España se queda a un paso de la élite mundial en la lucha contra el tabaco
Sanidad ha renunciado a regular por decreto el empaquetado genérico, lo que contribuiría a situar al país entre los cinco con mayor respuesta al tabaquismo, según un informe de la OMS


Países Bajos, Brasil, Mauricio y Turquía tienen ―al menos― una cosa en común: son los únicos cuatro países que incorporan en sus legislaciones todas las medidas de control del tabaquismo que propone la Organización Mundial de la Salud (OMS) para reducir la mayor causa de muerte y enfermedad prevenible. España está a un solo paso de igualarlos en el siguiente grupo de siete países con más controles, según un informe que la OMS ha publicado este lunes.
El Ministerio de Sanidad tenía en su hoja de ruta imponer el empaquetado genérico, lo que impulsaría a España a ese grupo, pero eliminó esta medida durante la tramitación del Real Decreto con métodos para reducir el tabaquismo y el vapeo. Consiste en quitar los logos de las marcas, que solo aparecerían impresos con una letra aséptica. Los elementos de diseño y colores atractivos, que pueden incentivar el consumo, se sustituyen por advertencias e imágenes sobre los efectos perjudiciales para la salud, algo que ya han impuesto 25 países.
Además de esta medida, España no puntúa al máximo nivel en otras dos: las campañas institucionales contra el tabaquismo en los medios de comunicación y las medidas de apoyo para dejar de fumar, según el informe bienal que se ha presentado en la Conferencia Internacional de Control del Tabaco en Dublín, a la que EL PAÍS ha acudido invitado por Vital Strategies, una organización sin ánimo de lucro que trabaja para fortalecer los sistemas de salud pública en todo el mundo.
La OMS evalúa los esfuerzos contra el tabaquismo en función de la denominada estrategia MPOWER, siglas que en inglés se corresponden con la primera letra de los seis pilares en los que descansa: monitorizar el consumo de tabaco (con encuestas que permitan conocer la realidad), proteger a la población del humo (con leyes que aseguren espacios libres de humo), ofrecer ayuda para el abandono (con programas de cesación), advertir de los peligros (en las cajetillas), aumentar los impuestos y hacer cumplir las prohibiciones sobre publicidad, promoción y patrocinio.
Detrás de los cuatro países que puntúan al máximo nivel en todas ellas, España se sitúa en un segundo grupo en el que también están Etiopía, Irlanda, Jordania, México, Nueva Zelanda y Eslovenia. Esto no refleja la incidencia del tabaquismo, sino las políticas contra él. Pero la estrategia MPOWER se ha mostrado efectiva: dos de los países a la cabeza (Países Bajos y Brasil) han conseguido rebajar el número de fumadores en un 30% y un 35% respectivamente.
La OMS calcula que, en todo el mundo, la implementación de estas estrategias, que se idearon hace 20 años, salvan cada año siete millones de vidas, aunque el tabaco se sigue cobrando ocho millones anualmente, de los cuales 1,3 millones lo hace por el humo de segunda mano.
El informe destaca avances notables en el uso de advertencias sanitarias gráficas en los envases de tabaco, que ya son obligatorias en 110 países —frente a solo 9 en 2007— y protegen al 62% de la población mundial. No obstante, la OMS advierte de que la aplicación de estas medidas es desigual y de que los productos de tabaco sin humo siguen mal regulados. Aunque el 36% de la población mundial vive en países con campañas antitabaco eficaces —el doble que en 2022, fecha del último estudio—, aún hay 110 países que no han desarrollado ninguna desde entonces. El texto subraya también la necesidad de mejorar en fiscalidad, cesación y publicidad: 134 países no han encarecido el tabaco, solo tres han subido impuestos al nivel recomendado desde hace dos años, apenas un tercio de la población tiene acceso gratuito a servicios para dejar de fumar, y las prohibiciones publicitarias más completas solo están en vigor en 68 países.
El balance general, sin embargo, es positivo. La implementación de esta y otras medidas se ha ido reflejando en la prevalencia del tabaco: en el año 2000 una de cada tres personas mayores de 16 años fumaba, mientras que en 2022 (fecha del último informe global de la OMS, publicado el año pasado) la porción había bajado a una de cada cinco.
En esas mismas fechas, el tabaquismo cayó en España 10 puntos, de un 32,6% a un 23,3%, una cifra que se basa en la encuesta Edades del Ministerio de Sanidad, que mide la incidencia en personas de 15 a 65 años. Según el INE, que no pone límite de edad, la cifra es menor: un 17%, lo que refleja que los mayores de 65 lo dejan en mayor medida que los menores.
La caída, sin embargo, se ha estancado en los últimos años. Para seguir impulsándola, el Ministerio de Sanidad trabaja en un paquete de medidas que van por dos vías principales. En primer lugar, un Real Decreto para regular el vapeo, que se ha convertido en la puerta de entrada para fumar entre los jóvenes. Este mismo texto incluía el empaquetado genérico, algo que fue suprimido tras las negociaciones con el resto de los ministerios, en las que están muy involucrados, sobre todo, Agricultura y Hacienda.
La otra gran medida de Sanidad es una ley cuyo borrador amplía los espacios libres de humos. El director general de Salud Pública, Pedro Gullón, señaló en una rueda de prensa el mes pasado que la intención del ministerio es incluir el empaquetado genérico en la ley, algo que, en cualquier caso, tendría que recibir el visto bueno del Congreso, donde empezará a tramitarse en unas semanas.
Los retos en tabaquismo
Estas no son las únicas áreas de mejora para España. Rodrigo Córdoba, médico de familia y miembro del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo, en la línea del informe de la OMS, explica que los avances en los programas de cesación tabáquica han sido muy escasos, más allá de la financiación de fármacos para dejar de fumar. También señala la escasez de campañas: “Son pocas y están infradotadas. La más grande se hizo en 2005, con 20 millones de euros. El resto son campañas pequeñas, de un millón de euros, cuando el cálculo es que habría que dedicar un euro por habitante y año para que realmente tengan impacto, lo que en España serían unos 48 millones”.
Córdoba también critica la enorme accesibilidad al tabaco que hay en España: además de los estancos, la Comisión del Mercado del Tabaco cifra en 150.000 las máquinas expendedoras. “Esto permite el acceso a menores, porque el mando a veces funciona y a veces no. Todo lo que sea ponérselo fácil al fumador y no difícil va en contra del control de la epidemia”, subraya.
España cuenta también con un amplio margen para subir el precio de las cajetillas. Un estudio publicado la semana pasada, que se puede consultar de forma interactiva, mostraba que si se doblase lo que cuesta, hasta los 11,31 euros (similar al de otros países europeos), se bajaría en cinco puntos el porcentaje de fumadores, lo que además supondría una reducción en los gastos derivados del tabaco de más de 16.000 millones de euros para el Estado.
La subida de impuestos ha sido uno de los reclamos que ha hecho en la presentación del informe Guy Marks, presidente de The Union (la principal sociedad médica internacional de enfermedades pulmonares): “[La caída de inversiones internacionales en salud] no debería verse afectada en el tabaco, porque uno de los elementos de control es la subida de impuestos. Si no se hace más es porque muchos gobiernos creen que ganan más sin hacerlo, porque hay enormes intereses políticos y económicos en mantener las ventas”.
Rüdiger Krech, director de Promoción de la Salud de la OMS, ha subrayado que por cada euro que se invierte en medidas preventivas, se recuperan siete. Y ha advertido sobre cómo la industria opera contra las estrategias de control para seguir manteniendo sus ventas, sobre todo, a través de las nuevas formas de fumar: cigarrillos electrónicos, bolsitas de nicotina o tabaco calentado. “Son las mismas tácticas de siempre, ahora con otro envoltorio. Te ofrecen una supuesta opción saludable, inundan el mercado con miles de nuevos productos que deben regularse uno por uno, intentan centrar la atención en estas novedades, pero su mayor negocio sigue siendo el tabaco clásico y original; es de ahí de donde sacan el dinero”, ha concretado.
Lo que hace la industria con estos productos, sostiene Krech, es atraer a los más jóvenes a la nicotina, convertirlos en adictos cuando más vulnerable es su biología y reclutar a una futura generación que rechaza mayormente el consumo tradicional. “Una vez enganchados, acabarán pasando de estos dispositivos al tabaco convencional”, ha sentenciado.
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