Ir al contenido
_
_
_
_
tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Trump pone por escrito su sueño imperial

Seguir soñando con el vínculo trasatlántico como garantía de seguridad supone malgastar un tiempo precioso

Es imposible no alarmarse ante la publicación de la nueva Estrategia Nacional de Seguridad (ENS) de Donald Trump cuando, al tiempo que en un repetido gesto de equivocado apaciguamiento Kaja Kallas muestra su acuerdo con muchas de las críticas vertidas en sus 33 páginas contra la Unión Europea, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, afirma que “es consistente con nuestra visión” y sirve para “restablecer la estabilidad estratégica con Rusia”. Una alarma que también deben compartir todos los países del continente americano, ante el reforzamiento de la doctrina Monroe que plantea Washington, con el añadido de un Corolario Trump que ahora mismo tiene a Venezuela en el punto de mira.

En relación con América, destaca el declarado interés por evitar la injerencia de sus rivales en una zona que ya desde antiguo considera propia, sea China —con su enorme potencial comercial, financiero y tecnológico— o Rusia —con armas y mercenarios, además de desinformación y propaganda—. Con esa intención, sin olvidar los planes para cerrar las fronteras a sus vecinos y garantizar el acceso a minerales críticos y el control de las vías marítimas (con Panamá a la cabeza), la ENS coloca al resto del continente como la máxima prioridad de los próximos años.

El texto es rompedor, tanto en la forma —incluyendo un ajuste de cuentas con las administraciones demócratas precedentes y el autobombo del inquilino de la Casa Blanca como supuesto pacificador universal— como en el fondo. Mucho más que aislacionista la ENS es, netamente, imperialista, una característica que comparte tanto con los planes de Xi Jinping como con los de Vladímir Putin, y muscular, apostando por la superioridad militar en toda su extensión. Su pretendida y falsa modestia, mostrando una aparente falta de voluntad para imponer su modelo al mundo, no responde tanto a la aceptación de que cada país debe elegir su propio camino, como al reconocimiento de su propia incapacidad para imponer su dominio urbi et orbi. A partir de ese punto, disimulando como si todo fuera acendrado nacionalismo centrado en atender al bienestar y a la seguridad de los suyos, la ENS parece más bien apuntar a un reparto de zonas de influencia entre las grandes potencias, elevando definitivamente a Rusia a esa posición.

Así se entiende que, en comparación tanto con la anterior ENS de Trump (2017) como con la de Biden (2022), China y Rusia aparezcan tratadas de manera menos confrontacional. Si hasta ahora se identificaba al primero como el principal rival estratégico y al segundo como la más clara amenaza en Europa, ahora pasan a ser interlocutores con los que hay que tratar. Un giro conceptual que hace aún más llamativas las consideraciones sobre una Unión Europea que aparece identificada como el ejemplo más sobresaliente de todo lo que resulta abominable para el movimiento MAGA: multilateralismo, regulaciones, transición energética, feminismo, flujos migratorios.

No es, desde luego, la UE la personificación paradisiaca de la coherencia de políticas, pero, en términos comparativos, los Veintisiete están a considerable distancia del abierto desprecio que Trump muestra por la legalidad internacional y los valores que definen a una democracia. De ahí que su sibilina llamada a que la UE redescubra su “autoconfianza civilizacional” suene más bien a un intento de destruir la Unión para volver a contar con unos países que, individualmente, considera más fáciles de manejar y subordinar a sus dictados. Para ello debemos entender que no solo se está contentando con inspirar a los movimientos populistas antieuropeos y a los tontos útiles que pululan por todos los rincones de la Unión, sino que también está dispuesto a financiarlos para acelerar el proceso por el que estamos dejando de ser aliados para convertirnos en meros clientes (con el gas y las armas como negocios preferentes), cuando no en rivales y peones subordinados a intercambiar con Moscú.

En esas condiciones, seguir soñando con el vínculo trasatlántico como garantía de seguridad y optar por el apaciguamiento servil supone, sobre todo, malgastar un tiempo precioso para dar el paso hacia la autonomía estratégica antes de que sea demasiado tarde. El reto no se limita a Ucrania, a la espera de que los Veintisiete definan hasta dónde están dispuestos a llegar para hacer frente a la nueva traición estadounidense, colocando a Zelenski al borde la capitulación. Hace tiempo ya que Estados Unidos ha dejado de ser un socio fiable para la UE (Merkel dixit ya en 2017); lo que ahora cabe concluir es que viene a por nosotros. Y si no bastaba con declaraciones y actitudes tan inamistosas como las del vicepresidente James D. Vance en febrero de este mismo año, la plasmación por escrito de lo que Trump y sus iluminados corifeos tienen en mente debería ser suficiente para romper, por fin, los anacrónicos esquemas nacionalistas que todavía lastran a la UE para profundizar su integración hasta dotarla de la voz y los medios para defender sus propios intereses.

En definitiva, si ya sabíamos que Putin es una amenaza para la seguridad europea, ahora la edad dorada que propugna Trump debe recibir la misma calificación. No otra es la palabra.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_