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Desde las vacunas al alcohol: cómo los médicos afrontan el negacionismo científico en la consulta

Una Atención Primaria saturada complica la lucha contra creencias sin rigor que suponen un riesgo para la salud pública

Negacionismo científico
Pablo Linde

En casi medio siglo pasando consulta, Juan José Rodríguez Sendín ha visto casi de todo. En sus inicios recuerda que una familia lo llamó para atender a su hijo, que tenía sarampión. Lo tenían sudando, abrigado con una manta roja, bajo la luz de una bombilla del mismo color. “Cuando les pregunté para qué hacían eso, me respondieron: ‘Es para que le salga todo el rojo”.

Creencias más o menos exóticas han existido siempre, y los médicos han tenido que lidiar con ellas en consulta. También el negacionismo de la ciencia, que antes se difundía de boca a boca y ahora corre como la pólvora por las redes sociales. Sendín ve con preocupación cómo algunos movimientos políticos, generalmente de extrema derecha, usan estas palancas para arrastrar pasiones y votantes. Pone como ejemplo Estados Unidos y Robert F. Kennedy, el equivalente al ministro de Sanidad, que está en contra de las vacunas mientras el sarampión se está extendiendo cuando estaba ya arrinconado.

En el congreso nacional de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), que se celebró la semana pasada en Las Palmas (y al que EL PAÍS ha acudido invitado por la organización), los facultativos han debatido cómo hacer frente a esta ola, que en España no cala de momento tanto como al otro lado del Atlántico, pero que también puede suponer un peligro para la salud pública.

Los mayores riesgos del negacionismo, según Sendín, están vinculados a intereses económicos. “Son el de los daños del tabaco y del alcohol”, resume. Ya no queda prácticamente nadie que dude del perjuicio de fumar, ni siquiera los adictos a la nicotina, pero sí es muy frecuente minimizar “la droga nacional” y pensar que el alcohol es inocuo.

Pese a que el consenso científico coincide en que la única cantidad segura de alcohol es cero, la percepción popular, alimentada a veces por profesionales sanitarios, es que las ingestas moderadas pueden ser incluso positivas, como algunos estudios sesgados de la industria intentan promocionar. El mes pasado, 25 sociedades médico-científicas se unieron para rechazar la idea de que existe un “consumo responsable” y para respaldar el anteproyecto de ley para reducir el consumo en menores que el Ministerio de Sanidad ha aprobado y que tiene que tramitar ahora el Congreso.

Un gran frente de negacionismo llegó con la pandemia. Pese a que en España los datos de la vacunación reflejan que fue muy minoritario y que la población confía en general en el sistema sanitario, sí que hubo un pequeño grupo que negó su utilidad o, en los casos más extremos, que pensaban que se trataba de algún tipo de experimento para controlar a la población. Entre estos últimos, reconocen los médicos consultados, la batalla está perdida. Pero a los primeros se les puede convencer con diálogo y datos.

“Más que convencer”, matiza la médica Mónica Rengel, “se trata de informar”. Poner sobre la mesa datos, pros y contras, reconocer los posibles efectos secundarios pero contextualizarlos con los beneficios. “Los abuelillos normalmente confían más en su médico de toda la vida, porque lo conocen. Pero personas más jóvenes, de entre 30 y 60 años, a menudo hacen más caso a lo que ven en las redes sociales”, continúa.

Varios facultativos coinciden en señalar casos de colesterol muy alto en personas que siguen dietas con poca base científica o que prefieren recurrir a terapias alternativas para tratarlo antes que a medicamentos que han mostrado salvar vidas. “Un paciente vino con 600 [miligramos de por mililitro de sangre] de triglicéridos, que es una barbaridad. Le recomendé una medicación que no tomó, porque dijo que prefería seguir una dieta. Al tiempo volvió con 1.200. Después, nunca más regresó a la consulta”, dice doctora María Victoria Calvo, quien asegura que son frecuentes los casos de personas que piden analíticas en la pública, pero desoyen los consejos de su médico y las ponen en manos de otros pseudoterapeutas.

Qué hacer ante el negacionismo

Ante este tipo de pacientes, muchos sanitarios reconocen que la tentación es negar sus creencias, minimizarlas, y recomendarle el tratamiento que consideran adecuado, especialmente cuando los pacientes se acumulan en la sala de espera y no hay jornada laboral que permita atenderlos a todos con la dedicación que merecen. Esto ahorra tiempo, pero es ineficaz.

Lo que hay que hacer ante estos pacientes, argumenta Sendín, es escucharlos y averiguar los motivos por los que se opone a la evidencia científica: cuáles son sus experiencias, explorar su ciclo vital y qué es lo que ha ocurrido para llegar ahí. Después de eso, intentar reflexionar con diferentes estrategias.

“En principio, hay que aconsejarle, ponerle ejemplos de por qué lo que cree no es así. Por otro lado, intentar llegar a acuerdos”, explica Sendín, que cree que siempre será mejor que un paciente siga un tratamiento, aunque sea parcialmente, a que lo rechace de plano. Asume que el consumo de alcohol ideal es cero, pero sabe que hay personas que difícilmente llegarán ahí, y en las que es mejor intentar una reducción. “Si por casualidad la cuestión se pone difícil, es mejor postergar la conversación a otros momentos. Pero nunca, nunca, nunca negar de forma violenta lo que el paciente cree, o llegar a discusiones y confrontaciones que son inútiles”, zanja.

Los médicos tienen varios rivales a la hora de ganar la confianza en la consulta. Las redes están inundadas de consejos sobre salud. “Muchos buenos”, como reconoce Aythami Rivero, residente en un centro de salud de Galicia, pero otros descontextualizados, cuando no por completo disparatados contra los que es complicado argumentar en una Atención Primaria saturada, con cupos de miles de pacientes a los que solo se les puede dedicar unos pocos minutos. “Es muy difícil desmontar una creencia en tan poco tiempo”, continúa.

También están los pseudoterapeutas, que pueden dedicar una hora al paciente, comprenderle y decirle que su tratamiento lo va a curar. Un médico no puede ser tan tajante, porque la ciencia se basa en probabilidades y ni el mejor medicamento cura con toda seguridad. “Tenemos seis o diez minutos para él, estás mirando a una pantalla y si consideras que es banal, tiendes a decirle que no se preocupe y a minimizarlo. Pero si él lleva una semana dándole vueltas, esto no le va a hacer olvidarse y, en ocasiones, acaban recurriendo a estas otras terapias sin base científica”, explica Rivero.

En definitiva, lo que deberían hacer los médicos, opina Cristina Santomé, portavoz de la SEMG, es reflexionar, analizar por qué la gente es negacionista y qué pueden hacer ellos para cambiarlo: “Básicamente, es empatía y escucha activa, porque muchas veces nos damos cuenta de que son personas en situación de vulnerabilidad y que hay quien se aprovecha de los miedos y la ignorancia”.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.
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