Curados antes de enfermar

Los españoles nacidos en 1920 tenían una esperanza de vida de 41 años. Quienes nacen hoy aspiran a alcanzar los 83. La aceleración tecnológica está impulsando una transformación en la sanidad que promete alargar aún más la existencia humana. Y, más importante, dotarla de mayor calidad de vida en esas edades avanzadas que estamos alcanzando.

La inteligencia artificial pretende avisarnos de las amenazas que nos acechan antes de desarrollar los primeros síntomas, lo cual nos permitirá defendernos mejor de cualquier dolencia. El riesgo será el sobrediagnóstico: un reto para los hipocondríacos, porque de alguna forma siempre estaremos enfermos. Los más confiados en el progreso dicen que los avances en genómica y detección precoz nos harán amortales. Crisis como la del coronavirus invitan a limitar esas expectativas al terreno de la ciencia ficción.

La generalización de la atención a distancia, o a través de máquinas, ayudará a desahogar los hospitales, pero puede debilitar el trato directo entre médico y paciente. Nuestros historiales se incorporarán a ingentes bases de datos que ayudarán a combatir el cáncer o el alzhéimer. La cuestión será entonces cómo gestionar la privacidad de esa información. ¿Qué sucedería si las empresas supieran antes de contratar a alguien la probabilidad que tiene de desarrollar una grave enfermedad?

¿Qué sucedería si las empresas supieran antes de contratar a alguien la probabilidad que tiene de desarrollar una grave enfermedad?

Un ciudadano corriente disfruta hoy de recursos para mantener su salud incomparablemente superiores a los de sus antepasados, incluidos los más poderosos. Luis XIV o Washington sufrieron terribles dolores de muelas que hoy se evitan con una buena higiene dental. Es seguro que la tecnología nos ayudará en esa carrera hacia una vida mejor y más larga. También que generará debates que hoy solo intuimos.