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Columna
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Pero ¿qué tipo de gente son?

¿Por qué una tripleta como la conformada por Ábalos, Koldo y Cerdán acompaña al heterodoxo líder socialista desde 2017?

Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Koldo García.
Xavier Vidal-Folch

Los de la tripleta Ábalos-Koldo-Cerdán, ¿qué tipo de gente pensamos que son? ¿Qué les pasaba por la cabeza? ¿Se creían inmunes? Solo esa sensación de impunidad explicaría sus negativas de corrupción, sabiendo que ellos sabían que estaban (digamos, presuntamente) en el manejo. ¿Ignoraban las pruebas? ¿Y que uno les grababa a escondidas?

Olvidaban algo básico: quién puede lo más (distraer recursos públicos) puede lo menos (traicionar al cómplice privado). ¿Había obsesión de enriquecerse? ¿O la explicaban por servicio al partido? ¿O por trasvases a una financiación negra? Lo sabremos. ¿Eran conscientes de traicionar al presidente-jefe íntimo? ¿Creyeron que nunca daría fe a los indicios? ¿Calculaban que querría, o podría, ceder al chantaje?

La tripleta luce ralo estilo. Con matices, parco en Cerdán, hipertrofiado en los otros. Concuerda con la peor derecha: ese “estoy en la política para forrarme” de los amigos de Eduardo Zaplana; esa vergüenza del “Luis sé fuerte” enviado a Bárcenas por Mariano Rajoy… Pero en distinto grado. Es un modo menos perfumado, de zafios nudos de corbata, de trajes arrugados de confección, nunca bien cortados en la calle de Serrano.

Vulgar en su voracidad ramplona de los “picos”a distribuir (“solo sé que no tengo un puto duro”, “ya me tiene hasta la polla”) y en el clima de omertà (“que no quiero que hables de esto, que no se habla”). También con las mujeres: las ex y las pos. Cosificadas en sujetos de uso y objetos de pago. A cuenta del erario. Desborda el machismo patriarcal.

Ese diferencial de apariencia con los delincuentes de alto standing chirría. ¿Obedece al tipo de ascensor social utilizado, al origen menestral o humilde? Es una tripleta de julianes soreles stendhalianos con pocos cursos PPO: guardaespaldas trocados en chóferes, técnicos en mantenimiento ascendidos a guardianes organizativos, concejales de Policía Local… Quizá, desde la altanería clasista. Pero lo esencial no es eso, sino el modo de su acceso al poder. Esta progresión se salpica con cargos de cocina interna, de apparátchik: apenas validados por alguna concurrencia a elecciones, nunca transparentes a los focos. Opacos.

¿Por qué una tripleta así acompaña al heterodoxo líder socialista desde 2017? Pedro Sánchez aspiraba entonces a secretario general del PSOE. Extramuros de las élites del partido. Recurrió a la única tropa disponible: unos, insatisfechos; otros, arribistas; los demás, oscurantistas. Este perfil se derrumba con estrépito. Reemplazarlo es la primera provisión, entre muchas, todas urgentes.

Tarea ingente. Porque también se ha puesto en tela de juicio su buen criterio al seleccionar y enjuiciar cuadros; porque ese error es acumulativo; porque no sabemos si obedece a raíces ontológicas o cabe una completa, radical y convincente rectificación. Porque sabemos lo rechazable. Pero esperamos, entre dudas, lo deseable. Todo duele.

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