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Franja Gaza
Tribuna
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La impotencia de una periodista palestina ante la nueva expulsión decretada por Israel: “¿A dónde iremos si tenemos que marcharnos de Gaza?”

Shoroq Shaheen describe su frustración y su miedo ante un desplazamiento inminente y la búsqueda desesperada de un lugar donde refugiarse con su familia, en una Franja donde faltan tiendas de campaña y espacio para instalarlas

La periodista gazatí Shorouq Shaheen, en la tienda de campaña habilitada en Ciudad de Gaza para que los reporteros palestinos puedan trabajar, el 9 de septiembre de 2025.

Salí de mi casa por la mañana, como de costumbre, para ir a mi trabajo como periodista. Caminé bastante, pero ni me di cuenta porque solo pensaba en lo que había anunciado el ejército israelí horas antes: una nueva orden de evacuación que afectaba a toda Ciudad de Gaza, de este a oeste, y nos obligaba a todos sus habitantes a desplazarnos al sur, hacia la llamada zona humanitaria de Jan Yunis. El comunicado del ejército israelí es claro. Unas pocas palabras frías y bien redactadas son capaces de destruir la vida de un millón de personas. Yo soy una de ellas.

Todo el mundo en la ciudad está confuso, perdido, irascible. No hay lugar seguro ni espacio físico disponible en esa zona que Israel afirma que es humanitaria y segura. Y la mayoría de la población no puede asumir los gastos de un nuevo traslado. No hay dinero.

El comunicado del ejército israelí es claro. Unas pocas palabras frías y bien redactadas son capaces de destruir la vida de un millón de personas. Yo soy una de ellas

La noticia llegó mientras desayunábamos. Nos quedamos paralizados y sin poder tragar bocado, mirándonos unos a otros. Otra vez el mismo miedo, otra vez la misma película de horror ante nuestros ojos: desplazamiento, huida, la vida en una tienda de campaña, el sol que nos abrasaba en verano, el frío que nos atenazaba en invierno y la lluvia que entraba por todas partes. Todo volvió a nuestra cabeza en cuestión de segundos.

De repente, mi madre se levantó y empezó a recoger y empaquetar nuestras cosas. Le dijimos que no hiciera nada, que lo dejara todo en su sitio. No sabemos adónde ir. No nos consta que haya un centro de acogida que tenga sitio, tampoco tenemos parientes a los que podamos recurrir y ni siquiera tenemos certeza de encontrar un terreno vacío donde montar nuestras tiendas. Pensar en todo esto nos dejó asustados y desconcertados. Pero seguimos con nuestras tareas diarias.

Una familia de siete miembros

A finales del mayo me instalé en casa de mi tía en el campo de refugiados de Al Shati, al oeste de Ciudad de Gaza. Soy de Yabalia, más al norte, y nos tuvimos que marchar de allá porque el ejército israelí nos ordenó que nos fuéramos. Así que los siete miembros de mi familia ya llevamos cinco meses desplazados y no imaginábamos que nos veríamos obligados a marcharnos de nuevo.

Es muy difícil abandonar Ciudad de Gaza, con la que estamos tan unidos, y que tiene un gran simbolismo para todos sus habitantes. Alejarse de ella es como alejarse de un ser querido. Es muy duro dejar atrás tu hogar.

La imagen de las familias cargando lo poco que podían llevar, con los ojos fijos en las paredes de sus casas, como si se despidieran de sus hijos, es dolorosa e inolvidable

A nuestro alrededor, sí ha habido familias que han aceptado las órdenes del ejército y se han marchado. He podido hablar con ellos, he visto la tristeza en sus rostros y he sentido un silencio más elocuente que cualquier llanto. Cada paso que les alejaba de Ciudad de Gaza significaba que les arrancaban una página de su vida. Aquí, las casas no son piedras, sino historias, voces, risas y recuerdos.

Abandonar Gaza no es solo dejar una casa o un barrio. Sientes que te arrancan el alma. La imagen de las familias cargando lo poco que podían llevar, con los ojos fijos en las paredes de sus casas, como si se despidieran de sus hijos, es dolorosa e inolvidable. Las mujeres susurran invocando a Dios, los hombres entierran sus lágrimas bajo un pesado manto de silencio y los niños no entienden por qué se cierran las puertas detrás de ellos para siempre.

Así llegué hoy, martes, a mi lugar de trabajo, una gran tienda de campaña donde trabajamos numerosos periodistas, que ha sido establecida por el Sindicato de Periodistas Palestinos en el centro de Ciudad de Gaza. Aquí trabajo desde hace algunos meses. Hoy, solo se hablaba de si nos marchamos o nos quedamos. Y una pregunta se repite. “Pero, ¿a dónde iremos si tenemos que marcharnos de Gaza?" Suspiro y me quedo en silencio, porque no sé qué responder y no tengo palabras para expresar mi dolor.

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