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Forzada a vender a tu hija por 10 euros: el drama silencioso de las viudas en Kenia

Unos ocho millones de mujeres son viudas en el país, según organizaciones locales. Sin apenas protección legal, algunas son desheredadas y expulsadas de sus hogares. Otras, a duras penas consiguen mantenerse económicamente

Viudas en Kenia

El marido de Phaustine Nafula, una mujer de 64 años, murió en 2007 durante las protestas postelectorales en Kenia. Por aquel entonces, él se ganaba la vida como albañil. Ella era ama de casa. Vivían en Bungoma, un condado situado al oeste de este país, junto a la frontera ugandesa, donde criaban juntos a sus cuatro hijos. La vida les sonreía. “Él había trabajado mucho. Teníamos tierras, dos vehículos, una casa que era suficiente para todos nosotros y cuatro vacas”, cuenta. Pero, tras el trágico incidente, Phaustine comenzó a vivir una verdadera pesadilla. “Primero, la familia de mi esposo me acusó de haber instigado su muerte. Éramos de etnias diferentes y me dijeron que no me querían con ellos. Demolieron mi hogar, me echaron de mi pueblo y me dejaron solo con la ropa que llevaba puesta y con mis niños. Se lo llevaron todo”, dice.

Con sus hijos a cuestas, recién enviudada, se las apañó para llegar a Nairobi, la capital de Kenia y su principal núcleo poblacional y económico. Allí pudo vivir un tiempo con su hermano, aunque su cuñada tampoco la quería en esa casa. “Comencé a trabajar para la comunidad somalí en Eastleigh [un populoso barrio de la ciudad]. Tenía que andar todos los días cinco o seis kilómetros para llegar hasta allí”. Phaustine recuerda que cada familia a la que lavaba la ropa o para la que cocinaba le pagaba unos 50 chelines (alrededor de 33 céntimos de euro). Un dinero insuficiente para costear una correcta alimentación, una vivienda digna y una educación básica para sus hijos. “La vida es muy cara. Conseguir 200 chelines (1,3 euros) cada día no resulta nada sencillo. Lo he pasado muy mal”, dice.

Murió mi marido y su familia demolió mi hogar y me echó de mi pueblo. Solo me dejaron con mis hijos y la ropa que llevaba puesta
Phaustine Nafula, viuda de 64 años

La historia que cuenta Phaustine es una realidad muy repetida en Kenia, una nación de unos 55 millones de habitantes en la que, según estimaciones de distintas organizaciones, viven unos ocho millones de mujeres (algo más del 15% de la población) que han perdido a sus maridos. “Las viudas aquí sufren problemas tremendos y, a menudo, encuentran grandes dificultades para acceder a la justicia, a los planes de ayuda gubernamentales o a capital financiero que les permita expandir sus negocios”, explica Beth Wanjoku, oficial de programas de Come Together Widows and Orphans Organization, una organización local que lucha por los derechos de las viudas en el país.

“Muchas no saben leer o escribir, sufren violencia de género y deben vivir en los asentamientos informales, en lugares llenos de delincuencia y donde sus hijos encuentran problemas como el alcohol o las drogas”, prosigue.

La organización para la que trabaja Wanjoku realiza sus labores en los 47 condados de Kenia, por lo que conoce bien las violaciones de derechos que sufren estas mujeres a lo largo del país. “En el oeste, resulta común el ‘sexo por pescado’; las víctimas, a menudo sin fuente de ingresos, deben vender su cuerpo para conseguir alimento”, asegura. Afirma también que muchos abogados abusan de su posición dominante para obtener favores sexuales a cambio de representación legal. “Es algo que no ha pasado una ni dos veces; hemos documentado bastantes casos”. Pero es en los entornos rurales donde se dan las historias más graves. “Algunas viudas desesperadas venden a sus hijas a hombres que les aseguren su sustento. Lo hacen por 1.500 o 2.000 chelines (de 10 a 13 euros y medio)”, explica. “Y en las comunidades donde es frecuente la mutilación genital femenina, cuando en las familias desaparece la figura del hombre protector, resulta casi imposible que la hija de una viuda se libre de esta práctica”, añade.

Pobreza y acceso a la justicia

Veronica Nyawira, una mujer de 53 años y viuda desde que tiene 23, cuenta una historia parecida a la de Phaustine: su marido murió tras una enfermedad larga y rara a cuya cura destinaron todos sus ahorros. Tenían cinco hijos. “La familia de mi esposo me culpó. Él, antes de fallecer, estuvo un año sin poder moverse. Entonces me acusaron de brujería. Ni siquiera acudieron a su entierro”, cuenta. Tuvo que mudarse a uno de los asentamientos informales de Nairobi, y ahí comenzó una vida de penurias y de pobreza. “No disponíamos ni de una silla para sentarnos. Comencé a trabajar para otras personas, haciendo tareas domésticas, pero apenas ganaba 200 chelines al día”. En este sentido, el suyo no es un caso excepcional; según los últimos datos de la Oficina Nacional de Estadísticas de Kenia, correspondientes al 2022, más de tres millones y medios de kenianos no pueden acceder a la canasta básica de alimentos diarios, incluso si destinan todos sus ingresos solo a comida.

Janet Anyango es abogada y subdirectora de la Federación de Mujeres Abogadas de Kenia (FIDA, por sus siglas en inglés), una organización que trabaja para promover los derechos de las mujeres y niñas en Kenia a través de servicios legales gratuitos. “Hemos recibido casos de mujeres que han sido desheredadas. A menudo, cuando mueren sus maridos, no están instruidas para entender o conocer los procesos legales o ni siquiera saben que la ley las ampara”, explica. Y habla también de las dificultades que trae consigo la pobreza que a menudo afecta a las viudas: “Es un obstáculo importante. Muchas de las afectadas afirman que los juzgados se encuentran muy lejos de donde viven y no pueden permitirse pagar el transporte”. Todo ello, agrega, se acentúa en las zonas rurales del país. “Hay culturas patriarcales que todavía viven en el convencimiento de que las mujeres no tienen la capacidad de poseer la tierra”, asegura.

En Kenia, hay culturas patriarcales que todavía viven en el convencimiento de que las mujeres no tienen capacidad de poseer la tierra
Janet Anyango, abogada de la Federación de Mujeres Abogadas de Kenia

Anyango habla de los avances legales que supuso la vigente Constitución aprobada en 2010, a la que define como muy progresista en esta materia. “Prohíbe este tipo de discriminación. El artículo 27 dice expresamente que los hombres y las mujeres tienen derecho a un trato igual. A ellas les permite, por supuesto, poseer la tierra”, afirma. La experta también cita el artículo 2, que recoge la nulidad de toda norma consuetudinaria que no sea compatible con este texto, y dice expresamente que las leyes internacionales formarán parte del derecho de Kenia, nación que ha firmado tratados que prohíben directamente causas de discriminación. Pero, aun así, hay viudas que siguen encontrando grandes dificultades. “Pese a que en 2024 se facilitó un acceso a la justicia digital, muchas mujeres no tienen internet o un smartphone. Y también está la barrera idiomática: hay quien no habla ni inglés ni suajili (los dos idiomas oficiales en el país), tan solo sus lenguas maternas”.

Rose Ndunge, una mujer de 60 años que lleva viuda desde que cumplió 42, sabe demasiado de pobreza y de todas las dificultades de las que hablan las expertas. “Cuando murió mi esposo, mi familia me dijo que no podía vivir con ellos, que debía ir con la de mi marido. Pero ellos tampoco me querían. Tuve que coger a mis tres hijos, construir un cobertizo debajo de un árbol y quedarme allí durante unos meses”, cuenta. Todo cambió cuando una amiga le habló de un orfanato para los chavales, lugar en el que pudo establecerse durante dos años. Entonces empezó a lavar ropa puerta por puerta hasta que consiguió ahorrar algo de dinero y mudarse a una pequeña casa en Kasarani, una humilde barriada de Nairobi. Era 2010. “Creo que lo más importante fue conocer a otras mujeres en mi misma situación. Compartir las experiencias, buscar una buena educación para nuestros hijos… Facilitarnos la vida, al fin y al cabo. Estar juntas nos mantiene a salvo”.

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