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tribuna
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Antes de que caiga la espada

En la lectura del ‘Quijote’ en el Círculo de Bellas Artes se escuchan más acentos distintos del español que en un día entero de televisión generalista

De izquierda a derecha, el presidente del Círculo de Bellas Artes, Juan Miguel Hernández León; el ministro de Industria y Turismo, Jordi Hereu; la ministra de Sanidad, Mónica García, y el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, el 23 de abril en el Círculo de Bellas Artes.
Lola Pons Rodríguez

A punto de empezar un combate, alguien levanta la espada para atizar a su contrincante y, mano en alto, se para el movimiento y se queda la escena congelada; a continuación, el narrador cambia personajes y escenarios para que sean otras historias, ajenas a ese momento y lugar, las que prosigan la narración. Esto es algo modernísimo. Tuve la suerte de tener buenos cervantistas como profesores en la Universidad de Sevilla y pensaba en ellos cuando hace unos días leía parte de esta escena del Quijote. Es la del famoso encuentro entre don Quijote y el vizcaíno.

No la leí a solas ni para mis adentros. Lo hice en la lectura continua del Quijote que, con ocasión del Día del Libro, celebra en Madrid anualmente el Círculo de Bellas Artes. Son unas 48 horas de lectura ininterrumpida que permiten a quienes van libremente poniéndose en la fila leer el fragmento que les toca en suerte, en voz alta y ante el público del auditorio.

Mientras estaba en la cola, escuchaba a quienes me precedían leer el encuentro de don Quijote con ese personaje del vizcaíno. Vizcaínos llamaban en los Siglos de Oro a todos los vascos, en general, caracterizados en los chistes y el teatro de la época bajo un estereotipo: hablaban mal el castellano (desordenada la sintaxis, sin artículos los nombres...), eran ariscos y montaraces. Por supuesto, quienes en el siglo XVII llevaban unos capítulos viendo que don Quijote se enfrentaba a topetazos con toda novedad, humana o no, que se encontraba en su camino, cuando leían que aparecía un personaje en la acción definido como vizcaíno sospechaban ya que aquello no iba a ser una charla amable. Los estereotipos en las narraciones sirven para dar credibilidad al argumento sin tener que pararse a retratar a los personajes: trazo grueso en la descripción y concentración en la acción; poco quién y mucho qué. Es lo propio de la narrativa popular, y Cervantes, tan hábil, tan machacado ya de leer, de escribir y de vivir cuando concibió su libro, supo combinar los ingredientes de la receta, llenando el camino de don Quijote de encuentros que daban lugar a resultados imprevisibles.

Se termina el parlamento del vizcaíno y su mala sintaxis. Sigo esperando mi turno en la fila. Lee un niño preadolescente, con mucha soltura pero con los inevitables tropiezos de quien se expone a esta prosa del siglo XVII y a su fonética, ya muy coincidente con nuestra pronunciación, pero con sus mesmos y sus ansí (“el vizcaíno le aguardaba ansimesmo levantada la espada”). Porque este Quijote que nos dan a leer en el Círculo de Bellas Artes es una edición de letra grande, con hermosos grabados, pero sin modernizar. Es un Quijote como el que se leyó en su tiempo, como el que triunfó inmediatamente en Europa en traducciones, ante cuyas páginas no se prevenía al lector de que se iban a leer pasajes violentos. Se lee en el Círculo sin avisos contextualizadores, sin instrucciones, en la convicción de que el lector es capaz y sabe seguir adelante.

La fila avanza y leo el párrafo que me corresponde en suerte (“venía, pues, como se ha dicho, don Quijote contra el cauto vizcaíno con la espada en alto, con determinación de abrirle por medio”). Cuando termino, me quedo a escuchar a los que siguen. El que le da por antonomasia al español su apodo más exitoso (“la lengua de Cervantes”) está sonando con mi acento andaluz, con acento madrileño, gallego, con algún tono extranjero... Han leído alcaldes, ministros, secretarios de Estado, políticos que gobiernan y políticos en la oposición; leyeron embajadores de geografías diversas, leyó el Premio Cervantes de este año, el escritor y académico de la Real Academia Española Álvaro Pombo.

Aún las páginas de Cervantes tienen paralizado al vizcaíno con la espada en alto, aún no ha progresado la acción, pero sigue la gente leyendo lo que Cervantes interpone en su obra mientras ha dejado esa escena del combate suspendida. Hoy diríamos que es “cinematográfico” el recurso de interrumpir la narración cuando está en su clímax para retomarla más tarde y resolver al fin. Pero Cervantes lo hace, tiene la osadía de romper expectativas, de poner en paréntesis una pelea para que podamos imaginar, inocentes, que igual la espada del vizcaíno no cae sobre la oreja de don Quijote.

Sentada, me abstraigo un poco de la lectura de quienes me suceden, miro al techo. En el hiato que hace la narración, yo he pensado que este Quijote ha hermanado en sus páginas y en esta feliz iniciativa de lectura del Círculo a políticos de distinto signo, y que se han escuchado más acentos en esta sala que en un día entero de televisión generalista en España. Esta obra mantiene cierta capacidad, aunque sea escenificada, de reunirnos y hacernos coincidir, sin consignas ni directrices de comprensión. “Yo sé quién soy”, dijo don Quijote antes de morir. Yo no sé quiénes somos todos estos españoles tan distintos, pero en las horas de esta lectura continua parecemos gente de una sociedad civil que puede entenderse, a grandes trazos, sin disputa, bajo la identidad de la cultura, concentrados en la acción y con el sentido comunitario de una lectura en grupo.

Sube nueva gente a leer, se acaba la suspensión del episodio del vizcaíno. Me levanto del asiento después de que ha llegado esa escena en que se resuelve el misterio. Sí, las espadas caen sobre los contrincantes. El paréntesis era una ilusión.

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Sobre la firma

Lola Pons Rodríguez
Historiadora de la lengua y catedrática de la Universidad de Sevilla, directora de los proyectos de investigación 'Historia15'. Es autora de los libros generalistas 'Una lengua muy muy larga', 'El árbol de la lengua' y 'El español es un mundo' y colaboradora en la SER.
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