamblea de la Iglesia con participación de laicos y mujeres junto a obispos y cardenales, muy criticada en el campo conservador, es una de las bombas que ha dejado en el camino a León XIV. Tiene marcada la agenda hasta 2028, y una de las incógnitas en el aire es si respetará la hoja de ruta o la retocará.
“El balance de estos primeros meses es positivo. Ha aplacado las divisiones, a la espera de sus decisiones, porque en muchos asuntos todavía no se ha pronunciado, lo que hará en los próximos meses, aunque no me espero decisiones clamorosas. De momento quiere hacer olvidar la autocracia papal de Francisco, que junto a la polarización es una de sus herencias más complicadas”, opina Vian.
León XIV aún tiene por delante varios asuntos delicados, caminos que dejó abiertos Francisco con notable oposición: el papel de las mujeres en la Curia y en la Iglesia, el diaconato femenino, el celibato sacerdotal, reactivar y ordenar la lucha contra los abusos a menores, la agenda progresista de la Iglesia alemana, las relaciones con el judaísmo y el Islam, el estatus del Opus Dei (ahora debe resolver en España, por ejemplo, la pelea en torno al santuario de Torreciudad). “Lo hará todo sin crear más agitación, dice que el mundo ya está suficientemente agitado”, apunta Elise Allen.
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