Tu barrio te puede hacer más sano
Un macroestudio ha analizado los cambios en la actividad física de miles de personas que se mudaron de una ciudad a otra. Vivir en un lugar donde es fácil caminar añade una hora de actividad física a la semana


Dicen que se hace camino al andar, pero hay barrios que lo ponen más fácil. Mudarse a un lugar que invite al paseo puede suponer un cambio radical en la actividad física, aumentándola hasta una hora semanal. Es lo que asegura un macroestudio que publica este miércoles la revista científica Nature. Los autores cogieron una enorme base de datos: los que dos millones de personas habían acumulado durante tres años en una aplicación de conteo de pasos. Después, se centraron en todos aquellos usuarios que se hubieran mudado en este periodo, unos 5.500, y buscaron cambios en sus patrones de actividad.
“Comparar la actividad de la misma persona antes y después de mudarse es clave para comprender si es el entorno o son las personas las que determinan cuánto caminan”, explica Tim Althoff, profesor de ciencia computacional en la Universidad de Washington y coautor del estudio. Al final, parece que el entorno juega un papel crucial. Los flâneurs, aquellos románticos paseantes parisinos identificados por Charles Baudelaire, se comprarían un SUV y se lanzarían al atasco si tuvieran que mudarse al ensanche de una ciudad moderna.
La facilidad para el paseo en los barrios se midió con Walk Score, un índice que tiene en cuenta la cercanía a tiendas y servicios, la longitud de los bloques y la densidad de las intersecciones (puedes ver la puntuación de tu barrio en Walk Score aquí). Nueva York, por ejemplo, tiene una puntuación de 89 sobre 100. Las 178 personas que se mudaron de un barrio con una puntuación baja, de 48/100, a esta ciudad, aumentaron su actividad física en 1400 pasos, pasando de una media diaria de 5600 a 7000 pasos. Una persona debería caminar entre 7000 y 10.000 pasos al día para obtener beneficios para la salud, según la Organización Mundial de la Salud. Es, por tanto, un incremento que tiene un impacto en la salud, y lo mejor es que se va acumulando. “Esto supone añadir aproximadamente una hora de actividad física a la semana”, señala Althoff.
Además, explica Althoff, el hecho de que los paseos no fueran recreativos, sino que tuvieran un propósito (ir al trabajo, a la compra, a hacer recados) hacía que los peatones aligeraran la marcha. “No todos los pasos son iguales; nuestro estudio muestra que la actividad adicional es principalmente caminar a paso ligero, que es el ejercicio de intensidad moderada a vigorosa que recomiendan los médicos para prevenir enfermedades”.
Los beneficios de caminar son de sobra conocidos. Cerca del 70% de las personas que visitan a su médico de cabecera en España no alcanzan los niveles mínimos de actividad saludable recomendados: 150 minutos semanales. La tasa de mortalidad en las personas que son activas se reduce entre un 30% y un 60% respecto a las que no lo son, y el ejercicio reduce la incidencia, en mayor o menor medida, de prácticamente todas las enfermedades. La mejor medicina posible no está en la farmacia sino en la calle. Y adaptar los barrios a esta evidencia debería ser prioritario.
La adherencia a estos hábitos demostró ser muy alta y los cambios tras la mudanza se mantuvieron con el paso de los meses. Es mucho más fácil integrar en la rutina el ir caminando a comprar el pan todos los días que darlo todo en CrossFit un par de veces a la semana (aunque, obviamente, no quema las mismas calorías).
Los cambios en los patrones de actividad que mostró el estudio se mantuvieron en diferentes géneros, edades e índices de masa corporal. Hubo una única excepción: las mujeres mayores de 50 años. Puede que otros factores, como la seguridad ciudadana (que no ha sido tenida en cuenta en el estudio) impactaran con mayor fuerza en este segmento poblacional. O puede que hubiera otros motivos. “Nuestro estudio no ha podido responder completamente a esta pregunta”, reconoce Althoff. “Sin embargo, mi coautora y colega Abby King, de la Universidad de Stanford, ha realizado numerosos trabajos en este ámbito para ayudar a comprender las barreras específicas a las que se enfrenta este grupo, como las normas culturales, las exigencias del cuidado de otras personas o los retos físicos. En general, se trata de un hallazgo crucial que nos dice que un enfoque único para todos no es suficiente”.
La ciudad europea
El macroestudio de Nature se centra en el contexto anglosajón, pero sus conclusiones son extrapolables a las ciudades europeas. “Crecí en Alemania y a menudo echo de menos el diseño transitable y la infraestructura de transporte público de las ciudades europeas”, reconoce Althoff antes de pasar a explicar la génesis de estas diferencias. “La mayoría de las ciudades europeas evolucionaron a lo largo de siglos, mucho antes de la producción en masa de automóviles. Esta historia dio lugar a un tejido urbano denso, compacto y de uso mixto. Las ciudades estadounidenses se vieron más influidas por el auge del automóvil. Esto dio lugar a un enfoque diferente de la planificación urbana, que priorizaba el tráfico de vehículos sobre el movimiento de peatones y ciclistas”.
La gran ironía es que, aunque ahora sabemos más sobre cómo deberíamos crear barrios más saludables, raramente aplicamos ese conocimiento teórico a la práctica. En las ciudades españolas, el 68% del espacio público se dedica a los coches y solo un 32% es para los peatones. Esta cifra que baja hasta el 25% en la periferia urbana, de reciente construcción.
Desde hace años se ha empezado a luchar por hacer las ciudades más accesibles para el paseo. No solo construyendo barrios de dimensiones más humanas, sino peatonalizando zonas, llenándolas de sombra y zonas verdes. Potenciando las plazas que generen espacios de convivencia intergeneracional. En España, por ejemplo, el Ministerio de Sanidad encargó a un grupo de expertos que crearan la Guía para planificar ciudades saludables. Una de ellas es Esther Higueras, arquitecta, urbanista y catedrática de la Universidad Politécnica de Madrid.
“No sé si nos hacen mucho caso”, reconoce con sorna. La experta asegura que médicos, epidemiólogos y urbanistas llevan décadas avisando sobre el modelo de ciudad que se debe construir. “Pero luego hay otros factores como el mercado inmobiliario o los gustos de la gente, que quiere una casita con piscina a 50 kilómetros del trabajo en un barrio nuevo”. La experta asegura que lo ideal (aunque complicado) sería ir andando al trabajo. Solo el 17% de los españoles lo hace, según una encuesta del Instituto Nacional de Estadística.
Higueras valora de forma positiva el estudio de Nature y explica que viene a refrendar algo que llevan viendo desde hace tiempo. “Si quieres que la gente salga a caminar, la calle tiene que ser atractiva. Tiene que ser segura, tiene que tener unas aceras amplias, unas condiciones térmicas, tiene que haber sombra, tiene que haber verde”. En Europa tenemos la suerte de que nuestras ciudades tienen unos buenos huesos, una estructura de ciudades densas, compactas y de uso mixto. Estos cambios, explica, deberían ser más fáciles de llevar a cabo. Y sería una inversión en la salud pública necesaria a largo plazo. “Fíjate en los ensanches de las grandes ciudades, por ejemplo. Mucha gente que era joven se empezó a comprar casas en esta zona, sin servicios ni pequeño comercio, con mucha dependencia del coche. Pero ahora esta gente empieza a no ser tan joven, a no caminar nada, empiezan los problemas. Y esto nos plantea la pregunta ¿qué va a pasar cuando envejezcan? Eso va a ser un problema mayúsculo”.
Manuel Franco, epidemiólogo investigador en las universidades de Alcalá y Johns Hopkins, también valora positivamente el estudio de Nature. En declaraciones al portal científico SCM España explica que “es de muy buena calidad y su diseño es muy interesante”. Franco destaca que el análisis se centre en la actividad cotidiana de la gente, un área en el que las intervenciones públicas pueden tener mucho impacto. “La actividad física siempre se confunde con el deporte o con actividades del tiempo libre, y no con la actividad física que hacemos por el hecho de desplazarnos o movernos. Por cómo llevamos a cabo nuestras tareas diarias”, señala.
Poner aquí el foco podría ahorrar muchos problemas a largo plazo. La planificación urbana es una poderosa herramienta de salud pública, coinciden los entrevistados. Como resume Althoff, “invertir en aceras, cruces seguros y zonificación de uso mixto que acerque los parques y las tiendas a los hogares no es solo una comodidad. Es una inversión directa en la salud de los ciudadanos”
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
