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Columna
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La privatización de la televisión pública

En tiempos de Zapatero se adoptó la BBC como modelo. Ahora, todos asumimos que las cadenas están al servicio del que manda

RTVE
Daniel Gascón

“Acabamos de lanzar un segundo canal de televisión”, comenzaba un viejo chiste soviético. “¿Y qué se puede ver en el segundo canal?”. “Sale un agente de la KGB que dice: ‘Vaya, camarada, parece que no te gusta el primer canal”. Nuestros tiempos son mucho mejores: vivimos en una democracia y tenemos libertad de medios. Y somos más creativos: algunos programas se pueden ver a la vez en el primer y en el segundo canal. Cuando José Luis Rodríguez Zapatero llegó al poder, realizó una apuesta por la neutralidad y por desvincular la radiotelevisión pública del Gobierno. El modelo era la BBC; se pretendía evitar la RTVE de los años del Gobierno del PP.

Ahora, por lo visto, asumimos que las emisoras públicas están al servicio del que manda. El sectarismo sigue presente en televisiones de varias comunidades autónomas, y parece que el modelo de RTVE es la TV-3 del procés. Innumerables mesas de análisis se dedican a analizar casi siempre lo mismo, marcos y rótulos exhiben sesgos con una tosquedad imparodiable, interlocutores “disidentes” ejercen de figurantes en simulacros de pluralismo que sirven para ridiculizar posiciones políticas equivocadas, oponentes morigerados se aturullan en las tertulias. Los presentadores, provistos de firmes convicciones, reconducen el debate cuando se aparta de la línea adecuada. A veces, la combinación de polarización y desvergüenza propicia escenas que hacen pensar en una película de Sacha Baron Cohen. Se produce un fenómeno doble: la fusión simplista y tergiversadora de la información y el entretenimiento, por un lado; la externalización de facto de contenidos informativos a productoras privadas, por otro. Uno de los objetivos es generar polarización: no se trata de retratar la complejidad o incluso persuadir, sino de provocar adhesión en unos y rechazo en otros, en una dinámica que se intensifica y prolonga en las redes sociales.

Además de la degradación del espacio común y el descrédito del medio y de profesionales excelentes cuyo trabajo (también ahora) puede pasar inadvertido, del uso discutible de los impuestos de los ciudadanos y del descuido de labores de servicio público, una consecuencia de esta estrategia de búsqueda de la polarización es el empobrecimiento. Mientras hablamos de televisión, no hablamos de otras cosas: no solo de lo que pueda incomodar a un Gobierno, sino de otras noticias y aspectos de la realidad. La preferencia por mostrar las disputas políticas puede relegar otros espacios: lo hemos visto con el histórico El ojo crítico en Radio Nacional o El ladrón de cerebros en La 2. El resultado es privatizar la conversación: hablar de menos cosas, menos interesantes, y de manera más amarga.

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Sobre la firma

Daniel Gascón
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) estudió Filología Inglesa y Filología Hispánica. Es editor responsable de Letras Libres España. Ha publicado el ensayo 'El golpe posmoderno' (Debate) y las novelas 'Un hipster en la España vacía' y 'La muerte del hipster' (Literatura Random House).
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