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El nuevo brote de ébola al que es difícil acceder en aldeas remotas de la República Democrática del Congo: “Tardamos tres días por carretera en llegar desde Kinshasa”

La tasa de mortalidad de la cepa congoleña es del 61,4%, según la OMS. Faltan vacunas, camas y agua limpia, según las comunidades y las ONG

Brote de ébola en el Congo

Una mujer de 34 años, embarazada de ocho meses, llegó el pasado 20 de agosto al Hospital General de Referencia de Bulape, con fiebre, vómitos y una fuerte hemorragia. El personal médico de este remoto rincón de la provincia de Kasai, en el centro de la República Democrática del Congo (RDC), hizo todo lo que pudo, pero la mujer falleció el 25 de agosto. La enfermera que le sostuvo la mano y el técnico de laboratorio que le analizó la sangre, la siguieron a la tumba en cuestión de días, con sus propios cuerpos devastados por la misma fiebre hemorrágica. El 4 de septiembre, las autoridades sanitarias confirmaron lo que el equipo médico había empezado a temer: la cepa Zaire del ébola había regresado a RDC.

La cadena de transmisión que comenzó con la mujer embarazada se ha extendido ahora a tres de las seis zonas sanitarias de Bulape —Ikolo, Bulape y Bulape Communautaire— situadas a 12, 24 y 35 kilómetros respectivamente del hospital general. El epicentro de la enfermedad es una región aislada donde el río más cercano se encuentra a 18 kilómetros del centro de tratamiento.

Hasta la fecha, se han registrado 57 casos. De estas personas, 35 han muerto, es decir, hay una tasa de letalidad del 61,4% según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). “Las próximas dos o tres semanas serán fundamentales para contener la transmisión en la zona sanitaria de Bulape y reducir el riesgo de una mayor propagación”, agrega la OMS en su último informe.

El ébola es una enfermedad grave que se transmite de animales salvajes a personas y que se propaga a través del contacto directo con la sangre, las secreciones u otros fluidos corporales de personas infectadas. En la RDC, el ébola se detectó por primera vez en 1976 y, contando el actual, el país ha pasado por 16 brotes. Desde hace tres años no se confirmaba uno y Bulape, en concreto, no pasaba por esta situación desde 2007.

Este brote es especialmente retador por la “pesadilla logística” de llegar hasta los pacientes en Bulape. Así es como el coordinador de emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF), Jean-Paul Mangion, describe el entorno actual de intervención médica. “Es una zona bastante remota, lo que dificulta el acceso”, explica Mangion. “El agua, esencial para el cuidado de los pacientes y la descontaminación, debe transportarse en camiones cisterna. Hasta hace poco, el hospital solo podía atender a pacientes con ébola, dejando sin atender otras necesidades médicas”. El cuidado de un solo paciente con ébola requiere hasta 200 litros de agua al día.

Las carreteras en Kasai también están en condiciones deplorables, lo que dificulta la entrega de medicamentos y vacunas, añade. “Se tarda más de tres días en llegar aquí en vehículo desde Kinshasa, y un viaje en avión o helicóptero por aire. Esto dificulta no solo el traslado de personas, sino también el de los equipos y materiales necesarios para atender a los pacientes”, dice el coordinador de la organización que también atendió el brote de 2007.

Se tarda más de tres días en llegar aquí en vehículo desde Kinshasa, y un viaje en avión o helicóptero por aire
Jean-Paul Mangion, coordinador de Emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF)

Añadió que el virus sigue apareciendo en zonas remotas, Explica que son comunidades “donde un único camino de tierra puede ser la única conexión con el mundo exterior y donde los centros de salud funcionan con recursos mínimos”. “Los niños se quedan huérfanos, familias enteras han fallecido y las comunidades están comprensiblemente asustadas y, a veces, tienen dificultades para hacer frente a la situación”, explica.

La OMS ha lanzado un llamamiento para recaudar 21 millones de dólares (más de 17,8 millones de euros) para atender la emergencia. Este lunes, la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja (FICR) y de la Media Luna Roja ha alertado sobre la falta de recursos en la zona. El jefe nacional de la FICR, Ariel Kestens, ha asegurado en un comunicado que los centros de salud están desbordados: “No hay suministros esenciales disponibles y la zona se encuentra sin electricidad. Las familias están profundamente angustiadas, especialmente porque el virus está afectando de manera desproporcionada a las personas vulnerables”.

Los ciudadanos piden más vacunas

El ministro de Sanidad, Roger Nkamba, ha informado de que 20 pacientes siguen hospitalizados que y su destino es incierto. Pero hay signos de esperanza.

Dos pacientes se han recuperado y han sido dados de alta, y se espera que otros cuatro salgan a principios de la próxima semana. “Otros siguen en tratamiento y el pronóstico parece prometedor”, ha dicho a EL PAÍS Jean Paul Mbantshi, director médico del Hospital Bulape.

“Cada vez que se nos informa de una fiebre hemorrágica, ponemos en marcha medidas de respuesta, porque los síntomas suelen estar causados por virus muy mortales”, ha explicado el ministro de Sanidad a EL PAÍS, describiendo cómo la alerta inicial del territorio de Mweka desencadenó una movilización inmediata que permitió contener parcialmente el brote.

La RDC ha desarrollado su propio tratamiento aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) y ha perfeccionado sus protocolos de respuesta a través de repetidas crisis.

La campaña de vacunación ha tenido una acogida inesperada, y en ocasiones los centros se han visto “abarrotados porque toda la población quiere vacunarse”, según cuenta el director médico del Hospital Bulape. Esto supone un cambio significativo con respecto a brotes anteriores, en los que la reticencia a la vacuna obstaculizaba los esfuerzos de contención.

El personal médico de primera línea recibió la vacuna de forma prioritaria, seguido de los contactos de los casos confirmados y sus contactos, una estrategia conocida como vacunación en anillo que ha demostrado su eficacia en brotes anteriores.

Mbantshi atribuye a la rápida respuesta la prevención de una propagación más amplia. “Si no hubiera sido por la movilización del Gobierno y sus socios sanitarios para sofocar y contener esta epidemia, ya habría traspasado los límites de nuestra zona sanitaria”, reconoce.

El aislamiento de los enfermos, el miedo al contagio y la interrupción de las actividades esenciales siguen generando “estrés, vulnerabilidad y angustia social”, según describe el coordinador de emergencias de MSF.

La gente no se reúne para ir a la iglesia, las escuelas están cerradas, los mercados apenas funcionan y el transporte es muy limitado
Joseph Mankimba, habitante de Bulape

Residentes de Bulape, como Richard Muamba y Joseph Mankimba, cuentan que muchos habitantes se han centrado tanto en conseguir las vacunas que la vida cotidiana se ha paralizado. Joseph Mankimba ha pedido al Gobierno un mayor suministro de vacunas, “para que toda la población que lo desee pueda vacunarse”. Al 21 de septiembre, 1.740 personas habían sido vacunadas en las zonas sanitarias de Bulape, Bulambae y Mweka, de acuerdo con la OMS. Este miércoles, UNICEF ha anunciado la entrega de 45.000 dosis más paliar el brote.

Pero mientras llegan las vacunas, los pueblos se paralizan. ”La gente no se reúne para ir a la iglesia, las escuelas están cerradas, los mercados apenas funcionan y el transporte es muy limitado. Las comunidades se sienten aisladas y la circulación se ha restringido", describe Mankimba.

Kadima Biamua Marie-Jeanne, una mujer de 55 años y madre de siete hijos, que sobrevivió al virus, recuerda su tiempo en aislamiento de este mes con sentimientos encontrados. [El personal sanitario y las enfermeras] nos alimentaban bien y nos lavaban con regularidad”, dijo sobre su tratamiento. “Pero durante ese tiempo, mi familia sufrió mucho porque mis hijos se quedaron solos en casa. A veces me sumía en la desesperación”.

En su aldea, las mujeres son el pilar fundamental de la vida familiar, las que alimentan y cuidan a todos, pero su propio marido huyó de la aldea, dejando a los niños solos. Las necesidades diarias, como cocinar y buscar comida, se convirtieron en tareas abrumadoras para ellos, lo que aumentó su angustia.

Ahora recuperada, Marie-Jeanne se ha convertido en defensora de la prevención e insta a su comunidad a seguir las directrices sanitarias para evitar el calvario que vivió su familia.

La comunidad se moviliza

A pesar de las dificultades, la respuesta de la comunidad ha sido notable. Los habitantes no afectados de Bulape han formado equipos de vigilancia voluntarios. Se vigilan activamente a sí mismos, conciencian sobre las medidas de higiene y alertan a las estructuras sanitarias si un miembro de la comunidad muestra síntomas del virus.

Sus esfuerzos incluyen la organización de campañas locales de higiene, la educación de las familias sobre el lavado de manos y el saneamiento adecuados, la creación de zonas de aislamiento para los casos sospechosos y la coordinación con los promotores de salud para garantizar la notificación y la vacunación oportunas. También ayudan a distribuir agua potable y suministros de protección, y apoyan a las familias afectadas por el virus, reduciendo el estigma y fomentando la cooperación con las autoridades sanitarias.

A pesar de las limitaciones, el Gobierno congoleño ha establecido un centro de tratamiento funcional y ha desplegado equipos móviles con la ayuda de sus socios. La presencia de pacientes recuperados y el éxito de la contención dentro de la zona sanitaria de Bulape demuestran lo que el ministro de Sanidad denomina “la adhesión de la población a los esfuerzos de respuesta de los servicios sanitarios”.

La respuesta de la RDC se beneficia de avances científicos conseguidos con gran esfuerzo. El país utiliza ahora Ebanga, un tratamiento con anticuerpos desarrollado por investigadores congoleños dirigidos por el profesor Jean Jacques Muyembe, el virólogo que ayudó a identificar el ébola y que ahora dirige el Instituto Nacional de Investigación Biomédica. El tratamiento, aprobado por FDA, supone un gran avance para una nación que ha soportado la mayor parte de las consecuencias del ébola.

Sin embargo, cada brote revela que los avances médicos por sí solos no pueden superar los retos estructurales. Ahora que la respuesta entra en su cuarta semana, las autoridades del Ministerio de Salud subrayan que contener el ébola sigue siendo “factible, pero requiere un esfuerzo sostenido”.

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