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Emergencia Climática
Tribuna
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Los efectos del cambio climático en Irak amenazan las vidas y los sueños de la infancia

La sequía, el aumento de la desertificación y los fenómenos meteorológicos extremos han desplazado 170.000 personas en el país y ponen en jaque el futuro de los niños

Monumento a los Mártires en Halabja Irak

Ojos llorosos, voz ronca, la tormenta de polvo se cobra su peaje mientras visito los proyectos de World Vision en Kirkuk, al norte de Irak. En todo el país, estos fenómenos suceden ahora dos o tres veces por semana. Los efectos devastadores a corto plazo sobre la salud, la producción de cultivos y la mano de obra son evidentes, pero las consecuencias a largo plazo apenas empiezan a comprenderse.

Más allá de las tormentas de polvo, hay lugares que sufren un tercio del año temperaturas superiores a 40 grados. El caudal de los grandes ríos Éufrates y Tigris ha disminuido un 40%. Lo que una vez fue el Creciente Fértil, con los famosos Jardines Colgantes de Babilonia, es ahora el ejemplo de la realidad de la crisis climática mundial, y no hace más que empeorar.

Durante las dos últimas generaciones, Irak ha vivido más conflictos que paz, desplazando a millones de personas y privando a familias y niños y niñas de oportunidades y esperanza. Desde la derrota del grupo terrorista Estado Islámico en 2017, la estabilidad ha permitido a muchos volver a casa, reconstruir sus vidas y reiniciar la escuela, pero esta frágil base está en riesgo. 170.000 personas ya están desplazadas debido al cambio climático, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), una cifra que aumenta cada día. La prolongada sequía y el aumento de la desertificación han provocado que siete millones de niños y niñas y más de la mitad de las escuelas carezcan de acceso al agua.

Irak es uno de los mayores productores de petróleo del mundo y el segundo, después de Rusia, en la práctica de la “quema de gas”. Este proceso, consistente en quemar el gas natural que aflora a la superficie junto con el crudo, desperdicia un valioso recurso energético y libera peligrosos contaminantes a la atmósfera, lo que contribuye significativamente al cambio climático tanto local como global. Sin embargo, la producción de petróleo sufraga el 85% del presupuesto del Gobierno.

Nunca ha sido tan difícil gestionar esta gran contradicción y apoyar a la infancia iraquí y al futuro del país.

El reto, por tanto, es gestionar colectivamente esta tensión con el Gobierno, la sociedad civil, los líderes religiosos y los actores del desarrollo

Tala, de cinco años, está pagando el precio de la crisis climática: enferma con regularidad a causa de los factores medioambientales y la falta de agua potable. Más del 93% de los niños y niñas iraquíes nos dicen que temen por su futuro. Ya ven el efecto que la crisis está teniendo en su capacidad para acceder a la educación.

Para las niñas iraquíes, las opciones y las oportunidades escasean, pero garantizar agua limpia y saneamiento seguro en hogares y escuelas puede ser la diferencia entre una vida que se les dicta o una vida que ellas eligen. Tala está un paso más cerca de tomar estas decisiones, ya que ahora puede asistir a la guardería, donde la instalación de sistemas de agua y saneamiento por parte de World Vision en Irak ha duplicado con creces la asistencia en el último año.

World Vision ha proporcionado agua y saneamiento a 3,25 millones de personas en la última década. Esto no solo reduce las enfermedades y la desnutrición y aumenta el acceso a la educación, sino que también permite la libertad económica de las mujeres.

La vida de Alaa, por ejemplo, ha cambiado radicalmente desde que recibió ayuda para producir y vender agua potable. Ahora, vende a precios sustancialmente reducidos a familias y empresas de su comunidad, lo que a su vez les permite tener un futuro. Ese oficio, además, le permite sostener económicamente su hogar y dar trabajo, también, a su hijo mayor. Dado que solo el 11% de las mujeres trabajan, las mujeres como Alaa desempeñan un papel fundamental para empoderar e inspirar a otras, cambiando actitudes y ofreciendo opciones.

La tensión entre el clima y la economía es visible en todas las líneas del horizonte cuando las llamaradas de gas iluminan la tierra azotada por la sequía. El reto, por tanto, es gestionar colectivamente esta tensión con el Gobierno, la sociedad civil, los líderes religiosos y los actores del desarrollo reunidos para encontrar una manera de mitigar, gestionar, adaptarse y financiar la nueva realidad.

Alaa está asumiendo este papel, utilizando sus nuevos conocimientos y su confianza para liderar en su comunidad la lucha contra el cambio climático y sus amenazas para las esperanzas de niñas como Tala.

Solo si nos unimos a ella, alzamos su voz y mantenemos la crisis climática en el centro de las conversaciones mundiales, podrá producirse un cambio real. El coste de no hacer nada no es solo una amenaza lejana: es la destrucción de las vidas, los sueños y el futuro de todos los niños y niñas de Irak.

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