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La brújula europea
Columna
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La Europa genuflexa

La sumisión ante Trump y los titubeos en el necesario camino de mayor integración europea componen un cuadro desalentador. Puede ser revertido si se halla la voluntad política

Andrea Rizzi

George Orwell escribió que “si la libertad significa algo en absoluto, esto es el derecho de decirle a la gente lo que no quiere oír”. Ese derecho está claramente bajo ataque en EE UU, donde Trump y su base popular libran una inquietante embestida contra él. Los europeos tuvimos que tragarnos en febrero en nuestro territorio la increíble perorata de J. D. Vance en la conferencia de seguridad de Múnich, que vino a decirnos que el mayor peligro para Europa no son los cañones del imperialismo ruso sino la manera en la cual, según él, suprimimos la libertad de expresión de las fuerzas nacionalistas.

Ante ello —es decir, la perpetración del abuso que sin fundamento nos adjudicaba—, ante los intentos de alborotarnos y dañarnos, ante el pisoteo del derecho internacional, y ante otros gestos admirables de la Administración Trump no solo los europeos rumiamos por lo general con mansedumbre vacuna, sino que a menudo desplegamos una encantadora y sonriente genuflexión. La adulatoria recepción de Keir Starmer al presidente de EE UU en medio de todo esto es un epítome de esa sumisión. En paralelo, cabe recordar, la escritora Sally Rooney decidió no viajar a territorio británico para recoger un premio por temor de ser detenida con razón de su apoyo a la organización Free Palestine, catalogada como terrorista en ese país.

Por supuesto, Starmer no está solo en su actitud sumisa. Abundan los episodios parecidos en casi toda la geografía europea y en distintos apartados, desde el militar hasta el comercial. El motivo es evidente: mucha Europa no se siente preparada para afrontar el mundo —uno, hay que decirlo, cada vez más bestial— sin la protección de EE UU, y menos todavía con un Washington activamente hostil. La sumisión sería vergonzosa pero podría sostenerse que tiene sentido si estuviera comprando tiempo para construir a velocidad sideral capacidades autónomas europea. Podría tener un punto de racional pragmatismo. Desgraciadamente, en algunos apartados avanzamos a velocidad de caracol, y en otros, directamente, seguimos parados.

Muy poco hemos avanzado en la culminación del mercado común a la cual nos exhortaba Letta. Muy poco nos hemos acercado al impulso a la competitividad que indicaba Draghi —los raquíticos presupuestos presentados por la Comisión y la negativa a nuevos eurobonos constituyen pésimos presagios—. El proyecto estrella de la integración industrial en la defensa —el FCAS, nueva generación de aviones de combate— languidece en pequeñas rencillas de intereses nacionales. Y así un largo etcétera.

Pero aquella ante Trump no es la única pasividad lamentable. También nos hiere y debilita aquella que tantos practican ante los jefes de su bando. Cuánto daño hace el silencio de los conservadores moderados ante las hipérboles de sus líderes, ante esas comparaciones entre Madrid y Sarajevo, ante esa tibieza frente a Israel por motivos incomprensibles o inconfesables. Y claro que sí, también hacen daño los silencios en el otro lado. El problema político crucial dentro de Europa hoy es el auge de la ultraderecha y la pésima actuación de los conservadores en ese contexto, pero sin duda las fuerzas progresistas no están libre de fallos que deberían ser estigmatizados con más fuerza desde dentro.

La cita de Orwell estaba incluida en un prefacio que no llegó a publicarse de su Rebelión en la granja, alegoría muy vigente acerca de los riesgos de degeneración del poder, de corrupción de los ideales, del seguidismo. Los europeos necesitamos necesariamente dar pasos al frente, construir juntos algo nuevo, lo que requiere hacer aflorar instintos nuevos y enterrar reflejos viejos, sean de interés nacional o partidista. No es para nada imposible, pero hay que quererlo, hay que entender la prioridad, hay que recordar la fábula de la granja.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS. Autor de la columna ‘La Brújula Europea’, que se publica los sábados, y del boletín ‘Apuntes de Geopolítica’. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Autor del ensayo ‘La era de la revancha’ (Anagrama). Es máster en Periodismo y en Derecho de la UE
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