¿Por qué mi perfume favorito ya no huele como siempre? La misteriosa tarea de reformular fragancias
La reformulación es el elefante en los frascos de perfumes, una tarea sobre la que la industria prefiere ni hablar. Pero el pasar de puntillas y evitar nombrarla solo consigue que prolifere la desinformación sobre una labor marcada por las regulaciones


El día en el que la Unión Europea limitó la cantidad de musgo de roble que la perfumería podía incorporar en sus creaciones, hubo narices que pensaron que sería el fin de su oficio. “Aquello fue un batacazo tremendo porque el musgo de roble es fundamental en los chipres o en los fougères”, reconoce Ramón Monegal, perfumista y académico Sillón Iris de Florencia en la Academia del Perfume, hablando sobre dos de las familias olfativas más comunes. El ingrediente aporta calidez y profundidad con destellos terrosos, amaderados y húmedos, pero también es un potencial irritante que puede causar dermatitis en ciertas personas. Pese a que el componente se había utilizado como aromático desde hacía siglos, los responsables de dictar la normativa por la que se rige el sector decidieron suprimir ese riesgo y acotar cuánto podría usarse en cada fórmula a un porcentaje muy reducido. Aunque aquello limitara también la paleta de los perfumistas.
“El mundo de las fragancias, que abarca desde los perfumes más exclusivos hasta los productos de cuidado personal, está sujeto a una estricta regulación en España, bajo el paraguas de la Unión Europea”, explica Belén Carazo, directora científico-técnica de la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética (Stanpa). “En concreto el Reglamento CE Nº 1223/2009 sobre productos cosméticos establece las bases para garantizar la seguridad tanto antes como después de la comercialización. Este marco regulador se complementa con las directrices de la Asociación Internacional de Fragancias (Ifra), representada en España por la Asociación Nacional de Fragancias y Aromas (Aefa). Estas entidades fijan estándares de seguridad y buenas prácticas de fabricación que aseguran el uso responsable de los ingredientes en función de su impacto ambiental y en la salud”. Todos los componentes se someten a pruebas toxicológicas y dermatológicas y cuando existe alguna duda sobre cualquiera, se reduce su uso o se elimina. Solo que cada nueva normativa se aplica a los nuevos lanzamientos y también a las fragancias que ya están en el mercado, por lo que las casas deben revisar todo su archivo y reformular lo que sea necesario intentando conservar el mismo aroma. ¿Más difícil todavía? Ifra actualiza sus estándares frecuentemente, cada dos o tres años: “La Guía Ifra 50 es la que está en vigor, con la próxima edición ya en camino”, dice Carazo, mientras que “la Unión Europea realiza revisiones periódicas al Reglamento de Cosméticos a través de los llamados Reglamentos Ómnibus, que incluyen nuevas condiciones de uso o la prohibición de ingredientes en función de los últimos estudios”.

Un trabajo del que no se habla
Rehacer fragancias para adaptarlas a los nuevos códigos es una de las tareas menos conocidas de los perfumistas, pero sin embargo abarca muchas de sus horas laborales. No es fácil, pero la innovación ayuda: “Tradicionalmente se hacía de manera artesanal, pero hoy la tecnología desempeña un papel crucial. Desde hojas de cálculo avanzadas hasta sistemas informáticos específicos, además de la inteligencia artificial, que está revolucionando el sector”, añade la experta de la patronal. En el caso del musgo de roble, esa nota se sustituyó casi por norma general por una molécula de síntesis llamada Evernyl. Pero esta planta no es la única materia cuestionada. Al grupo PyD le tocó reformular su icónica Halloween Eau de Toilette más de 20 años después de su creación, en 2018 y en 2021: “Se hizo un trabajo junto a los perfumistas para conseguir un perfume idéntico, sustituyendo una molécula con una nota floral fresca, por otra equivalente que otorga este efecto floral transparente”, revela Anaïs Paillard, coordinadora de desarrollo de fragancias en la compañía, “igualmente se redujeron un par de ingredientes con notas cítricas y algún otro con nota aromática de efecto lavanda; se trabajó para compensar con otros ingredientes equivalentes”.

En esta tarea, cada maestro tiene sus trucos: “Cuando limitan un ingrediente lo primero que hago es eliminarlo de la composición y observo el resultado. Será algo diferente, pero utilizo mi criterio de evaluación para decidir si puede funcionar sin él o no”, cuenta Monegal, cuarta generación de una saga de perfumistas clave en la historia del perfume en España a través de Myrurgia. Si el resultado no es satisfactorio, el nariz busca cómo sustituirlo o complementarlo, porque la estructura de un perfume es cuestión de equilibrios: “A veces se puede compensar mezclando otros dos componentes o a veces hay un sustituto que cumple la misma función. Cuando se trata de un ingrediente natural, generalmente el camino es buscar alternativas sintéticas. Sé que los matices pueden ser diferentes, pero nuestro sentido del olfato no es tan sensible como el de los animales y el del cliente no está entrenado. Hay que tener en cuenta que también hay diferencias entre un perfume hecho con la cosecha de 2023 o del 24 porque los productos naturales dependen del sol, de la lluvia o del día que se cosechen”.

Cuando resulta imposible se puede optar directamente por descatalogar un título o por crear una nueva declinación. Los flankers (reinterpretaciones o evoluciones de una fragancia existente) en ocasiones surgen como forma de ampliar una familia que gusta, para aportar nuevas visiones sobre un jugo de éxito (por ejemplo, con versiones más intensas) o para sustituir a un histórico que no tiene manera de ser con la regulación actual. “Hay ingredientes que no tienen sustituto y para solucionar el problema la industria ha encontrado un sistema con los flankers, que ya se hacen con la nueva regulación, para terminar acabando con el anterior”, indica Monegal.

Búsqueda de lo natural y huida de lo ‘tóxico’
Hoy se pide más naturalidad, pero también seguridad y limitación de los activos problemáticos. La paradoja está en que ambas demandas pueden ser antagónicas: “Existe una percepción generalizada de que los ingredientes naturales son siempre más seguros o beneficiosos, pero no es del todo cierto”, analiza Belén Carazo, la técnica de Stanpa. “Las materias naturales presentan retos particulares. Su composición puede variar en función de factores como el clima o el terreno donde se cultiva, lo que complica su estandarización. Además, algunos aceites esenciales pueden contener alérgenos o sensibilizantes que requieren una regulación más estricta”, prosigue. Medidas para garantizar tanto la seguridad del consumidor como la sostenibilidad de los recursos empleados, pero que también tienden a favorecer las moléculas de síntesis, más sencillas de controlar en todos los sentidos. En seguridad y en precio: “Una esencia natural que viene de Indonesia o de dónde sea valdrá 120 este año y 150 al otro”, dice Monegal, “la industria no controla el precio del vidrio, del cartón o los plásticos. Pero puede tener el control del precio del perfume si se convierte en algo desarrollado totalmente en un laboratorio”.

No se trata de demonizar a los ingredientes sintéticos. De hecho, la perfumería moderna nació cuando fue posible sintetizar moléculas que permitieron a los perfumistas imaginar más allá de los límites de la naturaleza. Pero tampoco acogerse exclusivamente a la comodidad de lo sintético. Se perdería mucho, advierte Monegal: “Un olor sintético a veces tiene un olor lineal y no ofrece el resultado de expansión que puede tener el producto natural”. Sin olvidar que la regulación también acota, aunque quizá con menos frecuencia, a las moléculas de síntesis. Recientemente ha pasado con la heliotropina, un componente que aporta una nota floral, pero que también se usa para hacer drogas de síntesis, “estaba claro que acabarían limitándola. Cuando yo la utilizaba tenía que informar a la policía de todas las cantidades que incluía”, recuerda el académico. El debate es interesante pero también complejo, por lo que muchos prefieren no hablar del tema. Sí hay un objetivo común: seguir haciendo productos bellos que no den problemas y evolucionar, defiende el nariz, “el sector ha sabido adaptarse y las restricciones han hecho que se afine la inventiva y la creatividad”.

Instrucciones para actualizar un clásico

“Hay que encontrar el equilibrio entre tradición e innovación, pero no es fácil”, explica Paola Paganini, directora de desarrollo e innovación en Acqua di Parma. La firma acaba de reinterpretar su clásico de 1916, Colonia, en una versión más potente, Colonia Il Profumo: “El riesgo cuando tienes esta herencia es que te quedes anclado en el pasado y no queríamos eso”, cuenta la experta, que lleva en la compañía desde 1998. El mercado cambia y a la demanda de intensidad responden con un flanker “que no pierde la singular silueta olfativa”, centrada en una nueva fracción de ylang ylang y añadiendo texturas a la salida cítrica. Como el resto de fragancias, la propia Colonia de 1916 ha tenido que adaptarse a las regulaciones. “Tuvimos suerte, porque como la fórmula es relativamente simple, sin muchos ingredientes complicados, no hubo que hacerle muchos ajustes. Pero por ejemplo cambiamos la bergamota, porque la normativa decidió que teníamos que usar bergamota sin furanocumarinas”. Evoluciones que se van adaptando, manteniendo la integridad de la enseña y sus valores de artesanía, calidad y excelencia.
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