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Columna
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Que el polonio no llegue a la taza de Zelenski

El gesto de dignidad del presidente de Ucrania se ha quedado congelado y todos somos responsables

Zelenski, en su visita esta semana al primer ministro británico en Downing Street.
Berna González Harbour

Observemos a Volodímir Zelenski. Aquel actor fresco y carismático dio vida a un profesor común que defendía con tanto ahínco los valores y la democracia en clase que un alumno viralizó su discurso y pronto, sin buscarlo ni planearlo, se vio convertido en presidente de Ucrania. En la serie que le hizo famoso, Servidor del pueblo, luchaba como un Quijote ingenuo contra los modos asentados de unos prebostes que habían aprendido a esquilmar todo lo que pudiera depararles el poder. Después, la serie se hizo realidad, él saltó a la política de verdad. Y ganó.

Quizá por ello, por su imagen jovial y candorosa, sin ninguno de los rasgos que endurecen el gesto y agrandan el estómago de los que están arriba y lo disfrutan, casi nadie daba un duro por él cuando Putin atacó ferozmente su país en febrero de 2022. El cómico parecía destinado a un exilio rápido en cualquier país occidental.

Pero Zelenski, hoy 47 años, aguantó. No solo aguantó, sino que supo encarnar la firmeza de un país que plantó cara al gigante, que resistió y que se bate el cobre por defender su soberanía ante un agresor desalmado. Vestido desde entonces con la sobriedad de la guerra, el gesto adusto, el mensaje nítido, su rostro ha transmitido al mundo la entereza y el liderazgo capaces de sostener la ambiciosa esperanza de que David podía vencer a Goliat.

Todo eso está desapareciendo. Lo estamos matando. A la persona. Al líder. A lo que simboliza. Desde que Trump y sus corifeos le humillaron y agredieron verbalmente en la Casa Blanca, desde que se rieron hasta de su ropa, el gesto de la dignidad propio de Zelenski se ha quedado congelado y convertido en un rictus de rabia, tristeza y perplejidad. Además de enfrentarse a la guerra de Putin, hoy Zelenski se enfrenta a la arbitrariedad y a la sed de negocios de Trump, que ha convertido a Estados Unidos en un peligro para la paz en Europa.

Mientras Putin y Trump nos enseñan quién manda de verdad en una exhibición que nada tiene que ver con esa dignidad; mientras Europa bracea sin trasladar a hechos sus cacareados valores, Zelenski empequeñece ante el mundo, aplastado por todos los demás. Está ocurriendo. Solo esperemos que los hombres de Putin sigan sin tener acceso a las tazas de té o lo que demonios beba Zelenski para echarle un poco de polonio, en sentido literal o figurado, porque el presidente ucranio no puede ya tomarse nada ni siquiera en casa de un supuesto aliado occidental. Lo estamos viendo. Y todos los europeos seremos responsables.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.
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