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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una cumbre envenenada

La idea de acabar la guerra de Ucrania con una reunión entre Trump y Putin es un regalo al Kremlin y una humillación a Europa

Putin y Trump, en noviembre de 2017 en una cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC) en Danang (Vietnam).
El País

Un torbellino de declaraciones, algunas de ellas contradictorias entre sí, rodea la negociación que busca un encuentro entre los presidentes ruso, Vladímir Putin, y estadounidense, Donald Trump, que supuestamente sucedería la semana que viene con el objetivo de lograr un paso definitivo para el fin de la guerra en Ucrania. Este fin de semana caduca el plazo “de 10 a 12 días” que Trump puso a Putin para llegar a un acuerdo de paz con Kiev. La Casa Blanca ha advertido al Kremlin de que si no se desbloquea la negociación le impondrá aranceles punitivos, la espada favorita del presidente estadounidense para cualquier nudo geopolítico que se encuentra en su camino.

La celebración misma del encuentro es un regalo para Putin. Lenta pero implacablemente —y a un coste aterrador en vidas humanas—, el frente de batalla entre Ucrania y Rusia avanza en beneficio del Kremlin. El agotamiento de tres años y medio de combates y bombardeos, así como la perenne confusión con las intenciones de Trump, han hecho que los ucranios estén cada vez más desencantados con la guerra y con su presidente, Volodímir Zelenski, como quedó en evidencia en las protestas tras la reforma de las instituciones anticorrupción.

Aunque los rusos de a pie ya están empezando a sentir la guerra en su vida cotidiana (con el aumento del precio de los carburantes y las cancelaciones de vuelos, en ambos casos consecuencia de los bombardeos ucranios), la economía de guerra continúa funcionando y produciendo de forma relativamente eficiente. A Putin se le concede ahora una negociación directa con Washington sin haber matizado ni un ápice sus objetivos iniciales: una Ucrania desmembrada, políticamente inerme y fuera de Europa y la OTAN. La única utilidad de la cumbre sería ofrecer al presidente estadounidense la oportunidad de desdecirse de su amenaza de sanciones argumentando que existe un progreso negociador, lo que a su vez permitiría al Kremlin ganar un tiempo valiosísimo.

Moscú ha anunciado que la reunión será bilateral (entre los dos presidentes). Washington ha afirmado que quiere al menos la presencia de Zelenski. Nadie habla siquiera de la Unión Europea, el territorio más amenazado si Putin saca la conclusión de que sale gratis invadir países limítrofes con la excusa de la seguridad. Sobre el papel, lo único que aporta es una foto en la que Putin obtiene estatus de estadista decimonónico que se reparte el mundo con un apretón de manos, y Trump se vende como el gran muñidor global, una inmensa frivolidad en una guerra en el que han muerto cientos de miles de personas.

La declarada aspiración de Putin de regresar a una Europa de bloques y áreas de influencia es una negación de la soberanía de los países del continente y de la propia existencia de la Unión Europea. En el caso de Trump, no contar con los países de la OTAN, que han sido el respaldo de Ucrania incluso en los momentos en los que la contribución de Washington ha fallado, significa la enésima prueba de su abdicación como líder de la defensa de las democracias y de su desprecio del orden internacional basado en reglas.

Hablar de Ucrania sin Ucrania, como ya ocurrió en febrero en Arabia Saudí, es intolerable. Y el papel de las instituciones europeas, a las que los ucranios han comprometido su futuro, ha de ser reconocido. El propio Zelenski ha dejado claro que no participará en una reunión sin ellas. Ucrania y Europa no pueden ser las víctimas propiciatorias de esta diplomacia anticuada y truculenta.

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