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Columna
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Europa y los chicles

Últimamente se cantan las maravillas de la UE de forma no solo acrítica sino virulenta con los críticos

Asistentes a la concentración en defensa de Europa y la democracia, en la Plaza de Callao, en Madrid, el pasado 11 de mayo.
Ana Iris Simón

Cuando España entró en la Unión Europea, mi padre tenía 20 años. Yo cumplí los 20 acampada en Sol junto a miles de jóvenes. Corría 2011 y afirmar que éramos la primera generación que vivía peor que sus padres no era reaccionario, criticar al Gobierno socialista no implicaba hacerle el caldo gordo a la derecha y nadie nos llamaba euroescépticos por criticar las fechorías de la Troika. Se hablaba entonces de una auditoría ciudadana de la deuda, de las políticas austericidas de la UE, del yugo alemán. Corrió un calificativo, Cuarto Reich, que hacía referencia a una Unión al servicio de los ricos, especialmente de la Alemania de Angela Merkel. En este diario se publicó entonces una pieza analizando la cuestión en la que se exponía que la imposición de pánico financiero y austeridad fue “una truculenta estrategia del Gobierno y la banca alemana para desvalijar el sur de Europa”. La ilustración con la que se acompañaba era un pastor alemán sentado sobre la bandera europea con una rojigualda destrozada en la boca.

La deuda no se auditó y los PIGS tapamos el agujero financiero teutón. Merkel ya no está, pero todo sigue igual, o parecido. Por eso, en las primeras semanas de la crisis de la covid, cuando España o Italia se enfrentaban a una grave escasez de equipos médicos, Alemania prohibió su exportación. Por eso, junto con otros países del norte, se opusieron a los coronabonos, con el argumento de que no querían asumir la carga de la deuda de los países del sur, fiscalmente indisciplinados y pobretones.

Hoy, a las puertas de un rearme en nombre de la paz aplaudido por el progresismo, aquella ilustración del pastor alemán devorando nuestra bandera y aquel texto tan crítico con la UE serían muy polémicos. Porque lo que sí ha cambiado ha sido el relato: en los últimos meses, hay un gran esfuerzo por parte del espacio liberal-progresista por cantar las maravillas de la Unión Europea de forma no solo acrítica, sino virulenta con los críticos.

Con ese espíritu fue convocada el pasado fin de semana una manifestación en Madrid. La crónica de Ángeles Caballero, en la que retrataba el ambiente como un encuentro de boomers clasemedieros, me recordaba dos cosas. Por un lado, al relato de que el Brexit fue una cosa de viejos fachas contra jóvenes europeístas; jóvenes que, en Madrid, el pasado sábado no estaban envolviéndose en la bandera de la UE sino de Palestina, denunciando la masacre de un Estado genocida al que esta noche aplaudiremos en el festival de la canción de los europeos. Por otro, a los debates que tengo con mi padre sobre el tema. En una ocasión me dijo que cómo no iban a querer ser europeos los de su edad, si cuando en los setenta su padre volvía de trabajar de Alemania le traía chicles con cromo. Podemos teorizar y hacer gráficas, consultar a expertos y escribir papers; pero la realidad es que el europatriotismo de muchos en lo que realmente se basa es en el complejo español. Yo también tengo, por cierto, un recuerdo infantil relacionado con Europa y las chuches: cuando, en los 2000, entró el euro, los chicles pasaron de costarme cinco pesetas a cinco céntimos. Eso sí, traían cromo.

Europa, como decía Julio Anguita, es el cuento de la buena pipa. Y es de esa conciencia y no de la extrema derecha (tan europeísta en el fondo) de la que, tarde o temprano, vendrá el euroescepticismo: de una juventud que puede irse de Erasmus pero no tener casa propia. Y que, cuando viaja a Alemania y ve cómo viven sus quintos allí, se da cuenta de que todos somos europeos, sí. Pero unos más que otros.

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Sobre la firma

Ana Iris Simón
Ana Iris Simón es de Campo de Criptana (Ciudad Real), comenzó su andadura como periodista primero en 'Telva' y luego en 'Vice España'. Ha colaborado en 'La Ventana' de la Cadena SER y ha trabajado para Playz de RTVE. Su primer libro es 'Feria' (Círculo de Tiza). En EL PAÍS firma artículos de opinión.
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