25 años de ‘Las vírgenes suicidas’, la película que enseñó al mundo a ver la adolescencia femenina de otra manera
Sofia Coppola puso en órbita una mirada capaz de redibujar los mitos femeninos desde la etapa más frágil y compleja de la vida, la adolescencia


Las vírgenes suicidas comienza con la frase que define toda la película. En el hospital, cuando la más pequeña de las hermanas Lisbon se recupera de su primer intento de suicidio, el médico le dice: “Pero qué haces aquí, bonita, si aún no sabes lo mala que es la vida. Y ella le responde: “Obviamente, doctor, usted nunca ha sido una chica de 13 años”.
Estrenada hace 25 años, la ópera prima de Sofia Coppola puso en órbita una mirada capaz de redibujar los mitos femeninos desde la etapa más frágil y compleja de la vida, la adolescencia. En esa explosiva transición entre la infancia y la vida adulta se sitúa el agujero negro de esta obra. La película, basada en la estupenda novela de Jeffrey Eugenides, habla del dolor de ese brevísimo instante en el contexto de una asfixiante familia ultrarreligiosa. Una represión que las hermanas Lisbon combaten con sus fantasías color rosa. Sofia Coppola adaptó la novela —narrada desde la memoria idealizada de los chicos vecinos de la familia Lisbon— construyendo su lenguaje alrededor de la elocuencia de los objetos femeninos.
Conocemos a las cinco hermanas, rubias y angelicales, a través de sus diarios, de su música (Todd Rundgren, Gilbert O’Sullivan, Bee Gees), del color de sus pintalabios y las formas de sus perfumes; de los corazones, flores y nubes que dibujan o recortan en revistas. Recluidas en su casa, rodeadas de esos objetos que definen su fantasía femenina, su lánguido erotismo remite a aquellas fotografías brumosas de David Hamilton que empapelaron las habitaciones de tantas adolescentes en los años setenta. Hamilton se suicidó en 2016 a los 83, cuando su legado y métodos empezaban a ser seriamente cuestionados. Con el tiempo supimos que detrás de aquellas ninfas había algo muy oscuro y que la mirada del fotógrafo británico a sus Lolitas no era la de Nabokov o Balthus.
Cecilia, Lux, Bonnie, Mary y Therese también se suicidaron, pero a los 13, 14, 15, 16 y 17 años, y en esta historia terrible la sexualidad es el detonante de la represión que representa su madre, interpretada por una aterradora Kathleen Turner. Entre los abalorios, pinceles y lazos de las Lisbon hay crucifijos y estampitas que muestran su callejón sin salida. Y todo desde la voz de unos chicos que en un momento dado afirman: “Sabíamos que ellas sabían todo de nosotros y nosotros absolutamente nada de ellas”.
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