La persona que desencadenó el cero absoluto
En la salvaje hiperrealidad de nuestros días es muy difícil distinguir la vigilia del sueño


No soy exégeta pero estoy segura de que un verdadero intérprete de las sagradas escrituras sabrá encontrar en alguno de los capítulos del Apocalipsis según San Juan a un personaje identificable con uno de los dos Morancos, César Cadaval, el que ayer se arrancó por bulerías en un vagón del silencio de ese AVE Sevilla-Madrid que se quedó parado tras el asalto de unos bandoleros saboteadores quizá en busca de cobre, que nada tienen que ver con el apagón del lunes anterior pero a la vez tiene que ver todo, puesto que este metal es primordial para la fabricación de los conductores de electricidad en paneles solares que, según algunos, son los causantes últimos de un apagón que también puso a la gente a cantar en sitios inusitados y beber a morro de los grifos de cerveza.
Este último párrafo es largo, alambicado y rico en imágenes surreales como un slop de IA, esos vídeos de inteligencia artificial fallidos que hacen superposiciones desagradables y oníricas, imposibles en el mundo real antes de que el mundo real fuera ese lugar donde el presidente de EE UU se postula como Papa y el de España sale a decir con cara de Gila que han desaparecido 15 gigawatios de energía, que si alguien los encuentra los lleve junto a las 20 toneladas de cable a la oficina de objetos perdidos donde también está el ataúd del Caudillo envuelto como un pastelito de chocolate.
Cojan aire.
Cuentan los paleontólogos que una de las características de los humanos primitivos era que dormían en tramos, nunca de un tirón, en un sueño llamado bifásico que difuminaba de forma natural los límites entre el sueño y la vigilia, cosa que debía de hacerles formarse unos líos morrocotudos. Toda esta experiencia paleolítica se parece mucho a la salvaje hiperrealidad de nuestros días. La vida es más sueño que nunca. Menos para la personita que de verdad desencadenó el cero absoluto. Esa desde hace una semana no pega ojo.
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