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Los cultivadores de café congoleños huyen de sus tierras por el conflicto armado, dejando los apreciados granos a merced de los saqueadores

En el país hay 5,9 millones de desplazados internos, según la ONU. Entre ellos, miles de caficultores obligados a abandonar sus cultivos por los enfrentamientos entre el ejército y el M23

Chantale Maniraguha, de 37 años y madre de siete hijos, cosecha en un campo de café en la finca Katale, en el territorio de Rutshuru, provincia de Kivu Norte, República Democrática del Congo

Cuando tenía 13 años, Marko Kalirhe, un cultivador de café de 46 años que vive en Kivu del Norte (República Democrática del Congo, RDC), perdió a sus padres y tuvo que hacerse cargo de su familia, de siete personas. Cultivar café, un oficio que había aprendido de sus padres, fue su manera de superar las dificultades y le permitió, durante décadas, enviar a sus hermanos y después a sus propios hijos a la escuela. Pero ahora, tras huir de su finca por los combates en el este de la RDC, que se intensificaron a principios de este año, Kalirhe ve cómo se desvanece poco a poco el medio de vida que había construido.

“Viví refugiado en Mabula durante más de tres meses”, ha contado Kalirhe a este diario. “La cosecha ya había empezado en enero y normalmente termina en marzo. Durante más de dos meses, los granos de café permanecieron esparcidos por los campos”, agrega el hombre, padre de 12 hijos.

Karlihe dice que, después de que la mayoría de los residentes tuvieran que irse debido a la violencia, los pocos jóvenes que se quedaron en el pueblo se dedicaron a saquear y cosechar el café de las granjas abandonadas. Cuando él regresó, se encontró con que gran parte de la cosecha se había echado a perder. El terreno de su vecino, que era muy productivo, estaba cubierto de maleza. Y sus propios cafetos, sin haberlos podido cuidar durante la temporada más importante, estaban empezando a marchitarse.

Magambo, de 45 años y padre de nueve hijos, seca el café en la aldea de Kako, en el territorio de Rutshuru, provincia de Kivu del Norte, República Democrática del Congo, el 10 de junio de 2025.

Desde que en enero de 2025 volvió a estallar la violencia en la RDC entre el Movimiento 23 de Marzo —los rebeldes del M23—, respaldado por Ruanda, y el ejército congoleño, cientos de miles de personas se han visto obligadas a huir. En el país hay 5,9 millones de desplazados internos, especialmente en las provincias de Ituri, Kivu del Norte y Kivu del Sur, de acuerdo con las más recientes cifras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).

Entre los afectados, hay miles de caficultores que han debido dejar forzosamente sus hogares y sus cultivos. El golpe del conflicto armado complica todavía más la difícil situación de un cultivo que, en otro tiempo, se consideraba uno de los mejores del mundo. Los agricultores como Kalirhe, aseguran que es “muy difícil” reanudar la producción de café hoy porque se juegan la vida.

Aunque el Gobierno de la RDC y los rebeldes del M23 se comprometieron a mediados de junio a abrir negociaciones para alcanzar la paz y para lograr un alto el fuego, la violencia no cesa. En las últimas semanas, el ejército congoleño ha reportado masacres cometidas por el M23 en las provincias de Kivu Sur y Kivu del Norte. Esta última dejó 320 víctimas mortales.

Las malas condiciones del sector agrario, la falta de ayuda económica del Gobierno y, en los últimos tiempos, los combates, son serios obstáculos para el sector
Marie Bambaga, cultivadora de café

El sector cafetero, que ha sido clave en la economía rural de la RDC, y cuya exportación ha gozado de prestigio en todo el mundo, está hundiéndose bajo el peso de la violencia armada, los desplazamientos y décadas de inestabilidad política.

El café fue introducido por los colonos belgas en los años cuarenta del siglo XX. Los cultivos prosperaron en los fértiles suelos de Équateur, que entonces era una sola provincia situada en el noroeste y que hoy está dividida en varias. En los años ochenta, la RDC exportaba entre 68.000 y hasta 130.000 toneladas de café al año, según datos de la FAO.

A Marie Bambaga, una cultivadora que representa a un grupo de agricultoras y ganaderas de Kivu, le parece desconcertante que la RDC exportara más de 10.423 toneladas de café en 2022 y 7.380 en 2023, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), el equivalente a la producción de “un pequeño productor brasileño”. “Nuestro café de variedad arábica tiene el mejor sabor del mundo”, sostiene. “Sin embargo, las malas condiciones del sector agrario, la falta de ayuda económica del Gobierno y, en los últimos tiempos, los combates, son serios obstáculos para el sector”, lamenta.

Según los expertos entrevistados por EL PAÍS, la industria sobrevive a duras penas a base de unos árboles viejos, unas cooperativas dispersas y unos agricultores que arriesgan la vida solo para llegar a sus tierras, mientras que los inversores internacionales se mantienen alejados y el apoyo del Gobierno sigue siendo prácticamente inexistente.

Retrato de café en manos del agricultor en la finca Katale, en el territorio de Rutshuru, provincia de Kivu Norte, República Democrática del Congo, el 10 de junio de 2025.

Los problemas de Kalirhe no son un caso aislado. Prudent Ngongo Safari, uno de los principales productores de café del territorio de Kalehe, en Kivu del Sur, y miembro de una cooperativa que llegó a tener más de 4.600 agricultores, asegura que la falta de seguridad seguridad en la provincia ha paralizado su medio de vida.

Safari dice que, en su mejor momento, producía más de 5.000 toneladas de café al año. Ahora, ni siquiera puede llegar a sus tierras y tiene miedo de que la situación de la provincia pueda empeorar en cualquier momento. “Hoy, los bancos de las zonas controladas por los rebeldes están cerrados, por lo que no tengo forma de obtener créditos para mis proyectos ni el capital circulante necesario para mantener mi plantación ni financiar por adelantado las próximas cosechas”, añade.

Insostenible

Numerosos agricultores consultados para este reportaje subrayan que el cultivo de café se ha vuelto casi insostenible. Otros cultivos básicos, como la yuca, las legumbres y el maíz, no tienen la misma rentabilidad y el potencial de esos productos también se han desvanecido, porque los campos ya no se mantienen.

El experto agrario Cyprien Muhoza explica que el café es “un cultivo demasiado exigente” como para conservarlo con la esperanza de obtener una cosecha.

El final de la guerra no está a la vista y los patrocinadores que proporcionaban ayuda económica han dado un paso atrás. “Ningún inversor puede ni plantearse poner dinero en una situación con tanta incertidumbre”, afirma el experto. Aunque algunos agricultores han logrado formar cooperativas y obtener microcréditos para mantener sus cultivos de café, la mayoría atraviesa dificultades, añade.

La guerra actual puede ser el último clavo en el ataúd de este cultivo que antes era tan valorado
Agrónomo congoleño

Adélard Palata, agrónomo congoleño, recuerda que el deterioro de la situación política, entre los años ochenta y noventa “provocó una caída de los precios internacionales del café”. “[Entonces] los propietarios de las plantaciones empezaron a perder interés en este cultivo”, explica Palata, cofundador de la asociación Kawa Kanzururu, que agrupa a 2.400 pequeños productores de la región de Rwenzori, en Beni, Kivu del Norte.

“La gente empezó a dejar el café en la década de 1980”, añade, “cuando Vietnam entró en el mercado mundial”. Desde entonces, la producción ha disminuido en más de un 75%. . “Cuatro décadas de declive han puesto contra las cuerdas a los cultivadores de café de la RDC”, asegura Palata. “La guerra actual puede ser el último clavo en el ataúd de este cultivo que antes estaba tan valorado”.

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