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Sociedad
Tribuna
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La ciudad en la que no hace falta gobernar bien para ganar elecciones

Es mediodía en Madrid. Cuarenta grados en la calle. Los parques están vacíos, los niños encerrados en casa y las familias haciendo malabares para conciliar sin cole. En la televisión, ni una palabra sobre lo que preocupa a las familias

Un día soleado en el centro de Madrid.
Alejandro Cencerrado

En Madrid tienes que hacer cola desde primera hora en una página web para sacar entrada para la piscina, porque si llegas un minuto tarde te quedas sin agua ese día. Sin embargo, tenemos el mayor número de alarmas instaladas de toda Europa, a pesar de ser uno de los lugares más seguros del mundo. Esta es una muestra, como tantas otras, de cómo los medios nos han metido miedo por cosas que no nos afectan en absoluto, mientras nuestros problemas de verdad pasan desapercibidos. A pesar de que la okupación afecta solo al 0,057% de los hogares de nuestro país, la población cree que afecta al 51%, una de cada dos.

Si no son los okupas, entonces, ¿cuáles son los problemas reales de la gente? Encendiendo la tele es difícil saberlo, pero existen encuestas serias que pueden darnos una idea. La encuesta de Calidad de Vida de Madrid, por ejemplo, pregunta cada año a 8.000 personas cuáles son los problemas más importantes de la ciudad. Sorprendentemente, ni la inmigración, ni las bandas juveniles, ni la delincuencia aparecen en primer lugar, sino el tráfico y los atascos, seguido de la contaminación, y este año también, la vivienda (a pesar de que en 2021 era el noveno). En prevenir estos problemas no hemos sabido ser potencia mundial como con las alarmas, más bien lo contrario. El alcalde de la ciudad, Jose Luis Martínez Almeida, lleva seis años en su puesto, y el uso del coche el año pasado llegó a su máximo histórico, por no hablar de su estrategia para solucionar el problema de la vivienda (literalmente, no hacer NADA).

Uno pudiera pensar que el tráfico, la contaminación o los precios desorbitados de la vivienda son problemas inevitables de toda capital, y por eso no se habla de ellos como se habla de los okupas. Pero por desgracia para la fama de nuestro alcalde, basta con cruzar una sola frontera para ver cómo podrían ser las cosas si hubiera voluntad de cambiarlas. En París, Anne Hidalgo ha conseguido en solo diez años reducir en el tráfico en un 40%, y en un 45% la contaminación, gracias, entre otras cosas, a una red de carriles bici que en Madrid llevamos décadas pidiendo. Ni los atascos ni el aire irrespirable son el peaje de la modernidad, sino síntomas de una ciudad mal gestionada.

No es mi intención criticar a un alcalde concreto ni mucho menos; a fin de cuentas, este no es un problema único de Madrid. La crítica es más bien al sistema, a las razones por las que somos el país con más alarmas del mundo, al tiempo que elegimos a dirigentes que no solucionan nuestros problemas. Necesitamos un debate urgente sobre este tema, empezando por el sesgo de los medios hacia temas que no nos afectan, y siguiendo por nuestra incapacidad como ciudadanos para saber qué está funcionando y qué no en las políticas llevadas a cabo por nuestros ayuntamientos.

Si un alcalde no es capaz de resolver nuestros problemas más importantes, entonces, ¿por qué lo seguimos votando? Si el alcalde piensa delegar todos nuestros problemas al designio del libre mercado, entonces, ¿para qué queremos alcalde? Como sociedad, llevamos años reforzando con nuestro voto un mensaje dañino: que para ganar elecciones nuestros dirigentes ya no necesitan gobernar bien, ni gestionar correctamente lo público, sino simple y llanamente, seguir echando gasolina a la polarización que nos divide.

Mis hijos no han visto nunca un mena, ni saben lo que es un okupa. Lo que sí saben muy bien es que no pueden bajar al parque porque no hay ni un solo árbol que de sombra, que un verano más no hay plazas en las guarderías públicas para ellos, y que mamá y papá no pueden más. Si la política y los medios tienen alguna responsabilidad social, es atender problemas como este antes que ningún otro. Dejemos de alimentar de una vez la máquina de fabricar enemigos imaginarios que nos mantiene continuamente cabreados, y empecemos a exigir a nuestros gobernantes que se ocupen de nuestra felicidad, que es para lo que los votamos.

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Sobre la firma

Alejandro Cencerrado
Alejandro Cencerrado es físico, experto en Big Data, analista del Instituto de la Felicidad de Copenhague y autor del libro ‘En defensa de la infelicidad’.
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