De calzado ‘hippie’ a zapato de lujo: ¿y si el zueco fuese un augurio plutocrático?
Han llegado a firmas como Hermès o Miu Miu. “Definitivamente los zuecos están de regreso, esta vez con un twist de lujo del que no gozaron ni siquiera en su etapa de mayor auge”, dice Lauren Mechling


La vuelta de los zuecos se ha anunciado tanto como la del meteorito definitivo pero esta vez, puede ir en serio. Si seguimos el rastro del dinero y los precios de las webs de reventas —señales más fiables que los looks de los influencers—, podemos intuir un otoño abundante en suelas de madera y tachuelas. Los zuecos no favorecen ni gustan del todo a nadie, tampoco son especialmente cómodos, pero cada cierto tiempo todos los llevamos. Será por eso que nunca acaban de irse.
Su última resurrección oficial se avistó a inicios de 2025 en la Semana de la Moda de París. Se vieron en los estilismos de los early adopters que entraban a los desfiles y en los entusiastas que los esperaban a la salida. Pero no solo, en las mismísimas pasarelas, Miu Miu y Hermès, dos marcas poco sospechosas de espíritu Peace & Love, presentaron sus versiones de zuecos, cuyas copias mal o bien conseguidas veremos por todas partes este otoño.

Más pistas: esta temporada los Crocs, emblemáticos zuecos ugly shoes desde 2002, han seguido su triunfal incursión por el universo de la moda con un drop firmado Simone Rocha, un zapato cubierto de perlas que se agotó en menos de una hora. La marca inició sus colaboraciones con diseñadores en 2017 con Cristhopher Kane, y continuó en 2018 con Balenciaga. En septiembre de 2021 su CEO vaticinó que para 2026 sus ventas se habrían duplicado. Probablemente se haya quedado corto.
El archicopiado modelo Boston, el zueco de Birkenstock, es el responsable del crecimiento inaudito que tuvo la marca alemana en el segundo semestre de 2024, que casi rozó el 20%, según reconocieron en un comunicado donde también achacaron al Boston su rápida expansión asiática. El modelo ha sido el calzado preferido de todas las estaciones de Gigi Hadid y Kendall Jener, y según The New York Times los tonos topo y marrón son imposibles de conseguir incluso en las webs de reventa. Por cierto, Manolo Blahnik, Jil Sander y Proenza Schoulder no han dudado en asociarse en matrimonios de conveniencia más o menos fugaces con la marca que un día fue de guiri con sandalia.

“Definitivamente los zuecos están de regreso, esta vez con un twist de lujo del que no gozaron ni siquiera en su etapa de mayor auge. Considerémoslo un signo de esta época plutocrática”, opina vía email Lauren Mechling, creadora de la cuenta de Instagram @Cloglife, donde registra las idas y vueltas de este calzado. Mechling, escritora residente en Brooklyn, acaba de comprobar para S Moda que en la web de los almacenes Neiman Marcus hay al menos 13 modelos que cuestan más de 1.000 dólares. “Yo soy de pueblo pero esta temporada no le haría ascos a los zuecos de tachuelas de Tom Ford”, confiesa. El precio de este modelo oscila entre 760 y 950 euros, según la web que se consulte.
El origen del zueco o de sus primeras versiones se sitúa en los campos de Holanda alrededor del siglo XIII, como un zapato de trabajo agrícola que aguantaba bien el frío y la lluvia. Varias regiones europeas tienen en sus tradiciones calzados parecidos de suela de una sola pieza de madera que aíslan del suelo y son estables para andar en el fango. En Asturias, Cantabria, Galicia, León y El País Vasco se llaman almadreña, albarca, galocha o zoca gallega, y era el zapato de ir al campo, a la mina o a la fábrica. Solía dejarse en el porche y en el zaguán. Hoy, aunque todavía puedes encontrar alguno en el umbral de una casa, conforman casi todos los trajes regionales del norte de España, lo mismos que de Suecia y Países Bajos. Algunas marcas como la gallega Eferro, fundada en 1915, siguen fabricando zuecos según el modo tradicional. En 2019 ganó el Premio Nacional de Artesanía.
En Inglaterra los zuecos fueron el calzado de la revolución Industrial. “Eran baratos, duraderos y resistían bien el calor, la humedad y la lluvia, su popularidad entre los obreros ingleses no decayó hasta mediados de 1800 cuando las botas empezaron a bajar de precio”, explicó en una entrevista a la BBC Jeremy Atkinson, el último fabricante inglés de zuecos tradicionales. Hacia 1930 las élites urbanas dejaron atrás la pátina proletaria y folklórica asociada a este calzado y empezaron a usarlos para ir a la playa. En las revistas de entonces se llamaba zueco a cualquier zapato o sandalia con plataforma o suela de madera o corcho. En 1938 Elsa Schiaparelli presentó una colección de sandalias de noche diseñadas por André Perugia. Todas fueron denominadas zuecos. Por la misma época Vogue incluyó por primera vez los zuecos tradicionales, que solían usarse para labores de jardinería, en sus editoriales de moda.
Durante la Segunda Guerra Mundial ocurrió algo curioso con los zuecos. Casi todos los materiales estaban racionados, excepto la madera y el corcho y se empezaron a fabricar sandalias de plataformas altísimas con cierta ambición innovadora para quienes podían permitirse consumir algo divertido fuera de las cartillas de racionamiento. Así se convirtió en el calzado de la resistencia para las mujeres de la moda de París y Nueva York. Una osadía que duró hasta la llegada del modosito New Look de Christian Dior.

El gran auge de los zuecos como artefacto de moda tuvo lugar a finales de los años sesenta, justo tras el orden cincuentero de talle ajustado, medias de seda y zapatos de salón. En 1963 la marca zapatera estadounidense Herbert Levine presentó por primera vez unos zuecos fabricados con varias capas de madera. No tuvieron éxito hasta 1965 cuando los diseñadores repararon en ellos como el complemento perfecto para los vestidos pequeños y los caftanes de inspiración oriental que llegaban con la silueta más relajada de la década.
También en 1963 se mudó a Nueva York la empresaria sueca Ulla Olsenius que importaba en exclusiva zuecos desde Escandinavia para Olofdaughters, su pequeña tienda en Greenwich Village. El primer año solo vendió 5000 pares, pero en 1969 ya era la distribuidora exclusiva de ocho fábricas suecas y vendía al mes unos 23.000 de zuecos de colores primarios que aparecían sin parar en las páginas de Seventeen, el TikTok de los adolescentes de entonces. La cosa iba tan bien que Marimekko, la empresa de diseño finlandesa que deslumbraba al mundo, empezó a importar zuecos finlandeses con suelas lacadas en negro y tiras estampadas que se ajustaban al tobillo y se cruzaban hasta la rodilla. El mundo vibraba con el Peace &Love y Suecia era un país de prestigio, neutral, sin ejército. Más avanzados los setenta exportarían también al cuarteto ABBA, tan escandinavos y bohemios que lanzaron su propia línea de zuecos.

Este calzado de materiales naturales y hecho de modo artesanal encajaba muy bien con el movimiento contracultural de la época. En los años setenta ya se había consolidado una silueta desestructurada de faldas largas y fluidas y pantalones acampanados en la que los zuecos parecían la mejor elección posible. Gucci o MIA fueron las primeras grandes marcas que incluyeron en su catálogo la versión más tradicional del zueco y las sandalias con enormes plataformas de madera.
En los años ochenta y noventa el absoluto protagonismo de las zapatillas de deporte arrinconó al calzado holandés, que no es precisamente cómodo en su versión de madera. No obstante, Marc Jacobs, Chanel o Thierry Mugler siguieron incluyendo algún guiño nostálgico al calzado escandinavo en sus colecciones. En la edición actualizada de su Diccionario de la moda, Margarita Riviére apunta que la resurrección de lo hippy que trajo consigo el estilo grunge a principios de los noventa los hizo resucitar con más o menos fuerza entre los más jóvenes. Pero fue Tom Ford en su primer desfile primavera verano para Gucci (1994) quien los volvió a sacar del armario. Tiempo después el diseñador contaría a la prensa: “La gente se escandalizó: ¡Zuecos otra vez y en Gucci! Estábamos tan inseguros que solo hicimos seis pares para 20 modelos que se los intercambiaron durante el desfile, fue una especie de broma, pero los zuecos llegaron a las tiendas y empezaron a venderse”. Por entonces Miuccia Prada presentó Miu Miu e insistió sobre las sandalias con suela gruesa de madera y tachuelas.

Desde entonces los zuecos han tenido revivals más o menos tímidos que no han terminado de pisar fuerte, pero en 2017 triunfó contra todo pronóstico la tendencia ugly shoes, luego hubo una pandemia que acabó por subir al podio los llamados confort shoes, sobre todo los Crocs y el modelo Boston de Birkenstock. En 2021 la plataforma global de moda Lyst informó de que las búsquedas de zuecos habían aumentado un 124% comparadas con las del año anterior y, particularmente, las búsquedas de zuecos con suela de madera crecían a razón de un 65% cada mes. El renacimiento de este calzado ha tenido una gran aliada en Chemena Kamali, directora creativa de Chloé desde 2023, que ha impuesto la estética boho en las pasarelas y en las calles.
En su propuesta otoño-invierno de 2024, Hermès, la firma de lujo más prestigiosa del panorama, llevaba unos zuecos de madera robusta que parecían sacados de un armario setentero, seguidos de otras propuestas más delicadas pero también con suela de madera, incluida la estrella de la temporada, el zueco Kos con tachuelas, la interpretación escandinava de su mítica sandalia Chipre que intuimos será carne de fake esta temporada.
Si el zueco vuelve a imponerse encontrará un universo conocido, el camino allanado por la ya casi completa adopción del pantalón baggy acampanado y las blusas boho. No se les hará nada raro este mundo de 2025, con su ánimo de rearme, sus guerras frías y sus inútiles proclamas por la paz. Un lugar muy similar al que llegaron en los setenta, y quedará demostrado una vez más que la moda vuelve porque la historia se repite. O viceversa.
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