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Bianca Kovacs: “Viene gente de fuera que no le interesa lo que se dice del machismo, pero para tomar sangría sí aceptan la cultura. Pues que se integren del todo”

Mordaz e inteligentísima, después de 20 años en España, la humorista y actriz sabe bien cómo funcionan los prejuicios (también los suyos)

Bianca Kovacs fotografiada en Madrid, el 1 de julio.
Raquel Peláez

Bianca Kovacs (42 años, Sighisoara, Rumanía) se dio cuenta de que tenía talento para hacer reír a los demás porque contando cosas serias con total solemnidad conseguía arrancar carcajadas. Ella, cuya vocación inicial era ser actriz (cosa que ha conseguido: brilla con luz propia en ‘Los tortuga’, de Belén Funes), podría disimular mucho más de lo que lo hace su acento rumano pero no quiere. Sabe que le concede personalidad y que le abre puertas. También le cierra otras. Cada vez que ha llevado a amigos españoles a ciudad natal, patrimonio de la humanidad, cuna también del noble en el que está basado el Conde Drácula, se han tenido que tragar sus prejuicios sobre el país. Estará en septiembre con Una rumana muy legal en Madrid y tiene un podcast llamado Odio a la gente, donde, con un humor, mordaz y despiadado sigue convirtiendo en comedia la tragedia.

Pregunta. Llegó con 18 años y tiene 42. Ya lleva en España 20 años pero en todos sus perfiles se sigue destacando que es migrante…

Respuesta. De hecho en mi show tengo un bloque en el que explico que me he vuelto muy española. Obviamente es muy comedia, pero de verdad me siento muy española. No quiere decir que no esté orgullosa del sitio de donde soy. Yo sé perfectamente que tendría seguramente medio millón de seguidores si hablase todo rato desde la pena y de lo mal que le he pasado para llegar donde estoy. Pero es que a mí no me ha parecido tan duro. Librarme de mi padre en ese momento ya valió la pena. Me acuerdo de que llegué en junio, justo cuando empezaba el Orgullo Gay. Me fascinó.

P. No le gusta mucho que siempre le hagan hablar de que vivió en la calle

R. No me gusta que parezca que estoy frivolizando con ese tema, porque es una cosa muy dura. Nunca descansaba y le tuve muchísimo miedo de la gente que había en la calle. Pasamos mucho tiempo en un locutorio que había en la calle Montera. Ahí había de todo. Ladrones, prostitución. A mí me ofrecieron prostitución y como no la acepté me miraban mal, pensaban que iba de marquesa. Yo he pasado de dormir bajo periódicos a salir en ellos. Pero también te digo que yo estaba tan segura que iba a salir rápido, y se lo decía todo el rato a mi novio, que ahora es mi marido, había algo dentro de mí que me lo decía…

P. ¿Y cuándo se dio cuenta de que había salido?

R. Pues el día que un rumano nos dio trabajo en una obra de su casa. Con el dinero que nos pagó nos fuimos a Jimena de la Frontera, en Cádiz, porque ahí vivía una ex compañera mía del cole. Allí trabajé en el campo y limpiando casas y me llevaban mucho en coche a Sotogrande. Cuando llegué y vi lo que había le dije a mi novio: “Hay que trabajar aquí”. A mí siempre me ha gustado lo bueno y allí la vida siempre iba a más. Yo, de hecho, siempre he sentido que he ido a más, excepto en 2008, cuando entró la crisis, que tuve que volver a la hostelería y yo ya estaba en una inmobiliaria.

P. ¿Le da un poco de reparo admitir que te gustaba trabajar en una inmobiliaria según están los alquileres hoy en día?

R. No: era buena comercial y creo que tenía bastante empatía con los clientes. Ya cuando trabajé en el duty free me decían que soy un tiburón de las ventas. Una vez vino una señora mayor, en chándal, típica persona que piensas que no va a comprar nada y le coloqué 4.000 euros en perfumes. Y no porque la engañara. Soy una persona íntegra y cabal.

P. ¿Y cómo se produjo el salto al humor?

R. Una amiga mía probaba textos con los de El Hormiguero. Yo me senté en primera fila y empezaron a interactuar conmigo y cada vez que hablaba todo el mundo se reía y me dijo Juan Ibáñez: te tienes que dedicar a la comedia. Yo le contesté: “¿Qué dices? Yo vendo perfumes y aspiro a ser actriz”. Pasaron unos años y seguí yendo a ver comedia hasta que un día me dije: quiero salir del aeropuerto, dedicarme a esto, creo que se me puede dar bien. Y así acabé escribiendo mis tres primeros minutos de comedia.

P. ¿Se le puso el morro fino trabajando con alta perfumería?

R. Siempre me fascinaron los perfumes. En Rumanía en tiempos de Ceaușescu eran dificilísimos de conseguir y mi padre los coleccionaba. Cuando llegué a ese trabajo me dije: si vendo mucho, igual a fin de mes me dan algo. Al cabo de diez días ya me habían regalado. No me lo podía creer. Me pasa ahora como con esta profesión, que hay cosas que digo: ¿Me van a pagar de verdad por esto? Hay sitios a donde voy que no me imaginaba mi vida que estaría y algunos lujos que nunca pensé que disfrutaría. Pero cada cierto tiempo la vida me vuelve a poner en mi sitio. Un día estoy en una Ibiza actuando, me ponen alfombra roja, me cortan la calle, me dan regalos. Y al día siguiente en Valladolid, unos borrachos del público se empiezan a pegar, uno parte un cristal, viene la poli…

P. En la parte positiva, qué le gusta de sentirse Española

R. Rumanía está 20 años atrás en el tiempo, en muchísimos aspectos. Mi paisanos se enfadan si lo cuento pero es que yo me acuerdo que los compañeros contaban que no habían dormido porque el padre había había pegado a la madre como si fuera algo muy normal. Yo siento desde hace muchísimo tiempo que tengo voz en este país. Entiendo perfectamente a mis compañeras que lo han pasado muy mal para hacerse un sitio en la comedia pero a mí me han recibido y me ha dejado trabajar. Tampoco pido permiso. Llego, pruebo texto y adelante.

P. Tendrá que ver también con su carácter…

R. Sí, sí. Yo solo tengo representante para la ficción. La comedia me la llevo yo. Y si me llaman en cuanto pasan dos minutos pregunto: “¿Cuánto pagas?”. ”Si quieres lo vamos hablando”. No vamos a seguir hablando, porque no te voy a hacer perder el tiempo y yo no quiero perderlo. Quiero saber cuánto pagas. Para mí es superimportante.

Bianca Kovacs fotografiada en Madrid, el 1 de julio.

P. ¿Se puede vivir de esto?

R. Sí, claro que sí. Yo vivo bien. No me he comprado un piso todavía, pero estoy ahorrando y también creo que soy muy trabajadora. Es que cada vez que me preguntan el secreto... Tengo amigos que son la hostia de trabajadores y tengo otras personas que ya no se dedican a esto porque no puedes vivir de ellos si eres flojo, incluso con enchufes.

P. ¿Y qué es ser un flojo?

R. Te voy a dar un ejemplo. Yo le pregunté a mi amigo Salomón: “¿Cuál es el secreto de esto? ¿Qué hago para que dependa de mí?”. Me dijo que era una cuestión de ensayo y error. Pues en el mismo mes fui a 42 micrófonos abiertos. Soy muy curranta y muy organizada. También soy muy radical: cuando me harto me voy y no hay vuelta atrás.

P. ¿Diría que es un rasgo español ser informal?

R. No, no, Tengo compañeros españoles super serios. Muy serios, muy disciplinados. Son la hostia. Me encuentro con gente por ahí que me inspiran. De hecho siempre pienso que hago mucho y cuando veo gente así, digo: ¡Ah, no, no, se puede hacer mucho más!

P. Pero usted sabe que aquí hay gente muy conservadora también, ¿no?

R. Por supuesto. Pero tu cultura es como tú quieres que sea, sobre todo si has viajado. Hay gente que cuando llega aquí no le interesa nada todo lo que se dice contra el machismo pero para tomar sangría, sí aceptas la cultura. Pues intégrate ya del todo.

P. ¿Es más feliz haciendo comedia o cine?

R. Hay bolos que salgo y digo: entiendo perfectamente que esta sea mi profesión. Estoy tan emocionada y excitada que no duermo hasta las cinco de la mañana de lo feliz que he sido en el escenario. Pero luego hago papeles como el de la peli de Belén Funes, donde hice una improvisación que fue una cosa mágica, lo voy a recordar siempre.

P. Ha contado que su padre le dijo que tuviese cuidado porque los cómicos siempre en realidad coquetean con el suicidio…

R. No con el suicidio, pero sí con estar deprimido. Piensa que una noche estás actuando para 4000 personas que te ríen las gracias y solo te dicen cosas buenas, y luego tienes cuatro meses de parón. Yo hago mucho trabajo emocional.

P. ¿Cómo se consigue que una pareja te apoye incondicionalmente durante tanto tiempo?

R. Nosotros nos conocimos en el instituto. Llevamos 26 años. Nos hemos criado juntos. A veces me dicen: “Eres un poco dura con Dani”. Pero es que hubo un momento cuando vivimos en Sotogrande que de pronto quería salir sin mi. Y le dije: “Vale. Ya está, nos olvidamos de lo que hemos vivido en la calle, de lo que hemos construido. Tú a lo tuyo y yo a lo mío”. Después se arrepintió y reculó pero yo no me fío. “De hecho, yo tengo un chiste en el que que digo: “Confío mucho en mi marido, sé que si está seguro de que no me entero, me va a poner los cuernos”.

P. ¿Qué le dan más pereza, los chistes de robar cobre o los de Drácula?

R. Si hay un chiste bueno, no me pone de mal humor. Yo tengo chistes de cobre. Un día me dijo una chica: “¿Tú qué DIU utilizas? ¿De cobre?” Y me descojoné. No sabía que existían los DIU de cobre.

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Sobre la firma

Raquel Peláez
Licenciada en Periodismo por la USC y Master en marketing por el London College of Communication, está especializada en consumo y cultura de masas. Comenzó en Diario de León y en La Voz de Galicia. Autora de 'Quiero y no puedo. Una historia de los pijos de España' (Blackie Books). Siempre lee los comentarios.
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