¿Ponerse tres o cuatro perfumes a la vez? ‘Layering’ así funciona la controvertida tendencia para personalizar el olor
El uso de fragancias sigue creciendo impulsado por los más jóvenes, que cada vez saben más sobre la materia. Se rompe con la idea del aroma para toda la vida y con la sacralidad del jugo, que se mezcla sin contemplaciones haciendo capas o ‘layering’


Algunos países árabes conservan una peculiar tradición olfativa: consiste en que, después de una cena, los anfitriones pasen una bandeja con distintas fragancias entre todos los comensales. Cada uno se perfuma al gusto y de esa mezcla de sensibilidades emana un olor concreto. Un aroma que irá directo al recuerdo de ese momento como solo saben hacer los olores. “Es muy bonito y mágico”, cuenta Mona Kattan, creadora de la marca de fragancias Kayali, “cuando me mudé a Dubái hace 23 años me sorprendió que la gente tuviera perfumes especiales para sus casas y que te los ofrecieran al llegar. Las fragancias han formado parte de esta cultura de manera profunda durante siglos”.
Una forma de entender el perfume que parte del conocimiento y la experimentación, y que ya se extiende por Occidente. Cada vez se compra más (en España en 2024, un 11% más que el año anterior) para mezclar o alternar. Atrás quedó la noción del aroma personal como algo monolítico. Así lo observan desde la multinacional Douglas: “Aquel comprador fiel a un único aroma, el perfume de toda la vida, se ha convertido en un coleccionista; una transición en la que la generación joven ha tenido un papel decisivo. La frecuencia de compra aumenta porque el perfume ya no es ‘algo que se termina’, sino ‘algo que rota”.
En redes triunfa la idea de crear un armario de perfumes, es decir, componer una pequeña colección que cubra varias familias olfativas. “Muchos están cansados de oler como todo el mundo y quieren diferenciarse a través de su fragancia”, explica Marta Tamayo, fundadora de la tienda de perfumería nicho Le Secret du Marais, “del mismo modo que no se tiene una sola camisa o un solo vestido, hay perfumes para expresarse según el momento o el estado de ánimo. Hoy somos más abiertos, existen más estilos y ocasiones, de ahí que también el uso del perfume único haya transitado hacia el de varios según la ocasión. Hay más información sobre qué es y cómo utilizarlo”. Entre los más atrevidos gusta el layering (literalmente, capas), que no es otra cosa que superponer olores, una costumbre importada de los países árabes.

“Se nota en las tiendas”, ratifican desde Douglas, “no se busca probar algo nuevo, sino construir algo propio. Cada vez es más habitual que el cliente llegue con una intención concreta: encontrar ese segundo o tercer acorde que complemente el perfume que ya usa. Piden recomendaciones de forma directa y sin timidez, con curiosidad. Preguntan qué combina con su vainilla favorita, cómo darle profundidad a un cítrico, qué nota puede suavizar un ámbar… Piden guías, pistas, mezclas inesperadas. Para el equipo de tienda este fenómeno ha cambiado la conversación con el cliente, ya no se trata solo de descubrir una fragancia, sino de imaginarla en diálogo con otra. El layering abre un espacio donde la pregunta ya no es ‘qué me llevo’, sino ‘qué puedo crear”. Un juego en el que entran también las brumas corporales (menos concentradas que un perfume tradicional, compuestas por agua y una mínima cantidad de alcohol), las fragancias para el pelo, los potenciadores, etc.
La tendencia que se hizo viral en redes ya ha llegado a las grandes firmas, fiel indicativo de que el ingenio no queda en anécdota: solo en 2025 Chanel lanzó primers de sus superventas Gabrielle y Coco Mademoiselle; Dior creó tres brumas para el cabello como parte de su popular línea Miss Dior, y Chloé enriqueció su colección Atelier des Fleurs con tres perfumes sólidos. Además, las brumas de cuerpo han escalado posiciones entre los más vendidos lideradas por las de Sol de Janeiro, favoritas de las adolescentes.
“El ‘layering’ abre un espacio donde la pregunta ya no es ‘qué me llevo’, sino ‘qué puedo crear”
Es fácil incorporar esas capas porque no hay normas, aunque sí un enfoque muy lúdico. Así lo defiende el perfumista James Heeley: “Lo bueno con los aromas es que no existen reglas obvias, sino gustos personales. Sin embargo, no tiene mucho sentido mezclar similares. Sugiero buscar contrastes y opuestos. Por ejemplo, combinar aromas frescos con notas amaderadas y orientales. Menthe Fraîche, uno de mis aromas, combina a la perfección con Cardinal, basado en incienso y ámbar”. Daniel Figuero —autor de Contraperfume (editorial Superflua), libro de culto sobre la industria de los aromas— añade varios consejos: “Para empezar utilizaría fragancias más ligeras con cítricos o composiciones florales suaves, más manejables y fáciles de complementar. Una estrategia segura es buscar perfumes que compartan algunas notas principales para armonizar. Y siempre aplicar la fragancia más intensa primero, como anclaje, para no opacar la más suave. Es fundamental probar antes para ver cómo se desarrolla la mezcla, ya que la química personal puede alterar el resultado”. Hay trucos universales, como que “el almizcle es una gran base”, recomienda Mona Kattan, “hay que pensar en él como en un primer que ayuda a prolongar cualquier fragancia”.

Es una práctica divertida, pero puede derrapar con las composiciones más redondas y complejas. Algunas no necesitan superponerse para volverse únicas y especiales: “Las fórmulas de los perfumes nicho son realizadas con mucha técnica y un perfecto equilibrio por perfumistas de renombre, lo que ya implica una calidad excepcional”, advierte Tamayo, la dueña de Le Secret du Marais. “Se podrían equiparar a obras de arte y no nos imaginamos a nadie intentando personalizar un Picasso o un Velázquez, añadiendo una capa de pintura por encima”. Algunos narices de prestigio como Francis Kurkdjian también se han posicionado en contra de esta práctica por los mismos motivos: sus creaciones ya son especiales en sí mismas.
Figuero, el autor de Contraperfume, señala una tercera vía: “Cada perfume es una creación compleja y autosuficiente, con una larga lista de ingredientes en una fórmula cuidadosamente equilibrada por un perfumista para ofrecer una experiencia completa. Por eso la idea de utilizar diferentes perfumes en distintas zonas me parece más atractiva”. Es la práctica que prefiere la perfumista de Loewe, Nuria Cruelles: aplicar un jugo en el cuello y otro distinto en las muñecas, para buscar el contraste con el movimiento.
Más allá de contrariedades creativas, no habría que dejar de lado la sensatez. “Los perfumes están evaluados individualmente”, advierten desde la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética (Stanpa), “la legislación europea exige que cada perfume sea seguro en sus condiciones normales o razonablemente previsibles de uso. La evaluación de seguridad, aunque siempre se basa en márgenes conservadores, no contempla infinitas combinaciones entre perfumes distintos, por lo que no existe un análisis específico del uso simultáneo de los mismos”. Eso sí, “esto no significa que mezclar perfumes sea inseguro, sino que se trata de un uso que queda fuera de los escenarios previstos, lo cual debe ser tenido en cuenta especialmente por aquellas personas con piel sensible o alergias conocidas”. En la asociación reiteran, ante la desinformación que se viraliza y que recientemente ha puesto su foco en los perfumes: “Desde Stanpa subrayamos la seguridad como el pilar fundamental en el que se sustenta la industria cosmética europea. La seguridad de los productos está avalada por múltiples estudios y por una legislación sólida, transparente y basada en la evidencia y el rigor científico”. Cuidado con las pieles delicadas, pero adelante a jugar con los perfumes como nuevo gesto emocional.

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