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Vicky Tsai, fundadora de Tatcha: de adicta a los somníferos a crear el exfoliante de arroz que usa Meghan Markle

La cocina japonesa aporta los activos fundamentales de los cosméticos por los que suspiran muchas celebridades californianas. Charlamos con Vicky Tsai, la fundadora de la marca, sobre mujeres, belleza y la manía por pelear contra nuestra piel

Meghan Markle y Vicky Tsai

Son las 5 de la tarde de uno de los primeros días de calor infernal del verano. Las 8 de la mañana en California, desde donde se conecta una sonriente Vicky Tsai, fundadora de Tatcha, la marca de alta cosmética inspirada en los rituales de belleza japoneses que aterrizará en Sephora a finales de agosto (el 22 en su web y el 25 en las tiendas físicas).

Creada en 2009 y con una larga lista de celebridades entre sus clientes, desde Jennifer Aniston a Selena Gomez, Tatcha se caracteriza por el menos es más y la naturalidad del estilo de vida japonés. Una sencillez que se convirtió en un auténtico salvavidas para Tsai que, rondando la treintena, había cumplido ya el supuesto sueño americano: hija de inmigrantes de Taiwan, aunque nacida en EE.UU., tenía un lucrativo trabajo en una compañía financiera al que se entregaba en cuerpo y alma. Un oficio de demasiadas horas y un asfixiante estrés que, poco a poco, le estaban costando la salud. Un cuarto de siglo después, Vicky Tsai aún se estremece al recordar aquellos años y se sorprende de no haber saltado mucho antes del barco.

“A los 32 era adicta a los somníferos y el vino”

Llevaba dos años trabajando en Wall Street cuando pasó el 11-S. “Imagina tener que volver a las oficinas cuando aún estaban sacando cuerpos de la Zona Cero. Fue tremendo, pero me obligué a seguir. Y así durante diez años más, trabajando 100 horas a la semana. Era tan intenso que bebía grandes cantidades de vino y necesitaba pastillas para dormir para poder conciliar el sueño. Tenía 32 años y me había vuelto adicta a los somníferos, el alcohol y los antidepresivos. Pero pensaba que era el precio a pagar por pertenecer al mundo de los negocios”, confiesa Tsai al otro lado del monitor.

Su mente le animaba a seguir, pero su organismo empezó a gritar basta. “Tenía el cuerpo lleno de ronchas por la dermatitis y el rostro enrojecido, con granos y fuera de control. Me trataba con esteroides y antibióticos, pero no mejoraba. Y si dejaba la medicación, me ponía aún peor”. Fue entonces cuando descubrió que estaba embarazada de su hijo. “Estaba quemada en el trabajo y sabía lo suficiente sobre la bioacumulación como para entender que había llegado el momento de parar”, confiesa con el alivio de quien recuerda el momento que cambió su vida.

Todo empezó con una taza de té

En pleno proceso de reseteo viajó a Japón. “Descubrí un enfoque del cuidado de la piel completamente distinto”, recuerda. En Kyoto conoció a una geisha que le introdujo en la cultura del bienestar japonesa, con una dieta basada en alimentos saludables y sencillos, y un arte del cuidado donde se prima la serenidad del espíritu y la naturalidad de los ingredientes. De aquellas charlas marcadas por la famosa ceremonia del té surge la inspiración de los tarros, cincelados con una suave forma cónica. “Es la forma de los tarros Natsume para el té. El color lila es el del kimono que llevaba la geisha el día que nos conocimos”, explica mientras muestra a la cámara el pequeño soporte dorado sobre la tapa para guardar la paleta después de aplicar la crema.

Además del ritual del té, la gastronomía nipona cuenta con dos ingredientes fundamentales: el arroz y las algas. “La ciencia ha demostrado que buena parte de la longevidad de los japoneses se debe a que llevan una dieta saludable basada en ingredientes sencillos, pero de calidad. Lo que es bueno para el apetito también lo es para la piel”, explica. Así nacía Hadasei-3, un complejo basado en tres ingredientes: arroz con doble fermentación que refuerza la función barrera de la piel, té verde uji con potentes antioxidantes, y algas de Okinawa que intensifican la hidratación. “Al fermentar dos veces el arroz se generan aminoácidos, que son como los ladrillos de proteínas para construir la piel. También se crea ácido láctico, que nos va a proporcionar una sutil descamación. Y ayer mismo descubrí que produce oxitocina en la piel, que es la hormona del amor, que nos hace sentir bien”. Aún hoy todas las fórmulas se desarrollan en el Instituto Tatcha en Tokio fusionando la tradición japonesa con lo último en tecnología cosmética.

Cosmética que trabaja a favor de la piel

La vida es un proceso natural durante el que nuestro cuerpo, nos guste o no, cambia. Durante décadas la industria de la belleza se ha volcado en detener esos procesos. “Crecí como una norteamericana y abracé sus estándares de belleza sin plantearme más. ¿Tienes acné? Ponte una crema para controlar el exceso de sebo. Algunos productos antiacné son tan fuertes que llegan a decolorar la almohada mientras duermes. Luego envejeces y la lucha se centra en las arrugas. La cosmética convencional convierte nuestra piel en un campo de batalla cuando lo que tenemos que hacer es trabajar a favor de nuestra piel, no en contra”, apunta evocando aquellos días aciagos de brotes dérmicos incontrolables.

La cosmética convencional convierte nuestra piel en un campo de batalla cuando lo que tenemos que hacer es trabajar a favor de nuestra piel, no en contra
Vicky Tsai

En esa fallida lucha se cometen dos errores, defiende Tsai. Uno es alterar la función barrera de la piel, que ataja un problema creando otros peores. El otro, comprar activos cada vez más complejos. Tatcha opta por simplificar, por el menos es más, y por desarrollar sus propios activos a partir de ingredientes naturales: “Los laboratorios pelean para lograr fórmulas con la mayor concentración posible de tal o cual activo. Pero olvidan cuidar los sistemas de vehiculización de esos activos para que puedan atravesar la epidermis sin alterar la barrera dérmica. No se trata de ofrecer un 20% de vitamina C. Tienes que lograr que penetre de forma eficiente”, afirma. Pone como ejemplo The Essence, la esencia que se ha convertido en un básico del ritual de Tatcha. “Penetra hasta un 25% más que el agua y cataliza la penetración de otros activos”.

El ritual completo en solo dos minutos

Llevamos hablando un cuarto de hora y parece que ya fuéramos amigas de toda la vida. Tsai es de esas comunicadoras natas que te hace sentir cómoda hablando de la pereza que a veces da limpiarte el rostro antes de irte a la cama. Tras años de bombardeo con la dichosa cosmética coreana y sus tropecientos pasos, le confieso que no estoy preparada para que me diga que su ritual japonés requiere tirarnos diez minutos frente al espejo. “Ni tú ni nadie! ¡Ninguna mujer real tiene tanto tiempo a diario”, exclama divertida. “Con dos minutos y cuatro pasos tenemos suficiente. El primer paso es limpiar bien la piel durante 30 segundos con The Camelia Cleansing Oil o The Rice Wash, según tu tipo de piel. Para mí es como un momento de intimidad en el que me deshago de todas las cosas malas del día”.

El segundo paso es “pulir ligeramente, que no exfoliar, con enzimas de arroz”, apunta. Aquí está una de las joyas de la corona de su ritual, The Rice Polish, un básico de la belleza de su amiga y vecina en Montecito, Meghan Markle (las podemos ver de cháchara en el episodio 7 de With Love, Meghan). El tercer paso es aplicar la esencia tamponando con la palma de la mano en suaves toques sobre el rostro. “Es un momento de recuperación de energía. A lo largo de la jornada apoyamos a nuestros hijos, compañeros de trabajo, al jefe o a los subordinados. Este es tu momento, unos segundos para recordarte que no está de más quererte a ti misma”, agrega. El cuarto y último paso es la crema de tratamiento. “Pienso en las personas a las que quiero. Las que están conmigo, las que ya no están o a las que no conozco, como a las clientas. Y me siento reconfortada en ese instante. Eso es todo: dos minutos para ti”, concluye.

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