Ante un punto de no retorno: o defendemos la salud global y la cooperación ahora, o perderemos una década entera
A solo cinco años de la fecha límite para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), solo el 18 % de las metas están en camino de cumplirse

De golpe, hemos llegado a una nueva realidad geopolítica, a un cruce peligroso en el que la salud mundial, los derechos humanos, la cooperación internacional y la ayuda humanitaria están siendo sometidos a una presión sin precedentes. No sólo desde EE UU. La inestable y compleja situación internacional requiere de nuevas formas de cooperación global o asumir el riesgo de la fragmentación, lo que sin duda afectaría tanto la estabilidad internacional como el bienestar de las sociedades. Es el momento de responder con determinación, de renovar el compromiso entre naciones, convirtiendo el diálogo y la corresponsabilidad en pilares de un nuevo orden mundial más justo, resiliente y sostenible.
Nos encontramos ante un punto de no retorno: o defendemos la salud global y la cooperación ahora, o perderemos una década entera. En los últimos 20 años la cooperación salvó, en el peor de los supuestos, 92 millones de vidas. En este escenario, la ayuda al desarrollo demuestra cada día que sirve para algo muy concreto, porque permite que los programas de salud sigan funcionando, que los servicios esenciales lleguen a quienes más los necesitan y que millones de personas tengan una oportunidad real de vivir con mayor seguridad y dignidad. Su impacto es innegable. Frente a discursos que intentan restar valor a estos esfuerzos, los datos muestran que la cooperación sí funciona y sigue siendo una fuerza decisiva para construir un futuro más estable, más justo y más humano. Analicemos ahora la salud de la ayuda humanitaria en 2024.
La Salud en el Mundo, objetivos que se alejan
El primer fracaso se ve en nuestra hoja de ruta: la Agenda 2030. Estamos a solo cinco años de la fecha límite 2030 para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y los resultados son desoladores. Solo el 18% de las metas están en camino de cumplirse o ya se han logrado; el resto, casi la mitad, muestra un progreso mínimo o se ha estancado o retrocedido. Esto abre una oportunidad para actuar con mayor ambición y corregir el rumbo mientras aún estamos a tiempo.
En lo que respecta a nuestro sector, el ODS 3 —Garantizar una vida sana y promover el bienestar— va incluso peor que el promedio de los ODS. Solo el 10% de sus metas están en vías de cumplirse. Piensen en esto: a pesar de las mejoras desde el año 2000, cada día siguen muriendo 712 mujeres por problemas de embarazo y parto, y 13.150 menores por causas que, en su inmensa mayoría, son completamente evitables. Es el rostro de la desigualdad, la misma que en los países más pobres hace que el presupuesto en salud sea 70 veces menor que en los países de altos ingresos, y el 31% de su gasto público en salud depende directamente de la cooperación internacional (la misma que ha sufrido una caída en picado debido a las políticas de Trump, y que algunos países seguirán ese perverso ejemplo).
Nuestro desafío más urgente, la Cobertura Sanitaria Universal (CSU), ha avanzado con lentitud en los últimos años, y todavía quedan grandes desafíos. En el mundo, 4.500 millones de personas carecen de acceso a servicios básicos y 2.000 millones sufren dificultades financieras debido a los costes sanitarios. Las regiones ricas duplican prácticamente la cobertura de lugares como África subsahariana (84 % frente a 43 %).
Cuando las personas vulnerables se enferman, los gastos son catastróficos, empobreciéndolas aún más. Aun así, la visión de la salud continúa ampliándose y el enfoque One Health gana terreno al integrar la salud humana, la animal y la del planeta. La crisis climática ya se reconoce como una crisis sanitaria, lo que invita a replantear nuestro modelo de desarrollo y a impulsar transformaciones profundas que permitan crear sistemas más justos, resilientes y sostenibles. Con cambios profundos desafiando nuestro modelo consumista de crecimiento infinito
La hemorragia de la cooperación Internacional
En el momento en que más necesitamos coordinación y recursos, la cooperación internacional está en crisis. En 2024, la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) del conjunto de países donantes (CAD) se redujo en 15.119 millones de dólares respecto a 2023, la mayor caída absoluta en la historia de la cooperación internacional. La tendencia no mejora: se prevé que 2025 podría ser el peor año, con recortes que podrían ascender al 17 % del volumen total de AOD. Aun así, esta situación también está impulsando nuevas conversaciones sobre cómo reforzar los mecanismos internacionales y recuperar el compromiso colectivo con un desarrollo más solidario y eficaz.
El golpe más devastador viene de Estados Unidos: una reducción de 50.000 millones de dólares en un solo año, el 92 % de su cooperación. De mantenerse los recortes de USAID, podrían producirse 14 millones de muertes adicionales hasta 2030. ¿Es este el precio que estamos dispuestos a pagar por políticas cortoplacistas? Esto no es un debate ideológico, son vidas perdidas.
En los últimos 20 años, las contribuciones de USAID han evitado 91,8 millones de muertes. La cooperación salvó esas vidas. Es fundamental repetirlo con claridad, porque la narrativa antiayuda de “No sirve”, “No funciona”, “Es un gasto inútil”, nunca ha quedado tan en evidencia.
España, aunque incrementó su AOD en 2024, sigue lejos de los compromisos internacionales del 0,7 % de la Renta Nacional Bruta (RNB) con 4.021 millones de euros. Es una cifra que nos sitúa por debajo de la media del CAD (0,33 %) y de la UE (0,47 %). Si queremos ser un actor relevante, debemos blindar nuestra financiación con hojas de ruta vinculantes e instituciones fuertes como AECID —cuyo peso cayó al 14,7 % de la cooperación total— y un compromiso político que no dependa de los ciclos electorales.
El mensaje es claro: cuando se debilita la cooperación, no solo perdemos dinero: perdemos confianza, perdemos legitimidad, perdemos vidas.
La salud en la cooperación española, un momento crucial en su andadura
Pese al aumento global de la Ayuda Oficial al Desarrollo Desarrollo hasta superar los 4.000 millones de euros, los fondos gestionados por el MAEUEC decrecen un 5 % en 2024, mientras que la AECID crece levemente (2,9 %) hasta los 590 millones. Sin embargo, el peso de la Agencia dentro del conjunto de la cooperación española cae al 14,7 %. Esta situación refleja una falta de coherencia y de consolidación institucional: el crecimiento de la AOD no se acompaña de un fortalecimiento proporcional de las estructuras encargadas de gestionarla.
Dentro de esa ayuda, la salud recibe 276,7 millones de euros. Una cifra que crece, pero que pesa menos dentro del conjunto. Y esto debería preocuparnos. La salud global actúa como un tejido que conecta y protege al mundo, porque un brote en otro país, una sequía extrema o un sistema sanitario debilitado pueden transformarse rápidamente en desafíos que acaben afectándonos.
Este escenario también recuerda la necesidad de reforzar nuestro propio compromiso, especialmente cuando el Ministerio de Sanidad apenas participa en la cooperación sanitaria con apenas 0,46%. El grueso de la financiación, casi el 84%, proviene de Exteriores y Hacienda. Lo positivo es que se apuesta fuerte por organismos multilaterales como la OMS, GAVI o el Fondo Mundial. Lo negativo es que si España quiere influir de verdad necesita estar presente en los espacios donde se toman decisiones.
Añadir que “nuestra casa” -comunidades autónomas y ayuntamientos- siguen sosteniendo una parte clave de esta cooperación, incluso en momentos de recortes. Uno de cada seis euros dedicados a salud global procede de ellos. Es mucho más de lo que parece.
La gran apuesta española para los próximos años es un compromiso de 315 millones (2025-2027) para fortalecer sistemas de salud en todo el mundo. Una oportunidad real para liderar y para proteger vidas.
Acción humanitaria: crisis humanitaria global sin precedentes
Cuando los conflictos y las catástrofes climáticas golpean, el sufrimiento humano se vuelve inimaginable. En 2024, más de 323 millones de personas necesitaron asistencia humanitaria. La guerra en Ucrania, la crisis compleja en Sudán, o las sequías en África del Sur nos recuerdan lo frágiles que somos. Pero la situación más catastrófica es ineludible: la crisis en Gaza. Con más de 69.000 muertes y el desplazamiento forzado de casi toda su población, la declaración oficial de hambruna en agosto de 2025 ha marcado un fracaso sin precedentes. Esto es el resultado directo del uso del hambre como arma de guerra y la obstrucción sistemática de la ayuda. El acceso humanitario no es una concesión política, ¡es una obligación legal!.
El sector salud en la acción humanitaria está en una crisis crítica. Los fondos se redujeron en 651 millones de dólares en 2024. Los ataques contra la atención sanitaria han alcanzado niveles récord: 3.623 casos en 2024. Más de 1.100 instalaciones médicas dañadas o destruidas, y más de 900 profesionales asesinados. Nuestros hospitales se han convertido en objetivos, una violación flagrante del derecho internacional humanitario.
Debemos exigir a los gobiernos que tomen medidas concretas para garantizar el respeto de estos convenios. Y no olvidemos las heridas invisibles. La violencia, la pérdida y el desplazamiento dejan un trauma que altera la identidad y la capacidad de las personas para afrontar el futuro. La salud mental y el apoyo psicosocial no es un lujo, sino un derecho que debe integrarse en la respuesta humanitaria desde el inicio, porque sin curar lo invisible, no hay reconstrucción posible.
Hacemos un llamamiento a la voluntad política, porque mientras el gasto militar mundial creció hasta los 2,7 billones de dólares en 2024, los fondos destinados a los llamamientos humanitarios apenas cubrieron el 50,48 % de lo solicitado. ¡Podríamos haber alcanzado el 0,7 % de AOD si ese crecimiento se hubiera destinado a la cooperación!
Iniciativas como el Tratado Pandémico de la OMS son clave para demostrar la importancia de la acción coordinada global. Invertir en salud, educación y sostenibilidad ambiental no es sólo un imperativo moral, es también eficiente, con una rentabilidad anual de un 20 %.
El compromiso de España, como se vio en la Conferencia de Sevilla, de apostar por una Arquitectura de Salud Global Renovada y contribuir con 315 millones de euros hasta 2027, es un paso importante. Pero no basta con la promesa; necesitamos la acción sostenida, coherente y equitativa.
Nuestra respuesta desde Médicos del Mundo y medicusmundi es clara: no podemos retroceder. Defender la cooperación, proteger los sistemas de salud y construir un multilateralismo fuerte no es altruismo: es una estrategia de supervivencia colectiva. Cada decisión que tomemos ahora puede acercarnos a un mundo donde el derecho a la salud sea una realidad para todas las personas.
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