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Viven con VIH en Egipto y se casan a través de grupos secretos de Facebook, pero los extorsionadores les acechan: “No tenemos miedo a la enfermedad. Tenemos miedo a la gente”

Hombres y mujeres seropositivos buscan pareja desde el anonimato en redes sociales por temor a ser discriminados. Aunque hay casos de éxito, algunos han sido víctimas de delincuentes

En un grupo cerrado de Facebook denominado “Gente que busca matrimonio para personas con VIH”, formado por 6.000 miembros, una mujer de veintitantos años que se identificaba como “M.” hablaba del miedo que tenía a que la descubrieran. “Cada vez que entablo relación con alguien, me aterroriza el momento en el que tenga que decir la verdad”, escribió. Un hombre que firmaba “A.S.” le respondió: “Tal vez los dos tenemos el mismo secreto, pero, si lo afrontamos juntos, quizá pueda dejar de ser una carga para convertirse en nuestra historia común”.

Tras meses de mensajes privados y un año de planificación médica, se casaron. Hoy viven una vida que M. califica de estable, basada en el compromiso de seguir el tratamiento y ser sinceros. Su caso es producto de la comunidad digital oculta de Egipto, donde las personas seropositivas buscan parejas que comprendan su situación. Más de 56.000 personas viven con VIH en Egipto: de ellos, 4.600 tienen entre 15 y 24 años, según los datos más recientes de ONUsida.

En Egipto hay al menos cuatro grandes grupos de Facebook que prestan servicio a la comunidad seropositiva en busca de matrimonio o compañía. “Matrimonio para personas con VIH” tiene 1.600 miembros y recibe un mínimo de 10 publicaciones diarias de personas que buscan pareja. “Gente que busca matrimonio para personas con VIH” tiene 6.000 miembros, pero exige una prueba de que se es seropositivo para poder inscribirse. “El mundo del matrimonio real para personas con VIH” agrupa a 3.500 personas que comparten sus experiencias en materia de relaciones. Un cuarto grupo, “Matrimonio para personas con VIH en Egipto”, tiene más de 280 miembros que publican aproximadamente cinco veces semanales.

Existen grupos similares en Telegram que funcionan con controles de privacidad todavía más estrictos. Los miembros utilizan estas plataformas para sortear el estigma social que rodea al VIH en Egipto. Según un estudio llevado a cabo en 2013 por la Sociedad Egipcia de Estudios Demográficos y ONUSIDA, el estigma era una barrera para acceder a empleo, sanidad y vivienda y, además, causaba problemas de autoestima. Un 25% de las mujeres y un 50% de los hombres encuestados se sentían avergonzados por ser seropositivos.

La sociedad egipcia sigue asociando el VIH a las transgresiones morales y eso empuja a muchos a vivir completamente aislados. Entre los hombres solteros seropositivos, un 55% habían decidido no buscar una pareja para casarse; los mismo ocurría con el 94% de las mujeres viudas que vivían con VIH.

Cuando la confianza se convierte en un arma

No todas las interacciones de los grupos en redes sociales terminan con una historia de amor. “N.A.”, una profesional de treinta y tantos años, publicó un anuncio para buscar marido en uno de los grupos. Un hombre que decía que era seropositivo respondió y se ganó su confianza durante varias semanas. Pero, de pronto, reveló que su plan era extorsionarla y la amenazó con revelar su estado a colegas y vecinos si no le daba dinero. No era seropositivo, sino que estaba a la caza de mujeres vulnerables para aprovecharse del miedo que tenían a que se conociera su condición.

Un hombre de Hurghada cercano a los 40 años, que pide permanecer en el anonimato, ha escrito sobre su experiencia. “Publiqué que era VIH positivo y vivía en Hurghada y que buscaba esposa. Tengo 37 años y sigo fielmente el tratamiento. Pensé que sería sencillo, pero acabó siendo el mayor reto de mi vida”. Conectó en internet con alguien que al principio parecía comprensivo, pero luego le pidió dinero. “Me dijo: si no pagas, publicaré tus fotos y tus datos y diré que eres seropositivo. Esa noche no pude dormir. El corazón me iba a estallar de miedo. No podía contárselo a nadie ni enfrentarme a él”.

La legislación egipcia no contiene disposiciones que penalicen claramente la discriminación o la extorsión a propósito del estado de salud, por lo que las personas con VIH disponen de una protección jurídica limitada.

En un grupo de Facebook, un miembro escribió: “Nuestro problema no es la enfermedad, sino cómo nos ve la gente. Vivimos aislados, en una sociedad paralela llamada ”la comunidad de personas con VIH’, donde buscamos el amor lejos del miedo”. Otra persona resumió así la tensión: “No tenemos miedo a la enfermedad. Tenemos miedo a la gente”.

Casos de éxito y riesgos continuos

Amina Ajami, directora de la organización Mi salud en mi entorno, que apoya a las personas con VIH que viven en El Cairo, recuerda que los tratamientos modernos permiten el matrimonio y la maternidad sin transmitir la enfermedad. Ella conoce personalmente alrededor de 20 matrimonios que se han formado a través de estos grupos y que han salido bien.

“Estos grupos no son ficción, son comunidades reales en las que las personas interactúan a diario, y que son algo conocido para casi todas las personas que están viviendo esta experiencia”, asegura Ajami. “Las personas que están en ellos quieren llevar una vida normal e intentan vencer el miedo y el estigma”.

Menciona casos como el de “S.F.” y “M.A.”, que se conocieron a través de un grupo, se casaron y tuvieron hijos sanos sin revelar su estado a los demás. Pero reconoce que hay un lado más oscuro: “Algunos sufren explotación o extorsión, sobre todo las mujeres, porque no hay protecciones legales adecuadas ni una conciencia social de que las personas con VIH pueden llevar una vida completamente normal”.

Estos grupos no son ficción, son comunidades reales en las que las personas interactúan a diario, y que son algo conocido para casi todas las personas que están viviendo esta experiencia
Amina Ajami, directora de la organización Mi salud en mi entorno

Ajami cuenta el caso de un hombre seropositivo que se casó con una enfermera que aseguraba que comprendía su situación y podía con ella. Al cabo de un mes, ella empezó a hacerle chantaje y amenazar con revelar su condición en el trabajo si no le daba dinero y le compraba muebles. Él accedió, se divorció de ella y pasó varios meses destrozado económica y psicológicamente.

Posteriormente, conoció a una mujer tunecina a través de un grupo árabe para personas con VIH. Ella fue a Egipto, se casaron y tuvieron unos gemelos sanos. La organización de Ajami supervisó el parto y, según ella, “ahora viven una vida muy feliz”.

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