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Columna
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El lujo cognitivo del diario

Escribir en cuadernos es tendencia porque indica que aún somos capaces de resistirnos al móvil

Delia Rodríguez

Los cuadernos están de moda. En este otoño de 2025, entrar en TikTok o en Instagram significa arriesgarse a caer por una espiral de bellísimos diarios. Esta vez no se trata de objetos vacíos de estética minimalista: por el contrario, cuanto más usados están, más aspiracionales resultan. El diario ideal es aquel cuyo cuero ha adquirido pátina y su significado rebosante es contenido por un sistema de gomas adornadas por dijes metálicos. La oferta oscila entre los Louise Carmen (una marca francesa de lujo cuyos productos personalizables cuestan unos 300 euros), los Midori (la casa japonesa que inventó este modo de organización) y Temu, aunque las más mañosas han aprendido a fabricarlos ellas mismas. En realidad cualquier libreta es válida, y decenas de millones de publicaciones lo muestran. ¿Para qué sirve un cuaderno? Para todo, claro. Louise Carmen ha identificado 89 ideas agrupadas en las siguientes categorías: bienestar, inspiración, viaje, familia, recuerdos, salud, aprendizaje, organización, introspección, creatividad, planificación, aficiones y trabajo. He visto agendas y diarios convencionales, pero también notas de lectura bíblica, diarios hechos con trocitos de basura encontrados, ejercicios de manifestación mágica para conseguir deseos, diarios de gratitud, libros de ideas o páginas de escritura creativa matutina a lo Julia Cameron. La periodista Mar Manrique explicó en su boletín que dedicaba una hora cada domingo a elaborar un registro de medios para consolidar nuevos conocimientos: “Empecé a escribir lo que veía en internet como forma de taponar el desagüe de mi atención”.

Llegamos así al por qué usar un cuaderno: hiperestimulados por internet, intentamos proteger nuestras mentes tras el lápiz y el papel. Cada una de las múltiples funciones que aglutina un móvil intenta escindirse en el objeto analógico al que sustituyó: por eso son micro tendencias los diarios y revistas en papel, las radios, los despertadores, las cámaras digitales, los relojes, los rompecabezas con los que defendemos nuestro tiempo sin conexión. Hace veinte años fue revolucionario compartir un diario público en internet, un blog. Hace diez, el método bullet journal se usó para la productividad y la automejora. Ahora, los diarios sirven como refugio emocional, cognitivo y creativo, y atraen sobre todo a mujeres. El cuaderno desea independizarse de internet para preservar lo poco que nos queda de concentración, espíritu lúdico e intimidad, pero entonces, ¿de dónde viene la obsesión por mostrárselo al mundo? Encuentro tres motivos. Uno es estético y, por tanto, económico: llevamos siglos romantizando la escritura y su parafernalia, y observarla es hipnótica, así que le encanta al algoritmo. Segundo, la red enriquece cualquier aprendizaje, y el diarismo también se beneficia de la conversación mutua. El último motivo es el más oscuro: ser capaz de reflexionar por escrito es la señal definitiva de lujo moderno, el lujo cognitivo. La hiperconexión empieza a ser vista como un problema de pobres, débiles de mente y adictos. Si usamos diarios es porque aún conservamos la inteligencia, atención, tiempo, energía y fuerza de voluntad como para no estar todo el día pegados al móvil, agotados y viendo la vida pasar. Enseñamos nuestros escritos por el mismo motivo que los libros, para presumir de un pírrico privilegio de clase mental. Mirad cómo sé enlentecer la vida para disfrutarla, asomaos a mi precioso mundo interior analógico, nos decimos en internet.

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Sobre la firma

Delia Rodríguez
Es periodista y escritora especializada en la relación entre tecnología, medios y sociedad. Fundó Verne, la web de cultura digital de EL PAÍS, y fue subdirectora de 'La Vanguardia'. En 2013 publicó 'Memecracia', ensayo que adelantó la influencia del fenómeno de la viralidad. Su newsletter personal se llama 'Leer, escribir, internet'.
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