Palabras de plomo
En este país el odio entre los políticos está creciendo cada día y a la hora de insultarse ya van cargadas de plomo las palabras que usan


Como todos los años, para conmemorar el día de la Constitución el Congreso de los Diputados abrirá sus puertas a todos los ciudadanos. Una vez más, cuando la gente de la calle llegue al hemiciclo levantará la vista hacia la cúpula buscando los impactos de bala que dejaron las metralletas durante el frustrado golpe de Estado de Tejero. Fueron unos 45 impactos, algunos han sido borrados, pero quedan los suficientes para satisfacer el morbo, hoy convertido casi en un divertimento, puesto que fueron balazos que por suerte no mataron a nadie. Puede que si hubiera muerto algún diputado la sangre habría reclamado más sangre y el golpe hubiera triunfado después de una gran escabechina, pero al final la ráfaga de metralleta quedó solo como una rúbrica de plomo que certificaba el odio que un bando de españoles sentía contra la libertad y la democracia consagradas en la Constitución. En Madrid se conservan otros impactos de metralla mucho más dramáticos. El fotógrafo Robert Capa los inmortalizó con su cámara durante la Guerra Civil en 1936. Están en la pared de una casa humilde de la calle Peironcely, 10, del Puente de Vallecas. El odio y la muerte habían pasado por allí, pero ahora en la fotografía de Capa contra esa pared de fondo roída por las mordeduras de la metralla aparecían unos niños desarrapados jugando en la acera bajo la mirada sonriente de la madre que los vigilaba desde la puerta de casa. Mientras los balazos del hemiciclo y los de la pared de Entrevías están a punto de convertirse en una atracción turística, es evidente que en este país el odio entre los políticos está creciendo cada día y a la hora de insultarse ya van cargadas de plomo las palabras que usan. Cuando los ciudadanos el día de puertas abiertas del Congreso de los Diputados invadan el hemiciclo no es necesario que miren el techo. Basta con que imaginen que entre los escaños la violencia verbal de baja calaña de algunos políticos tiene ya el mismo impacto que la metralla.
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