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COLUMNA
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San Kapuscinski, que estás en los cielos

Me temo que la máxima del maestro de que para ser buen periodista hay que ser buena persona es tan bella como errada. De buenas intenciones está empedrado el infierno

Luz Sánchez-Mellado

El tiempo es cruel con los clásicos vivos. Consumes tu existencia cultivando el legado por el que quieres ser recordado y luego te mueres y te recuerdan como les da la gana. Que se lo digan a Ryszard Kapuscinski, insigne reportero, ensayista y poeta polaco, fallecido en 2007 después de ganarse innumerables doctorados honoris causa, el premio Príncipe de Asturias y la admiración de generaciones de colegas. Por encima de toda su obra, el común de los mortales recuerda su legendaria frase “para ser buen periodista hay que ser buena persona”. Ahí queda eso. Se refería el maestro a que, mucho más que cualquier título o máster del universo, el bagaje esencial del buen cronista es innato. Tener la humanidad suficiente para ponerse en la piel del otro. Escucharlo sin prejuicios ni interferencias. Mirarlo a los ojos con curiosidad e interés genuinos. Intentar aprehenderlo para luego poder contarle al mundo lo que has aprehendido. Solo después viene el resto. Como consecuencia, no como medio ni como propósito. Fiscalizar al poder, destapar corruptelas, derribar gobiernos, sacar a la luz lo que el lado oscuro desea mantener oculto, toda esa épica de película americana es periodismo, por supuesto. Pero debajo de todo eso debe latir la vocación de querer entender al ser humano en todas sus manifestaciones. Lo que nos distingue de las bestias. Y luego ya, si eso, ganar premios, escuchar lisonjas y que le pongan tu nombre a una cátedra o a una rotonda de tu pueblo, que a nadie le amarga un dulce.

En 35 años de oficio, he visto de todo y por su orden en mi casa y en las ajenas. Quien ejerce primorosamente su trabajo fuera de foco para que otros brillen. Quien mata por firmar en primera. Quien asciende por méritos propios y quien trepa ahogando la hiedra que haya debajo con su veneno. La inmensa mayoría eran, son, buenas personas, independientemente de que fueran, sean, buenos periodistas. Los peores especímenes eran, y son, aquellos que ciegos de ego y de odio pisan cuellos, o cadáveres, buscando el aplauso e hiriendo a quien haga falta por el camino mientras duran sus cinco minutos de gloria. Así que mucho me temo que la máxima de san Ryszard Kapuscinski, que estás en los cielos, es tan bella como errada. Más certero estuvo san Bernardo de Claraval, un santo, este sí, francés del siglo XII, al que se atribuye esta otra frase: “De bienintencionados está empedrado el infierno”. Porque una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace, o no se hace cuando hay que hacerlo en conciencia. Estoy segura de que Claraval también tendría sus pecados. Pero a ver quién es el guapo que se pone a investigar ahora a un santo gabacho del medievo con la que está cayendo.

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.
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