Limpiar con feminismo
Pedro Sánchez se equivocó al ceder el ministerio de Igualdad a Podemos y romper con la tradición de su partido


Vengan las mujeres a limpiarme el desaguisado que han dejado corruptos y puteros. Como si la igualdad fuera el KH7 de la política y bastara un flus flus para capear el temporal. El presidente no parece ser consciente del socavón ético que suponen los audios o el asunto de Salazar. Debe de creer que nos conformamos con palabras bonitas y que nos compadecemos de su delgadez y sufrimiento como madres amorosas.
Cuando se escriba la historia de nuestro presente se observará con asombro un vuelco singular e inesperado en el feminismo: que justo en el momento en que el movimiento alcanzaba la mayor expansión de su historia, haciéndose popular y legítimo incluso allá donde siempre encontró mayor resistencia, justo en ese cénit de los dos o tres años anteriores a la pandemia, la política institucional sufrió un tremendo gatillazo y no estuvo a la altura. En vez de dar respuesta a las masas de mujeres que habían tomado conciencia, la izquierda se enzarzó en una absurda lucha partidista. El PSOE tenía todo el derecho a sacar pecho feminista dada su historia reciente y la vinculación que había tejido con asociaciones y entidades de la sociedad civil. En vez de defender ese capital simbólico que había costado décadas acumular, Pedro Sánchez cedió igualdad a Podemos y se deshizo de las históricas de su propio partido.
Por su parte, las formaciones más a la izquierda decidieron adoptar el lenguaje de la diversidad de género y supeditar la igualdad a un enaltecimiento de la identidad adoptando una cultura ajena al feminismo español, cuya raíz es claramente ilustrada. Las feministas pasaron a ser eurocéntricas, privilegiadas, colonizadoras y finalmente tránsfobas por no creer en la teoría terraplanista de la inexistencia del sexo biológico. La pugna entre las dos opciones fue feroz, en ocasiones violenta y se desató el odio misógino en nombre de la defensa de los derechos LGTBIQ+etc.
Ante esos ataques a las feministas, la respuesta del PSOE fue más bien tibia, lo cual, dado que las que estaban siendo arrojadas a la hoguera de la inquisición queer eran las que habían participado en la acumulación del capital feminista de la formación, supuso una traición en toda regla. No fueron pocas las que empezaron a decir que el feminismo no tiene partido. Ahora los puteros y el acoso conocido y encubierto hacen imposible creer a Pedro Sánchez en esta materia y la lucha por la igualdad vuelve a ser una fuerza de presión que, gobierne quien gobierne, debe exigir sin tregua el cumplimiento de la agenda de la igualdad.
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