Sanidad ultima un sistema de vigilancia de patógenos en aguas residuales para monitorear amenazas epidemiológicas
El ministerio quiere rastrear el origen, la localización y la expansión de virus que puedan suponer una amenaza de salud pública

Las aguas residuales pueden decir mucho sobre la población que las desecha: desde las drogas que consume a los virus que padece. Durante la pandemia, multitud de proyectos la analizaron para tratar de rastrear el avance del coronavirus y desde la alerta de salud pública internacional que la OMS decretó por la mpox, el verano pasado, el Ministerio de Sanidad se propuso establecer un rastreo sistemático que pudiera alertar de amenazas epidemiológicas. El departamento ultima la licitación del proyecto, pero no estará en marcha hasta dentro de un año.
Santiago González, subdirector de Salud Ambiental de Sanidad, explica a EL PAÍS que el contrato estará listo en dos meses. “Es un contrato de vigilancia epidemiológica en aguas residuales para entender cómo circulan virus en las poblaciones a través de la medida de cómo evolucionan ese tipo de aguas”, señala. Uno de los retos, añade, será procesar todos los datos que se recopilen, a través de inteligencia artificial y Big Data, para llegar a conclusiones.
A falta de que se publiquen los detalles de la licitación, González adelanta que la vigilancia no tiene por qué circunscribirse a virus (como polio, gripe, SARS-CoV-2 o mpox), sino que el sistema puede servir para analizar estupefacientes y otras sustancias presentes en las aguas. Este tipo de sistemas pueden alertar incluso de las resistencias de las bacterias a los fármacos, uno de los problemas de salud pública que más preocupan a las autoridades sanitarias.

La herramienta complementa a los sistemas de vigilancia clínica y puede ser útil para alertar de la presencia de patógenos en una población antes incluso de se hayan producido manifestaciones en los pacientes. Un ejemplo que ponen varios expertos consultados es el de la gripe aviar, que se encuentra en el punto de mira como uno de los posibles causantes de la siguiente pandemia. En Europa está ahora mismo circunscrito a aves salvajes, pero en Estados Unidos el problema está afectando a granjas, tanto en vacas como en aves, lo que ya lastra la producción cárnica y de huevos.
Un sistema de monitoreo de aguas residuales como el que va a poner en marcha Sanidad podría servir para alertar a las autoridades de que este virus ha llegado a determinadas zonas, cómo se expande, qué variantes circulan, de manera que podrían localizarse antes de que los animales lo manifestasen de forma masiva, con lo cual también se podrían adelantar las medidas de prevención.
Gloria Sánchez, del Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA-CSIC), ejemplifica cómo con el coronavirus, sobre todo en los momentos en los que apenas había disponibilidad de test, las aguas residuales adelantaban el incremento de la incidencia de la enfermedad antes de que se colapsaran los hospitales. “Te permite ir viendo los picos o analizar si aparece alguna variante nueva que pueda ser más virulenta o tenga un patrón especial”.
El IATA trabajó por ejemplo en el campo murciano, ante la preocupación de los agricultores de que las aguas con las que regaban las hortalizas estuvieran contaminadas con el virus, y esto pudiera acabar ocasionando contagios a través de la comida, antes de saber exactamente las principales vías de transmisión de la covid, que son aéreas. Walter Randazzo, que también trabaja en el instituto, recuerda que se comprobó que la contaminación era “prácticamente inexistente”, pero verificaron que antes del tratamiento de las aguas sí había presencia del virus.
El sistema, pues, no es ni mucho menos nuevo. Hay en marcha distintos proyectos de comunidades autónomas, ayuntamientos y universidades, y durante la covid el Ministerio de Sanidad ya coordinaba uno en todo el país. También existe una red internacional para detectar poliovirus: de la familia de los que causaban la poliomielitis, una enfermedad sumamente peligrosa que está en vías de erradicación, pero que todavía se resiste a desaparecer en países como Pakistán o Afganistán, donde sigue siendo endémico, y que amenaza con expandirse en occidente por la bajada de las coberturas vacunales.
La novedad ahora es que se monitorearán más patógenos (no solo el coronavirus), en una red nacional a tiempo real, en un proyecto de largo plazo: la licitación inicial será de cinco años, lo que no impide que luego continúe.
Cómo se analizan las aguas
Los laboratorios que analizan estas aguas disponen ya de una batería de métodos afinados para detectar virus concretos o establecer perfiles más amplios de lo que circula en la población. Rosina Gironès, jefa del Laboratorio de Virus Contaminantes de Agua y Alimentos de la Universidad de Barcelona, explica que “con apenas 100 mililitros de agua residual se puede obtener muchísima información si se concentran bien las partículas víricas y se aplican técnicas sensibles como la PCR cuantitativa”. A través de esta metodología, se amplifican regiones específicas del genoma viral que permiten confirmar la presencia de un virus conocido, así como detectar posibles variantes.
Hay dos posibilidades: la búsqueda de un patógeno concreto (o varios), que es más sencilla, o una secuenciación en bloque, que puede revelar la presencia de múltiples patógenos, y que es una técnica menos sensible. Este enfoque, explica Gironès, puede localizar la presencia de decenas de virus diferentes, tanto humanos como animales. “En nuestras heces puede haber cientos de ellos, pero la mayoría de ellos no nos afectan. Con las técnicas adecuadas podemos perfilar los de interés sanitario, podríamos seleccionar los de vertebrados, y descartar otros, como los vegetales [que son multitud] o los bacteriófagos [que infectan a bacterias]”, detalla. Para ello, existen sistemas de enriquecimiento selectivo, con sondas diseñadas para capturar solo las familias víricas relevantes, lo que multiplica la sensibilidad sin necesidad de aplicar estas técnicas a todas las muestras de forma rutinaria.
Los equipos necesarios pueden ir desde pequeñas centrifugadoras de sobremesa hasta sistemas automatizados a presión, y permiten trabajar con volúmenes muy distintos, desde aguas residuales a muestras de ríos, humedales o agua de baño. “Lo más importante es tener claro qué buscas y aplicar la técnica adecuada”, insiste Gironès. El objetivo ya no es solo la vigilancia de enfermedades humanas, sino también virus animales que podrían dar el salto de especie. Además del de la gripe aviar, que es quizás el que más preocupa, también están en el punto de mira los arbovirus transmitidos por mosquitos. Algunos como el de la fiebre del Nilo, el del dengue, el del chikungunya están cada vez más presentes en latitudes en las que antes no proliferaban y las aguas residuales pueden ser un buen chivato de alerta.
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