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COLUMNA
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Una Biblia customizada

En estos tiempos de nueva espiritualidad, puedes montarte tu propia religión a fin de profundizar en tu ombligo insondable

Observa, hermana, hermano, observa la flotilla de buques de guerra bautizada con el nombre del padre, levanta ahora la vista y mira la fachada del edificio, la que tú recordabas como el Kennedy Center for The Performing Arts ahora está adornada con su ilustre apellido, y mira, mira las grúas que trajinan en el interior de la Casa Blanca, ¿las ves?, pues ahí se construirá un salón de baile en honor del presidente, no hará falta estampar sus iniciales porque estará presidido por un enorme retrato de tan augusto personaje, y eso que tú conocías como golfo de México algún día aparecerá en los mapas como golfo de América, lo cual es una muestra inusitada de humildad, porque lo lógico es que los dedos de los futuros estudiantes de Geografía (si es que eso existe en un futuro) lo llamen golfo de Trump. Un presidente enamorado de su nombre que ha dejado en varias ciudades rascacielos que refulgen al sol y que nos recuerdan al dueño. Pero, dime, hermana, hermano, ¿es acaso eso comparable a publicar una Biblia con tu estampa? The Trump Bible vio la luz en 2024. Es un libro beautiful, usando el adjetivo recurrente del presidente, y su lectura favorita.

Por 60 dólares puedes hacerte con esta edición especial que incluye la Constitución de Estados Unidos y unos cuantos textos destinados a hacer América grande de nuevo. Todo ello, por supuesto, editado y corregido por Trump en persona, al que unos curiosos periodistas televisivos preguntaron si podía decirles algunos de sus pasajes favoritos, y él contestó que la lectura de la Biblia era algo tan íntimo para él que prefería no hablar de ello. Le insistieron, un tanto impertinentes en mi opinión, pidiéndole que al menos se decantara entre el Viejo y el Nuevo Testamento. Reflexionó antes de responder, como unos tres segundos, para luego añadir que ambos libros eran tan increíbles que se veía incapaz de decantarse.

Es muy posible que un día nos levantemos y el Hospital Zendal, definido muy trumpísticamente por la presidenta madrileña como uno de los mejores de Europa, haya pasado a llamarse Donald J. Trump, o el Movistar Arena, que cambia cada dos por tres de nombre, sea rebautizado con el nombre del presidente del imperio. Al fin y al cabo, los teatros tienen ahora nombres que perdieron todo rastro artístico para hacer referencia a las empresas que los financian. Muy en la onda. Por cierto, en mi humilde opinión, Ayuso debería sacar su propia Biblia dado el interés que muestra por la palabra de Dios. Una Biblia que ofrecería, entre otros suplementos atractivos, las letras del cancionero del ya mítico conjunto músico-vocal Hakuna, grupo del que confieso no haber tenido noticia (siempre voy tarde en la vanguardia musical) hasta que no hicieron su estelar aparición en el balcón del palacio de Correos para celebrar la Navidad en los términos de un país católico, como tiene que ser. Soy una más de las que se han informado a posteriori de la historia del líder, sus integrantes, y del enorme éxito que recaban entre los niños de tantos colegios concertados. Como diría un contertulio, ahí tenemos otro caladero de votos.

En estos tiempos de nueva espiritualidad, de esta new age de lo sagrado, puedes customizar tu religión, como Trump hizo con su Biblia, tomar de aquí y de allá lo que te convenga y todo a fin de profundizar en tu ombligo insondable, porque lo estupendo de estas creencias a la medida de tus necesidades es que no te exigen hacer el bien ni ser compasivo, no te piden generosidad, ni mirar por el que menos tiene. No te exigen decir la verdad. Puedes picotear tanto en los milagrillos de las santas como en el tarot, en el horóscopo o en la güija. Si tienes dinero, puedes aderezarlo con unos días de mindfulness en la India. Y recuerda que si el verso de Salinas decía “Quiero sacar / de ti tu mejor tú”, puedes transformarlo en “Quiero sacar / de mí mi mejor yo”. Porque el prójimo… ¿qué coño era eso?

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.
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