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Confinados, sin juguetes y con detonaciones cerca de la iglesia: así será la Nochebuena de los cristianos de Gaza

Unos 400 fieles vivirán su tercera Navidad refugiados en la parroquia de la ciudad, con pocos medios y sin ánimo para celebrar. Los disparos que escuchan cada noche les recuerdan que la guerra no ha terminado

Gaza

El deseo de Navidad de Nisrín Antone es volver a celebrar Nochebuena con su marido y sus tres hijas, en torno a una mesa y en una casa de verdad. Desde octubre de 2023, esta cristiana palestina de 45 años vive confinada con su familia en un pequeño despacho de la parroquia de la Sagrada Familia, en el corazón de Ciudad de Gaza. Junto a ellos hay unas 400 personas más, todas con historias y anhelos muy parecidos, además de tres sacerdotes, cinco religiosas y medio centenar de personas con discapacidad a las que cuidan. “Mi deseo implica otro mucho mayor: la paz para Gaza. Se lo pido a Dios cada día. Porque solo entonces podremos recuperar nuestras vidas”, explica por teléfono a este periódico.

Será la tercera Navidad que los cristianos de la Franja pasan prácticamente atrincherados, sin ganas ni medios materiales para celebrar, rodeados por una ciudad en ruinas que ya no reconocen y temerosos por lo que pueda venir.

“No tendremos festejos exteriores, como luces, baile o tómbola, porque la guerra sigue su curso. Este alto el fuego ha mejorado la situación, pero la guerra continúa de otra manera, privando a la gente de la asistencia que necesita”, explica a este periódico el párroco, Gabriel Romanelli, citando, por ejemplo, que el sistema eléctrico no funciona, las canalizaciones de agua están destrozadas, el sistema médico se encuentra colapsado y falta el 50% de las medicinas esenciales, según la ONU.

La Sagrada Familia es la única iglesia católica de la Franja, donde vivían exactamente 1.017 cristianos, 135 de ellos católicos y el resto griegos ortodoxos, sobre de una población total de unos 2,2 millones de personas. En todos los territorios palestinos, la comunidad no llega al 2% de la población. “Como cristianos, no podemos estar tristes en Navidad. En la oscuridad de esta guerra tenemos que acordarnos que Dios viene para salvarnos y por eso celebraremos con sencillez”, añade Romanelli.

“Nuestros vecinos han perdido a muchos seres queridos, así que también por respeto a ellos no habrá ninguna ostentación”, apunta Antone.

Días buscando en vano un juguete

Los modestos preparativos navideños de la parroquia exigen horas o incluso días, porque en Gaza cualquier acto que aspire a recuperar un poco de la normalidad previa al 7 de octubre de 2023 es tremendamente laborioso y en muchos casos, irreal.

Una de las misiones de Antone es que los católicos confinados tengan un plato de comida especial en Nochebuena, un dulce o un regalo, aunque sea pequeño. “Hace ya semanas comencé a ir a los mercados que están abiertos buscando alguna decoración de Navidad. Encontré una tienda que no había sido bombardeada y tenía almacenados unos pocos adornos, así que compré algunos”, explica.

Este alto el fuego ha mejorado la situación, pero la guerra continúa de otra manera, privando a la gente de la asistencia que necesita
Gabriel Romanelli, párroco de Gaza

Así, los fieles pudieron colocar un pesebre y un árbol en la iglesia, junto al altar. “Cada adorno del árbol tiene una intención. Las personas los ponían pidiendo por las personas fallecidas, por la paz, por recuperar una casa... ”, explica Romanelli.

El menú del día 24 será qidreh, una receta típicamente palestina, que se elabora con arroz, garbanzos y carne. En este caso, el pollo sustituirá al tradicional cordero. Se cocinará de manera comunitaria y se repartirá entre los fieles que conviven en el complejo parroquial, compuesto por tres pequeños edificios. “Es un plato simple, pero hace mucho tiempo que no lo comemos porque no ha habido carne de ningún tipo en Gaza durante meses. Se suele acompañar con yogur, pero esta vez creo que será sin yogur”, explica Antone.

En la misa vespertina de Nochebuena habrá siete primeras comuniones y se bautizará al pequeño Marco, el católico más joven de Gaza, que nació en la parroquia hace dos meses.

Desde hace semanas, Antone también ha intentado comprar juguetes. Lo que fuera. Un peluche, un balón, un cochecito. “Pero no encontré nada. Es una mercancía que no entra en Gaza en este momento. Traje chocolates y galletas y estamos haciendo bolsitas para cada niño, para que tengan un pequeño regalo”, explica.

Una chocolatina pequeña cuesta unos tres euros en este momento en Gaza. “La inmensa mayoría de la gente no puede pagarlos”, dice Antone, explicando que ellos han tenido el apoyo del Patriarcado latino de Jerusalén, la diócesis de los cristianos de Oriente. “Tras la misa repartiremos café a los adultos y daremos un caramelo a los niños”, explica Romanelli. “El día 25, los chavales se reunirán en torno al pesebre, haremos un bizcocho y ahí recibirán su regalo”, agrega.

Esto no tiene nada que ver con la idea de Navidad que la gente tiene en la cabeza
Nisrín Antone, católica gazatí

Pero la Nochebuena no será una noche tranquila. Ninguna lo es en Gaza. La parroquia está a un kilómetro de la llamada Línea amarilla, una división recientemente creada por Israel, que mantiene a sus tropas al otro lado. En este momento, el ejército israelí ocupa alrededor del 50% de la Franja. Todos los días en la parroquia de Gaza se escuchan disparos, detonaciones y se ven columnas de humo. “La otra noche tuvimos que acoger a varios vecinos heridos cuyos refugios ardieron al verse alcanzados por proyectiles”, explica Antone. “Esto no tiene nada que ver con la idea de Navidad que la gente tiene en la cabeza. Es raro hablar de Navidad en este contexto, aunque tal vez nuestra celebración tenga mucho más sentido así”, piensa en voz alta.

Huevos y un pollo para 5.000 familias

A los 400 cristianos refugiados en la iglesia católica se suman otros 200 que buscaron cobijo en el templo ortodoxo de San Porfirio, situada a pocos metros. Desde octubre de 2023, medio centenar de cristianos han muerto en Gaza, unos 20 de manera violenta: 17 de ellos en un bombardeo de la iglesia ortodoxa en octubre de 2023 y dos mujeres tiroteadas por soldados israelíes en la parroquia católica. Unos 300 cristianos lograron marcharse de la Franja cuando aún era posible salir por el sur.

En medio de la miseria y el duelo que recorre la Franja, estos cristianos saben que son afortunados. Apostaron por no desplazarse y proteger la iglesia y han logrado permanecer en ella desde octubre de 2023. Sus privaciones han sido severas en este tiempo, pero gracias a la asistencia del Patriarcado latino de Jerusalén, recibieron varios cargamentos de alimentos que les ayudaron a ellos y a miles de vecinos del barrio Al Zeitun, donde se sitúa la iglesia. En estos días, han podido volver a hacerlo y distribuyeron huevos y un pollo a 5.000 familias gracias a los apoyos recibidos.

“Si cada familia tiene cinco o seis miembros, hablamos de unas 27.000 personas. En esta ciudad viven un millón de personas, así que es una ayuda minúscula, una gota de agua en el mar. Pero como decía la Madre Teresa de Calcuta el mar sería menos si le faltara esa gota”, dice Romanelli.

Esta semana también han visitado uno por uno a todos los enfermos y ancianos de la parroquia. “Hemos ido con los niños y los jóvenes, hemos cantado con ellos, les hemos llevado consuelo y dulces para que sientan que es Navidad”, explica el párroco.

Paralelamente, también siguen las clases dentro de la parroquia. Antes de octubre de 2023, en las tres escuelas católicas de Gaza estudiaban 2.250 alumnos. Hoy, 160 niños y jóvenes siguen formándose en la iglesia gracias a profesores que también están confinados.

Queremos que la gente pueda emprender una vida fuera porque estar aquí todos encerrados no es lo ideal, pero la gente está muy limitada por la destrucción que asola Gaza
Gabriel Romanelli, párroco de Gaza

El alto el fuego tampoco ha hecho que desaparezca la organización estricta que ha ayudado a que la comunidad sobreviva estos dos años. Hay grupos que gestionan la comida y su preparación, la limpieza, la atención a ancianos y enfermos, la educación y otros. Las raciones y las cantidades de alimentos están contadas y la idea es tener reservas por lo que pueda pasar. “Nadie sabe si la guerra va a volver o no. Esos alimentos y bienes almacenados nos salvaron al principio de esta guerra”, recuerda Romanelli.

Antes de octubre de 2023, cuando Hamás, el movimiento islamista que gobernaba de facto Gaza, perpetró unos cruentos ataques en Israel, los cristianos habían reunido colchones, mantas, baterías y alimentos no perecederos en una Gaza siempre inestable y violenta, aunque nunca pensaron que la iglesia se convertiría en refugio para tantas personas durante tanto tiempo.

Desde que entró en vigor el alto el fuego en octubre, unas 80 personas salieron de la parroquia para vivir en lo que quedaba de sus casas o en una tienda de campaña, pero casi todos vuelven para lavar la ropa, cargar baterías del teléfono o incluso descansar. “No tenemos ninguna vocación de clausura, queremos que la gente pueda emprender una vida fuera porque estar aquí todos encerrados no es lo ideal, pero la gente está muy limitada por la destrucción que asola Gaza, no sabe qué va a pasar y además, sigue habiendo bombardeos”, concluye el párroco.

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Sobre la firma

Beatriz Lecumberri
Periodista especializada en información internacional. Ha sido corresponsal en Jerusalén, Caracas, Río de Janeiro y París y ha trabajado en la agencia France-Presse (AFP). Es autora del libro 'La revolución sentimental', sobre Venezuela, y codirectora del documental 'Condenadas en Gaza'. Actualmente, trabaja en la sección Planeta Futuro de EL PAÍS.
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