Este presupuesto europeo es reaccionario
El “ambicioso” anuncio de Ursula von der Leyen no se corresponde con la realidad


Este presupuesto europeo es reaccionario. La Comisión ha presentado el paquete para siete años (2028-2034), o Marco Financiero Plurianual, con grandes campanadas: “será el más ambicioso jamás propuesto”, alardeaba la presidenta, Ursula von der Leyen.
Falso. La ambición se mide de entrada por el tamaño. Si lo comparamos con el paquete actual (2021-2027), que la propia Comisión sumaba propagandísticamente con los fondos Next Generation (contra la recesión pandémica), es muy inferior: 1,8 billones de euros contra 2,018 billones.
Pero la ambición también se muestra rala si se compara con lo que ahora le interesa a la jefatura de Bruselas: el paquete actual, pero sin agregarle la inyección NGEU. Se ufana la Comisión de que el nuevo Marco alcanzará un 1,26% de la renta nacional bruta de los Veintisiete, contra un 1,13% el actual. Comparación engañosa: de los 13 puntos básicos de diferencia, 11 se destinarían al repago de la deuda mancomunada, en vez de refinanciarlos para mejor momento. Así que el dinero fresco nuevo se contrae a un 0,02% de la renta bruta. Una broma.
La ironía amenaza con ser más pesada si la inflación en la UE del próximo periodo sigue superando al crecimiento: eso significa que el “poder adquisitivo” del presupuesto menguaría. No es imposible. En los penúltimos ejercicios del paquete actual, o sea, este 2025 y 2026, está encogiéndose: las previsiones oficiales de Bruselas para el PIB son del 1,1% este año y del 1,5% el próximo, en ambos casos inferiores a los aumentos de precios. Y no parece que el panorama internacional prometa muchas mejoras, al menos a corto plazo.
De modo que esta es una propuesta de presupuestos estancados, o restrictivos: en plata, reaccionarios. Justo cuando se pregona la necesidad de invertir más en defensa, en seguridad, en acción exterior, en un nuevo papel de Europa en el mundo… La realidad es que el borrador de las cuentas quintuplica la previsión del gasto militar europeo, hasta 131.000 millones; y la de acción exterior, hasta 200.000 millones. Pero a costa de ―no además de― las inversiones en políticas como la convergencia territorial y social: de hecho prevé cancelar el fondo de cohesión.
Para enmascarar el fiasco se acentúa la redenominación y reagrupación de cada partida, fondo o política, impidiendo su comparación homogénea. La doble conveniencia de modernizar la organización del presupuesto, y al tiempo de facilitar la comprensión de cómo evoluciona, podría lograrse mediante gráficos de equivalencia. Se admiten apuestas: salvo presión de la opinión y del Parlamento, jamás los tendremos.
Y a todo esto, ni siquiera hemos entrado en el otro cambio político sustancial: la anulación de las regiones como protagonistas activos (fondos estructurales) y su absorción por los Estados centralizados. Al menos no se vanaglorian de cercanía al ciudadano ni de federalismo. Practican lo contrario.
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