Ir al contenido
_
_
_
_
COLUMNA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La ocurrencia de Trump

El bombardeo estadounidense de Irán fue una maniobra tan compleja que se concibió con meses de antelación

Donald Trump, ayer después de aterrizar en la base conjunta Andrews, en Maryland.
José Andrés Rojo

Hay una idea recurrente a propósito de la manera en que se comporta el presidente de Estados Unidos. A Donald Trump se lo pinta como un tipo caprichoso, que toma sus decisiones según el pálpito que le producen las conversaciones que ha tenido en los últimos cinco minutos —con sus asesores, con sus aliados, con sus rivales—, que actúa por ocurrencias. Es voluble, arbitrario, le gusta epatar, tiene sentido del espectáculo. Cambia de opinión cada dos por tres, da volantazos, recula, zascandilea. Ya nadie sabe a qué atenerse, no hay manera de imaginar su siguiente movimiento. El otro día, la Casa Blanca informó de que estaba considerando si iba o no a bombardear Irán, y que lo decidiría en un par de semanas. Como quien se pone a deshojar una margarita: me quiere, no me quiere.

El sábado 21, por la tarde en Washington y de madrugada en Teherán, siete bombarderos B-2 de Estados Unidos, escoltados por sofisticados cazas de combate, cruzaron el espacio aéreo de Irán y lanzaron hasta 75 bombas perforadoras, algunas de casi 14.000 kilogramos, sobre las plantas de enriquecimiento de uranio que el régimen de los ayatolás tiene instaladas en Fordow, Natanz e Isfahan con el (presunto) propósito de construir la bomba atómica. El despliegue de fuerzas que pusieron en marcha los mandos del Pentágono para garantizar el éxito del ataque incluyó la movilización complementaria de 125 aviones y un submarino. La magnitud de la maniobra sirve, acaso, para poner entre paréntesis que se tratara de la ocurrencia de un mandatario frívolo y veleidoso. Fue una operación extremadamente compleja que que llevó meses de planificación.

Trump tiene línea directa con Netanyahu, y desde hace unas semanas Israel lleva dándole golpes a Irán hasta el punto de haberse cargado al máximo jefe de la Guardia Revolucionaria Islámica, Hossein Salami. Es un detalle más. Pueden servir otros, de perfil más bajo, como el encuentro que tuvo Trump a mediados de mayo con el nuevo líder de Siria, Ahmed al Shara; se reunieron los dos en Riad con el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed Bin Salmán, y llamaron por teléfono a Recep Tayyip Erdogan, el presidente turco. Trump aparece en las fotos con una sonrisa radiante, anduvo también esos días por Qatar y Emiratos Árabes. Como quien dice: más ocurrencias.

El texto de una viñeta de El Roto publicada el miércoles en su rincón habitual de este periódico dice: “Me asusta no entender lo que está pasando y más aún entenderlo”. Sale un tipo encorbatado con los brazos en las espaldas, y con dos pañuelos tapándole los oídos. Así estamos. A ratos casi parece que la versión de un mandatario que actúa por impulsos y que no sabe lo que quiere resulta más tranquilizadora. No se le entiende, improvisa, es un zumbado que da manotazos. Como si se quisiera decir: no pasa nada, ya rectificará o le harán rectificar, al fin y al cabo es un presentador de televisión que ha llegado a presidente, un magnate con un nuevo juguete para conseguir más millones de dólares. La otra vía produce inquietudes más sombrías. Es la de entender que se trata del hombre más poderoso del mundo, que tiene un plan y que, en ese plan, el uso de la fuerza no solo no está descartado, sino que puede ser uno de sus instrumentos esenciales. Si alguien dice de otros con enorme furia que “no tienen ni puta idea de lo que están haciendo” es que está convencido de que sabe lo que hace. ¿O es solo una más de sus ocurrencias?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_