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COLUMNA
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Por el sumidero de la historia

El pasado reciente de España marca las peripecias de los miembros de su familia materna que habitan el último libro de Marcos Giralt Torrente

Algun dia sere recuerdo Marcos Giralt Torrente
José Andrés Rojo

Cómo se forman los afectos, de dónde vienen las ideas y de qué modo se aprende a mirar el mundo, y cómo surgen las dificultades, los hábitos adquiridos que complican el trato con las cosas o lo facilitan, los tics heredados, las malas o buenas costumbres, los complejos. Marcos Giralt Torrente se ha ocupado en su último libro, Los ilusionistas (Anagrama), de explorar cómo les fue en la vida a quienes formaron parte de su familia materna. Al hacerlo cuenta de paso una parte importante de la reciente historia de España, pero escribe fijándose en lo que ocurre por dentro, poniendo la atención en la intimidad, en ese ámbito que se escapa siempre porque está lleno de mitos, de viejas cuentas pendientes, de injusticias e imposiciones, de fantasmas. Cosas de familia. Es fácil decirlo; lo complicado es meterse en ese territorio que se va llenando con el tiempo de unas minas que son cada vez son más difíciles de desactivar.

Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968) dice en algún lugar del libro que los primeros recuerdos de los que tiene conciencia son de los años setenta. De casi todo hace ya 50 años; en esa década España dejó la dictadura atrás y se convirtió en un país democrático como los de su entorno, y esa transformación que fue incompleta para muchos, que esperaban más, sí permitió cuando menos normalizar un clima de libertades, disponer de una Constitución y un Estado social de derecho, que hubiera elecciones y partidos, etcétera. El abuelo de Giralt Torrente estuvo en el lado de los que ganaron la Guerra Civil y construyó los grandes hitos de su carrera literaria durante el franquismo. Aun así, cuesta encajar la riqueza de sus personajes y su complejidad en esa atmósfera chata y amorfa que propició el nacionalcatolicismo. La buena literatura siempre se escapa de los marcos opresivos y reductores que quieren domesticarla, y eso ocurrió con la obra de Gonzalo Torrente Ballester.

La presencia del abuelo es importante, lo es también la de la abuela, quién sabe si todavía más. De hecho, su muerte —cuando solo tenía 46 años— traslada a sus hijos una enorme orfandad y desvalimiento, pero también una libertad poco habitual, que luego pesan en sus respectivas vidas. A principios de los setenta, en el caso de Marcos Giralt Torrente se produjo además la separación de sus padres. Esa profunda turbación iba a revolverle con el tiempo sus referencias, así que este libro tiene mucho de novela de aprendizaje. Es como si fuera de descubrimiento en descubrimiento, rascando en señales volátiles y signos equívocos, ambiguos, resbaladizos.

Sus padres y sus tíos bebieron de esa atmósfera que marcó a los jóvenes de entonces y que los empujó a conquistar las más elementales libertades. El arte y la literatura fueron, para muchos, motores que contribuyeron a cambiar España. “Mi padre era pintor, mi madre dirigía una galería de arte”, escribe Giralt Torrente; también sus tíos manifestaron de distinta manera su interés en las letras y las artes. En la manera en que se contó la Transición después, observa, sin embargo, no haber encontrado “espacio para peripecias vitales como las mis padres, como si un gran sumidero las hubiera arrastrado”. De su tía M., quien “desde el final de la adolescencia había hallado su devocionario en la rebeldía”, comenta que su máxima ambición fue la de tener una “vida distinta”. “Hicimos lo que quisimos”, le dice en otro lugar su madre durante una conversación. De eso va al fin este libro, de esa batalla en unos años inciertos y difíciles, y de lo que pasó después.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.
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