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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Órdago extremista en Países Bajos

La crisis de gobierno provocada por Geert Wilders demuestra que los ultras tratan siempre de imponer su programa de máximos

Geert Wilders
El País

Países Bajos, la quinta economía de la eurozona, será el próximo escenario del enfrentamiento cada vez más enconado que vive todo el continente europeo entre la extrema derecha xenófoba y hostil a Bruselas y las fuerzas liberales y europeístas de derecha, centro e izquierda. El líder del ultraderechista Partido de la Libertad (PVV), Geert Wilders, ha roto el Gobierno de coalición que encabezaba su formación y forzado así la celebración de nuevas elecciones después del verano, en las que espera obtener la mayoría suficiente para exigir para sí mismo la dirección del Ejecutivo que le fue negada en el Gabinete saliente. El motivo esgrimido para la ruptura ha sido la política de inmigración del Gobierno holandés —demasiado moderada a su entender—, aunque también puede haber pesado el estancamiento e incluso el ligero declive demoscópico de su formación por su falta de contundencia y, ante todo, la oportunidad que le ofrece la caída de las expectativas de dos de sus socios de coalición.

Identificado con las políticas de inmigración del trumpismo y de hostilidad hacia la Unión Europea, Wilders ha escogido un momento especialmente delicado para abrir por su cuenta la crisis gubernamental, a pocos días de que su país acoja una cumbre trascendental de la OTAN, en plena tensión transatlántica por las reticencias de Donald Trump hacia sus socios europeos, su guerra arancelaria contra Bruselas (más aún en una economía tan abierta como la holandesa) y sus actitudes apaciguadoras hacia Vladímir Putin.

La salida de Wilders ha venido precedida por la presentación en forma de ultimátum de 10 medidas para endurecer la política de asilo, utilizar el ejército para controlar las fronteras, expulsar a los refugiados sirios a su país de origen y suspender la reunificación familiar, con el claro propósito de llevarlas como programa electoral en unas elecciones polarizadas en las que ya ha señalado implícitamente como su gran rival al excomisario europeo Frans Timmermans, al frente de una coalición verde y socialista.

Con el viento ultra a favor en toda la UE —como ha confirmado la victoria electoral del nacionalista Karol Nawroki en Polonia el domingo pasado y el segundo puesto de Chega en Portugal—, Wilders aspira a ganar de nuevo las elecciones, como en noviembre de 2023, pero esta vez con margen para convertirse en primer ministro en vez de sufrir el veto hasta verse sustituido por un tecnócrata independiente como el dimisionario Dirk Schoof. La actual coalición de gobierno —formada por el ultra PVV y tres formaciones conservadoras: el Partido Popular para la Libertad y la Democracia (VVD), Nuevo Contrato Social (NSC) y el Movimiento Campesino-Ciudadano (BBB)— ha durado poco más de 11 meses, después de unas torturadas negociaciones que se prolongaron durante 223 días para la formación del primer Ejecutivo en torno a una fuerza de extrema derecha en la historia de Países Bajos.

La polémica y polarizadora personalidad de Wilders, neto vencedor de las elecciones de 2023, pero con una mayoría insuficiente y una dificultad innata para las alianzas, fue el mayor escollo para cohesionar la mayoría parlamentaria, superada finalmente con la exclusión del dirigente ultra y el consenso alrededor de Schoof. Desde fuera del Gobierno, Wilders ha demostrado, no obstante, que la gobernanza del país pasa por sus manos. Tanto que la convocatoria electoral que acaba de precipitar puede fácilmente convertirse en un peligroso plebiscito.

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