Si nadie lee nada
Más allá de la precariedad del periodismo, hubo un tiempo en el que los artículos de denuncia tenían consecuencias

El sábado 17 de mayo el diario argentino Perfil publicó en papel y en web una columna de la escritora y crítica cultural Leticia Martin. Se titulaba Nadie lee nada. La ganadora del Lumen de novela por Vladimir en 2023 usó sus 2.500 caracteres sin espacios para denunciar que llevaba medio año sin cobrar en ese periódico. “Ya hace más de un año que escribo esta columna semanal para Perfil; un trabajo que implica compromiso, un deadline, tener palabra y encontrar una forma. Que también creí implicaba cierta trayectoria. Pero hace seis meses que no recibo el pago por mis servicios. Ni el pago ni un aumento, como si los servicios o el costo de vida no hubieran aumentado”, escribía. En el texto desvelaba que la publicación le debía 50.000 pesos mensuales (unos 38 euros) a multiplicar por seis. “Acá estoy, y si escribo columnas que tal vez no me paguen, las escribo como si a alguien le importara leerlas, como si fueran un trabajo y recibiera a tiempo la remuneración por ser eficiente y responder, como si no me hicieran sentir que les da igual, que cualquiera estaría dispuesto a reemplazarme mañana mismo”, lamentaba en un texto en el que también se preguntaba, “¿Por qué hago esto? ¿Se hará viral al escribirlo?”.
Perfil borró de su web la columna ‘Nadie lee nada’ de Leticia Martin, donde denuncia que no cobra hace siete meses y le pagan 50 mil al mes.
— Mariano Vidal🦖 (@MarianoVidal7) May 17, 2025
Bueno, resulta que también salió en la edición de papel del diario de hoy. pic.twitter.com/OxO9GmH1LU
¿La ironía del asunto? Sí se viralizó. Desde primera hora y especialmente entre los periodistas argentinos, hartos de la precarización del gremio. Capturas del texto web y fotos de la página impresa traspasaron el debate nacional hasta saltar, varias veces, y desde distintas plataformas, hasta mi burbuja de redes. Ante la polémica, Perfil reaccionó tarde y mal. No solo publicó una columna que cuestionaba su integridad empresarial —quiero pensar que la persona que volcó el texto tampoco debe andar contenta con su situación y más que un corta y pega, decidió dejarlo sin avisar a sus jefes—. El medio, además, cometió el peor error: borrar el texto de la web, provocando un efecto Streisand, que es como se llama a cuando un intento de censura es contraproducente. Nadie lee nada se replicó en múltiples webs y, al poco, Perfil volvió a colgarla. Eran clics vergonzosos, pero eran sus clics.
Fascinada por el caso —la maestría del titular, la denuncia impecable, la respuesta ridícula del diario— escuché una entrevista a su autora que confirmó mis sospechas. Como colaboradora responsable, Martin envió su texto por correo días antes de su publicación para que la sección tuviese tiempo de leerla. Creyó que algún jefe contactaría con ella para hablar de su situación, renegociar y así enviar otra opinión a tiempo (“capaz me pagan y me piden un texto nuevo”, pensó). Pero no recibió respuesta. La noche antes de que se publicara, ni siquiera durmió. “Mira que se llama Nadie lee nada, ¿y si perjudico a alguien que está ahí trabajando?”, pensó, calibrando las consecuencias. No se conocen despidos, pero Martin ya no escribirá más columnas en Perfil. “El diario me ofreció seguir en las mismas condiciones. Consideré que esa respuesta implicaba no haber sido escuchada, y me pareció ético dejar el espacio”, escribió en Instagram, cerrando el incidente.
Su Nadie lee nada me hizo recordar “la muerte del consenso” de la que ha escrito el periodista Ryan Broderick. Su teoría es que hubo un tiempo en el que los artículos tenían consecuencias: alguien sacaba algo a la luz, la gente se indignaba y el poder se veía obligado a responder. Pero en esta nueva era, Broderick defiende que los artículos ya no importan como antes porque se pierden en un internet dominado por streamers, influencers, teóricos de la conspiración y podcasters. Si nadie lee nada como antes, todo vale y nada importa. Ni siquiera el ridículo de haber sido expuesto. ¿La primera persona de Perfil que llamó a Leticia Martin? Una delegada sindical para animarla a denunciar. El viejo mundo estará en las últimas, sí, pero la resistencia, todavía, funciona.
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