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Azahara Nieto, nutricionista: “Hay que dejar de hablar del cuerpo de la gente. De dietas, de lo que comes, de lo que engordas. El comadreo del mal”

‘La culpa engorda’ es el título del libro de la especialista, que llama a dejar de utilizar la comida como premio o castigo. “Tú no puedes decidir tu peso”

Manuel Jabois

Azahara Nieto (Madrid, 43 años) ha titulado un libro de una manera explosiva y sugerente: La culpa engorda (Ediciones B), y lo promociona con un mensaje revolucionario para estos tiempos: “Aprende a comer libre de culpas, dietas y miedos a través de un enfoque radical para sanar a una sociedad obsesionada con la delgadez. ¿Y si el problema no eres tú, sino lo que te han hecho creer sobre tu cuerpo?”. Recibe una mañana lluviosa de octubre en el centro de Madrid, delante de un agua.

Pregunta. No hay que pesarse

Respuesta. Desde luego no todos los días. Porque modificas tu relación con la comida. Si pesas menos, te concedes más licencias; si pesas más, te castigas restringiendo. No puedes tener una buena relación con la comida, ni unos hábitos estables, si todo va en función de lo que dice la báscula. En el caso de los hombres el peso es menos variable, pero en el de las mujeres lo es mucho más.

P. Usted, nutricionista, no tiene báscula en el despacho.

R. Yo la quité de la consulta. Antes la escondía, porque hay gente que el mero hecho de pesarse ya le condiciona mucho. No pesarse permite modificar hábitos de verdad. Tú no puedes decidir tu peso. Tú puedes cambiar tus hábitos de alimentación, de sueño, de ejercicio físico. Pero el peso no lo decides. Por eso también hay diversidad corporal.

P. Pone ejemplos en su libro, como el de la pasta carbonara, Comerla como premio.

R. Si utilizamos la comida como premio o castigo estamos condenando la relación con ella a ser una relación tóxica. No puedes permitirte ciertos alimentos sólo si has tenido un buen o mal día. Incorpóralos con naturalidad a tu vida y disfrútalos porque te apetece. Come sin miedo y sin culpa.

P. Es una tesis revolucionaria y muy agradecida, porque uno la escucha encantado. ¿Pero es compatible con mantener un cuerpo sano?

R. Sí [ríe]. Lo que no se propone es una dieta a medida. Yo a mis pacientes, aunque les digo que no trabajo con la pérdida de peso, sé que eso está ahí. Pero si tú trabajas con los hábitos, acabas teniendo buenas analíticas. Lo que no te digo es que se queden delgados, como les gustaría. Pueden perder algo de peso. Pero se trata de aspirar a la salud, no a la delgadez. La delgadez es lo que nos ha traído aquí: a todos los problemas que hay con los trastornos de la conducta alimentaria y también a las campañas que hay sobre obesidad, que son muy estigmatizantes.

P. ¿Las redes sociales, la exhibición de cuerpos tremendos, ha empeorado nuestra manera de comer?

R. Ha empeorado la autoestima. No sé si tanto la manera de comer, pero sí la autoestima. Continuamente recibimos información para compararnos no tanto con lo que comen como del ejercicio que hacen, de las veces que entrenan, del número de repeticiones que hacen. Al final te acabas comparando con un montón de gente de la que además ves un trocito de su vida, no sabes cuál es su día a día. Tú antes te podías comparar con un compañero de trabajo, pero ahora puedes compararte con millones de personas en situaciones totalmente diferentes.

P. Habla en el libro de la importancia de cocinar con amor.

R. Y de la importancia de que te cuiden, y de que te dejes cuidar, y de que tú te cuides. Cuando decimos de alguien que se está cuidando, lo que entendemos automáticamente es que está haciendo dieta, no durmiendo mejor o haciendo ejercicio, por ejemplo. Con la comida, igual: es buena o mala en la medida de que te acerca a la delgadez. Mira: da igual. Da igual cómo llegues a estar delgado, mientras estés delgado parece que todo está bien.

P. Hábleme del ayuno intermitente.

R. Una herramienta más. La pérdida de peso que se produce con ayuno intermitente se produce igual con una dieta bien pautada. El ayuno intermitente es una restricción horaria muy severa: pasas un montón de horas sin comer. Si tienes una mala relación con la comida, ese ayuno genera bastante ansiedad porque estás contando las horas para que acabe. Y puede acabar en atracón.

P. Cita mucho nuestra pésima relación con la comida. ¿Cuándo empieza a estropearse?

R. En las mujeres, desde niñas. Se nos señalan las partes del cuerpo que no son tan bonitas, o si eres una niña más gordita y no sé qué. Desde niña se te está haciendo correcciones continuamente con el cuerpo y con la comida. No comas mucho de esto, que vas a engordar, que vas a echar culo, mira a tu madre.

P. Queda trabajo.

R. Como sociedad, desde luego. Se empieza dejando de hablar del cuerpo de la gente. Dejar de hablar de dietas, de lo que comes y engordas o dejas de engordar. Yo lo llamo el comadreo del mal. Cuando te sientas a comer igual: “Huy, cómo nos vamos a poner. Pero mañana voy a hacer dieta”. No nos interesa. Hay que dejar de hablar de todo eso. A los niños hay que educarlos no solo para que coman bien, sino también evitar decir que ciertas comidas son guarradas, o son mierdas, ni castigarlos ni premiarlos con comida. Enseñarles que hay diversidad corporal, no decirle: “Mira ese niño gordo”. Esa es una característica y ya está, nada más. Hay que cambiar como sociedad: individualmente es imposible.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.
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