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Tribuna
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Gaza y la crueldad

Cómo es posible que el mismo pueblo que lleva un holocausto en su memoria haya perdido la compasión de forma tan monstruosa

Ammar, de cinco meses, en un hospital de Gaza.
Gioconda Belli

Estoy sentada en un jardín en la casa de amigos en Morille, cerca de Salamanca. Es domingo y me salgo al jardín con un café a oír los pájaros y mirar el verdor de los árboles. Los pájaros me recuerdan mi casa en Nicaragua, ahora lejana y vacía.

Anoche no lograba dormir pensando en Gaza, pensando en el médico que contaba cómo cada día el ejército israelí mata a los palestinos que hacen lo imposible por acercarse al lugar donde esperan recibir algún alimento. Un día les disparan a la cabeza y el torso, decía el médico; otro día a la región del estómago, otro día a la ingle y las piernas. Es difícil de creer, decía. “Nunca vi nada semejante, pero los médicos lo hemos comprobado. Es como un juego para los soldados”.

Hace mucho que me pregunto cómo es posible que el mismo pueblo que lleva un holocausto en su memoria, que se ganó un territorio por la compasión de unas Naciones Unidas escandalizadas por su tragedia, haya perdido la compasión de forma tan monstruosa. El odio atroz parece haberles hecho perder la memoria y la perspectiva.

Como testigos de ese horror en Gaza, viendo fotos de niños, si no muertos, famélicos, oyendo la cifra de muertos cotidianos nos sentimos impotentes e incrédulos.

No puede esperarse nada de un Trump o un Putin que se han mostrado desalmados con su propia gente, pero Europa debía, hace meses, haber cortado toda ayuda, todo comercio con Israel.

Israel se justifica y acusa de antisemita a quien critica lo que hace su ejército. Los que hemos llorado y sentido la tragedia de sus seis millones de muertos por el nazismo cada vez que se nos recuerda; los que aborrecemos y condenamos el ataque y el fanatismo de Hamás, no somos antisemitas. No puede uno aceptar que se intente callar el desconcierto y espanto de ver a quienes fueron víctimas de un genocidio cometer otro, calificando de antisemitas a quienes protestamos por Palestina. No es aceptable resarcirse del dolor de una acción terrorista matando miles de civiles y condenando al hambre a dos millones de personas. Hemos visto en diarios y pantallas cada día un acto de venganza sin parangón en la historia reciente. Benjamin Netanyahu y sus cómplices han usado su pasado para justificar lo que consideran justicia para sus muertos. Así desvirtúan su historia y de víctimas y se convierten en victimarios.

No tienen perdón a estas alturas, y arriesgan que el respeto y solidaridad que ha existido para con el pueblo judío se convierta en desafecto.

Este es un conflicto humano, pero sobre todo un conflicto ético y moral que quienes tienen el poder para hacerlo deben detener ya.

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